Los cabildos americanos no sólo heredaron de España su organización institucional, sino también el aspecto arquitectónico. Esto último es lo que la gran mayoría identifica como cabildo, sin tener en cuenta que es una institución de gobierno.
Los cabildos, que tomaron ese nombre por su similitud con los eclesiásticos de las iglesias catedrales, fueron corporaciones originadas en el medioevo español y transportadas a América por los conquistadores. Fueron muy importantes, de tal manera que en los primeros tiempos de la conquista la fundación de ciudades era inmediatamente seguida por la instalación del cabildo.
Sus miembros eran elegidos por los vecinos el primer día de cada año, de modo que este cuerpo de gobierno representaba la voluntad de la población, aunque sólo reservada para la parte de mayor arraigo social y económico. Cumplía múltiples funciones, ejercía el poder de policía y administraba justicia, organizaba milicias para la defensa, se ocupaba de la higiene y arreglo de la ciudad, cobraba los impuestos, controlaba el comercio y reglamentaba el ejercicio de la medicina y la venta de medicamentos.
Generalmente estaban integrados por seis regidores y dos alcaldes (palabra de origen árabe que significa juez), a los que se sumaban otros funcionarios. El rey Felipe II dispuso que ciertos cargos pudieran ser vendidos al mejor postor, y lo recaudado se destinaba para paliar el déficit de las arcas reales. Los cargos no eran muy cotizados y muchas veces quedaban vacantes.
Había dos clases de cabildo: los ordinarios y los abiertos. El ordinario era la reunión de las autoridades que lo constituían. El cabildo abierto consistía en la reunión de los vecinos destacados del lugar, convocados para debatir alguna situación grave o excepcional. La convocatoria a cabildo abierto más conocida fue la del 22 de mayo de 1810, en la que se reunieron vecinos para discutir la posibilidad de instalar un gobierno patrio.
Los cabildos fueron abolidos en 1821, como parte de las reformas administrativas impuestas por Bernardino Rivadavia.
En la actualidad tres edificios destinados a cabildos, con sus clásicas arquitecturas, se conservan en el interior de país. Son los cabildos de Salta, de Córdoba y de Luján, en la provincia de Buenos Aires. Son monumentos históricos en muy buen estado gracias a restauraciones que han respetado sus fisonomías primitivas.
El de Buenos Aires se conserva con algunas modificaciones. Con motivo de la apertura de la avenida de Mayo, debieron derrumbarse tres de los cinco arcos del ala izquierda. En 1931 se tomó la misma medida con otras tres del ala derecha, para dar lugar al trazado de la diagonal Julio Argentino Roca. Por fortuna, la sala capitular donde se reunieron los próceres no fue tocada.
Por una ley de 1933, se salvó de la demolición total. En noviembre de 1939 el gobierno dispuso restaurarlo, respetando su tradicional fisonomía, con seis arcos menos de los trece originales.
Concluidas las obras, el edificio fue inaugurado el 12 de octubre de 1940. A partir de entonces se habilitó al público como museo y es el símbolo más representativo de nuestro primer grito de libertad del histórico 25 de mayo de 1810.
ABEL SANDRO MANCA
Especial para "Río Negro