Viernes 31 de Julio de 2009 20 > Carta de Lectores
A la defensiva

Como ya es habitual cuando los mandatarios de los países del Mercosur celebran "una cumbre", el encuentro que acaba de realizarse en Asunción se vio dominado por las disputas comerciales entre la Argentina y Brasil. Aunque la presidenta Cristina Fernández de Kirchner insiste en que nunca soñaría con aplicar medidas proteccionistas, calificando de "instrumentos que están en el marco tanto del Mercosur como de la Organización Mundial de Comercio" los obstáculos erigidos para mantener a raya los bienes que nuestros vecinos quisieran vendernos, nadie se sintió demasiado impresionado por su intento de negar que desde hace años el gobierno kirchnerista procura por todos los medios proteger a los fabricantes locales de productos como heladeras, electrodomésticos, juguetes, textiles y calzado, y que con tal finalidad hace uso de una batería de "instrumentos" burocráticos, entre ellos algunos que se deben a la imaginación creativa del secretario de Comercio, Guillermo Moreno. Como resultado, a pesar de la caída de nuestras exportaciones, seguimos disfrutando de un superávit comercial gracias al desplome de las importaciones, en especial las procedentes de Brasil, que en el lapso de un año se redujeron en un 43%. Hasta ahora, el gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva se ha resistido a formular una queja oficial ante la OMC por la conducta de nuestro país. De continuar multiplicándose las trabas, podría cambiar de actitud debido a las presiones del lobby industrial paulista, pero a esta altura entenderá que un gesto de tal tipo no serviría para mucho, ya que los resueltos a impedir que seamos "invadidos" por productos foráneos siempre podrán argüir que medidas como las supuestas por las licencias no automáticas de importación y así por el estilo no violan ninguna regla.

Tanto aquí como en el resto del mundo es bastante fácil construir barreras no arancelarias que resultan ser tan eficaces como cualquier medida desembozadamente proteccionista. Aunque los voceros de todos los gobiernos juran comprender muy bien que sería desastroso permitir que el intercambio internacional se paralizara y les gusta firmar documentos en que dejan sentado su presunto compromiso con la libertad de comercio, sus palabras en tal sentido suelen ser hipócritas. Puede que la Argentina sea uno de los países más reacios a abrir el mercado local, pero dista de ser el único en que los instintos proteccionistas son muy fuertes. Como reacción frente a la crisis económica mundial que ha golpeado a virtualmente todos los países, también propenden a cerrarse la Unión Europea, Estados Unidos y, es innecesario decirlo, gigantes tercermundistas como China y la India, en que los gobiernos están acostumbrados a emplear medios burocráticos a fin de favorecer a empresas importantes. Por su parte, los norteamericanos, cuyo presidente, Barack Obama, quiere liderar la cruzada planetaria contra las emisiones carbónicas, están preparándose para frenar las importaciones de países que no respeten las pautas exigentes en la materia que han planteado la Casa Blanca y el Congreso.

Los perjudicados por el colapso de las importaciones son muchos, ya que tener que conformarse con productos más costosos y de peor calidad significa resignarse a un nivel de vida más bajo, pero el sinnúmero de consumidores afectados no puede competir con los lobbies sectoriales que hablan de la necesidad de ayudar a los fabricantes locales y conservar las fuentes de trabajo que suministran. No sorprende, pues, que al profundizarse la recesión y aumentar a un ritmo alarmante la tasa de desocupación, las presiones proteccionistas resulten irresistibles. Aunque los economistas coinciden en que a la larga casi todos perderán si el mundo recae en el proteccionismo, ya que la expansión espectacular del comercio internacional que se registraba antes de la debacle financiera actuó como un motor de crecimiento sumamente poderoso que posibilitó el crecimiento generalizado gracias al cual miles de millones de personas pudieron salir de la pobreza extrema, la voluntad universal de aferrarse a lo que uno ya tiene está resultando ser más fuerte, razón por la que es muy grande el riesgo de que muchos otros países recurran a "instrumentos" proteccionistas como los reivindicados por Cristina.

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