Han pasado ya más de diez años desde que la policía neuquina dejó de expedir la cédula provincial de identidad. Quedó desde entonces como único garante de que uno es uno el DNI que otorga el Estado nacional, indispensable para vivir en sociedad porque la autoridad, si un ciudadano dice que se llama Juan Pérez, no le cree. El Estado es, cada vez más, un gendarme que desconfía.

En Neuquén, que con el Movimiento Popular Neuquino en el gobierno ha tenido siempre a la reivindicación federalista como uno de sus atributos principales de identidad, podría parecer una declinación principista que se deje en manos de la Nación el otorgamiento del documento que dice quién es uno. Pero, desde otro punto de vista, también habría argumentos para sostener que no se trata de la identidad individual sino de la neuquina, y que ésta no necesita documentación porque ya está definitivamente consolidada. Se huele.

Hizo lo necesario para que así fuera el ingeniero Pedro Salvatori, quien desde el gobierno tuvo una mirada lo bastante penetrante como para advertir que hacía falta una bandera y un himno para dejar definitivamente estructurada la identidad provincial. Lo pudo ver así porque él mismo supo colocarse por encima de las contiendas que desgarraban a la provincia, situándose siempre junto al lado de quien gobernara, fuera Felipe Sapag, Jorge Sobisch o Jorge Sapag.

El himno, sobre todo, deja ver que la identidad nace con el pueblo mapuche de piel oscura y se integra en mística unión con el blanco que llega siguiendo la huella abierta por Julio Argentino Roca. Por eso dice el canto que el mapuche "vio por vez primera la piel de hombres distintos/y sin perder su estirpe fundió una nueva piel".

Así fue, aunque la "nueva piel" tenga algunas rugosidades. No sólo porque hay mapuches convencidos de que Roca cometió algunos excesos. También porque en estos días previos a las elecciones de concejales municipales los mismos huincas se están peleando por la identidad.

En el centro de la discusión está el joven abogado Mariano Mansilla, candidato a concejal para esta próxima elección, a intendente para el 2011 y a gobernador para el 2015.

Apropiándose del himno, el que ya conocemos familiarmente como Mariano machaca enfático, en una presentación publicitaria, que "Neuquén es compromiso". Así es cómo el confeso ateo, enemigo del Supremo Hacedor que da su apoyo incondicional a que se construya en la capital neuquina un monumento a la Biblia, vuelve a transfigurarse para irradiar una imagen mesiánica: Neuquén es él.

Lo denunció Luis Sapag, quien descubrió que para Mariano el recorrido geográfico de la provincia va, de norte a sur, desde Los Miches hasta Villa La Angostura. Junto a Luis, preguntamos: y los más de 200 kilómetros que van desde Los Miches hasta la frontera con Mendoza, ¿de quién son Mariano? ¿Acaso de esa otra provincia, la que vota a Julio "no positivo" Cobos? ¿O, lo que es peor, de Chile? Realmente da pavura el solo pensar que el volcán Domuyo frecuentado por don Gregorio Álvarez pertenezca al país trasandino. Peor aún: sería también chileno el sindicalista de ATE Baltasar "El Chato" Álvarez por haber nacido en Leuto Caballo, localidad ubicada dentro de ese pedazo enorme de "tierra nueva" al que renuncia Mariano. Yo diría, y en eso sigo también a Luis, que la neuquenidad desborda en el Chato igual que en el Chito, candidato a concejal por el MPN que nació en Paso Aguerre, corazón de la provincia. No en Mariano, que es un "cheto" si uno lo mira bien.

En la competencia por la neuquenidad, Luis dice que a los 14 años participó en la fundación del MPN y que "conoce el norte neuquino por haberlo caminado con su padre" (don Felipe). Pero eso no es todo, porque si los chivos son distintivos de la neuquenidad, los son también quienes se los comen, y Luis se enorgullece de que "comió chivos hechos al asador por el chivero José Carol", uno de los fundadores del MPN. ¿Mariano puede, acaso, decir lo mismo?

Así estaban las cosas cuando saltó a la arena Julio Fuentes, presidente del partido UNE, Unión de los Neuquinos. No se pronunció sobre el tema caprino pero, de movida nomás, Julio abrió los brazos y proclamó que la identidad neuquina "nos pertenece a todos los hombres y mujeres que, nacidos o no en nuestra provincia, viven, trabajan, luchan, sueñan, son felices o desdichados en esta tierra" (¿y los que roban?).

Para que -sobre todo los rionegrinos que cruzamos el puente- tengamos una medida de su generosidad, Julio dice que él, siendo hijo y nieto de neuquinos, no por eso se sintió por encima de sus paisanos (no podemos menos que agradecerle quienes nacimos en la provincia vecina y somos hijos de bonaerenses y nietos de piamonteses). Sostiene que la identidad no es una partida de nacimiento y, ésta es la cuestión, que tampoco lo es el conocimiento preciso de nuestra geografía. Así disculpa la ignorancia de Mariano, candidato de UNE, sobre la ubicación de Los Miches en el mapa provincial, como la suya propia, cuando atribuye a Berbel la exclusividad del himno.

Falta la palabra de don Felipe, el campeón de la identidad neuquina. No porque él sea un oráculo apto para decidir quién es neuquino y quién no. Vamos, que hablando en plata no se trata de eso, sino de votos. Como diría don Elías, ¿me entiende cómo es? Porque se trata de dónde irán a parar los votos que don Felipe tuvo desde 1963, para asumir por primera vez la gobernación de la provincia, hasta que derrotó a Sobisch en la interna emepenista de 1995. ¿Serán para el "joven abogado" del partido de Julio Fuentes, o para el veterano Chito Jalil, "nacido en Neuquén, batallador de mil batallas", según Luis Sapag?

JORGE GADANO
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