Jueves 30 de Julio de 2009 20 > Carta de Lectores
Superajuste revolucionario

Cuando un gobierno conservador o centrista de un país capitalista decide que no le queda más alternativa que "ajustar", las críticas más severas siempre provienen de la izquierda marxista que lo acusa de hambrear al proletariado por motivos inconfesables. ¿Esto quiere decir que a ningún régimen marxista nunca se le ocurriría hacer algo tan cruel? Claro que no. Cuando de apretar las tuercas y obligar a los obreros a trabajar más por menos se trata, los militantes de la izquierda extrema suelen ser mucho más brutales que cualquier "neoliberal". Por lo tanto, no sorprendió en absoluto que el presidente -mejor dicho, comandante- cubano, Raúl Castro, reaccionara frente a los problemas económicos de su país ordenando la madre de todos los ajustes. Incluso se permitió denunciar con su vehemencia habitual a quienes pierden el tiempo gritando "patria o muerte" o, para variar, "abajo el imperialismo" cuando deberían estar sudando en el campo. Para Castro, la consigna es "ahorro o muerte" y, puesto que el régimen se ha declarado resuelto a enfrentar "los delitos económicos, ilegalidades e indisciplinas sociales", a los cubanos les convendría interpretarla literalmente.

Que el mundo capitalista, o sea casi todos los países del planeta con la excepción de algunos museos ideológicos como Cuba y Corea del Norte, esté en crisis no es ningún secreto. Desde la segunda mitad del año pasado se ve agitado por un temporal económico violento que ha provocado un sinfín de perjuicios tanto en las zonas más ricas del mundo como en las más pobres, pero pocos lugares se han visto tan golpeados como los últimos reductos del socialismo real. Ya antes de desatarse la crisis actual, Cuba se encontraba entre los países más pobres del hemisferio occidental con un salario mensual promedio de aproximadamente 20 dólares estadounidenses -76 pesos-, de suerte que para muchos el ajuste que acaba de anunciar el hermano menor de Fidel amenaza con ser sumamente doloroso.

En todas partes el desarrollo económico ha conllevado una reducción fenomenal de la proporción de quienes trabajan en el campo. Hace un siglo, casi la mitad de los trabajadores estadounidenses estaba empleada en el sector agrícola; en la actualidad, es cuestión de apenas el 2%, aunque en el lapso así supuesto la producción global aumentó enormemente. Lo que el régimen cubano tiene en mente, empero, es ir en el sentido diametralmente opuesto, ya que desde hace años Raúl Castro procura convencer a sus compatriotas de "la imperiosa necesidad de volver a la tierra"; en otras palabras: de regresar a una etapa económica más primitiva, como intentaron en su momento los fanáticos marxistas del Khmer Rojo camboyano. Fuera de Cuba, los únicos que comparten tal tesis son excéntricos que temen que el fin del mundo se acerque y esperan aguantar un poco más que sus vecinos atrincherándose en una pequeña granja autosuficiente con el propósito de vivir con lo que logren producir. Puede que para un individuo de gustos austeros dicha alternativa tenga ciertos méritos, pero para un país entero es francamente ridícula.

A diferencia de sus admiradores en otras partes del mundo que disfrutan de los presuntos beneficios emotivos de sentirse comprometidos con la revolución cubana sin por eso privarse de las ventajas materiales suministradas por el capitalismo, los cubanos de carne y hueso tienen el privilegio discutible de verse sacrificados en aras de una fantasía ideológica. Es de suponer que tarde o temprano tanto ellos como los todavía más pobres norcoreanos podrán reencontrarse con el resto del género humano, pero hasta entonces seguirán siendo cobayos a la merced de los responsables bien armados de un feroz experimento cuyo fracaso se hizo evidente hace décadas. No hay ninguna posibilidad de que el regreso a la tierra propuesto por Raúl Castro ayude a mejorar las condiciones materiales que tienen que soportar todos los isleños a excepción de los estrechamente vinculados con la oligarquía partidaria, pero es factible que el espectáculo brindado resulte conmovedor para aquellos que, por motivos un tanto misteriosos, siguen afirmando que la alternativa cubana es intrínsecamente superior a la elegida por los demás países.

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