| En el resto del mundo hay consenso en que América Latina en su conjunto estará entre las regiones menos golpeadas por la crisis económica internacional puesto que en la mayoría de los países las cuentas fiscales están más ordenadas que en el pasado y los precios de los commodities se han mantenido relativamente elevados, pero por desgracia no parecería que la Argentina esté entre los más favorecidos. El clima pesimista que se ha difundido tiene menos que ver con lo que está sucediendo en el exterior que con la incertidumbre política interna. Según el titular de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), Luis Pagani, la inversión se ha paralizado porque no se ve "claro para dónde va el país". Huelga decir que sin inversión adecuada seguirán multiplicándose los problemas al cerrarse fábricas, eliminando así puestos de trabajo, caer las ventas y reducirse cada vez más la recaudación impositiva, lo que provocará más paros entre los empleados públicos, más agitación social y más incertidumbre todavía. De reflejar con mayor precisión la realidad las estadísticas difundidas por la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) que las confeccionadas por el INDEC, el estado de la economía sería malo, puesto que en el segundo trimestre del año la industria ha experimentado una caída del 9,4%, no del 0,8% estimado por el organismo oficial. Por razones evidentes, la discrepancia así supuesta no habrá contribuido en absoluto a restaurar la confianza de los empresarios. Desde su punto de vista, la negativa obstinada del gobierno a reconocer la gravedad de lo que está sucediendo en la economía está entre las causas principales de la escasa voluntad de invertir de quienes están en condiciones de hacerlo. Por lo demás, el que el gobierno maneje cifras que a juicio de los empresarios son meramente fantasiosas significa que el "diálogo" que está en marcha no tiene sentido, ya que para servir para algo sería necesario que tanto los voceros de la Casa Rosada como sus interlocutores hablaran del mismo país, no de uno en que la economía apenas se ha desacelerado y otro que se ha precipitado en una recesión profunda. Al fin y al cabo, la industria dista de ser el único sector que está en problemas. También lo está el campo, de ahí la desesperación y combatividad de quienes participan de la Mesa de Enlace, la construcción y el comercio. Y como si todo esto no fuera suficiente, el jefe de la CGT, Hugo Moyano, acaba de afirmarse resuelto a movilizar sus huestes en contra de las importaciones. Por desgracia, no es posible separar lo político de lo económico. Las dificultades políticas provocadas por el desplome de la popularidad de los Kirchner continuarán perjudicando la economía, mientras que la recesión, combinada con la incapacidad manifiesta de atenuarla de un gobierno que insiste en que los problemas son menores, no podrá sino tener consecuencias políticas peligrosas. Al hacer depender tanto a los gobiernos provinciales de la "generosidad" del Poder Ejecutivo nacional, y al estar tan dispuesto éste a repartir fondos según criterios políticos, los Kirchner serán culpados por el deterioro doloroso que está afectando a buena parte del interior, lo que reducirá todavía más la cantidad de dirigentes que aún los apoyan pero que tendrán que elegir entre la "lealtad" hacia un caudillo en decadencia y los intereses inmediatos de sus propios comprovincianos, comenzando con los empleados públicos. También se ha intensificado el riesgo de que las divisiones entre los sindicalistas que respaldan a Moyano y quienes se le oponen agiten todavía más el ya turbulento panorama laboral. Para salir de la situación en que se ha puesto, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner tendrá que hacer valer toda "la racionalidad" y "serenidad" que ella misma exige a los políticos opositores y a los representantes sectoriales, pero sucede que en opinión de quienes no forman parte del gobierno nacional no hay nada menos racional que la resistencia oficial a entender que sería desastroso para el gobierno y, lo que es mucho más importante, para el país permitir que Néstor Kirchner, acompañado por personajes tan poco serenos como Guillermo Moreno y Moyano, siga usurpando las funciones del ministro de Economía. | |