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  Jueves 30 de Julio de 2009  
  Edicion impresa pag. 20 »  
  El sentido social de castigar  
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Corresponde preguntarse, en el marco social en el que nos desarrollamos, cuál es el sentido de aplicar un castigo frente a una acción contraria a lo que la ley manda, y nos incumbe hacerlo como ciudadanos pues este tema merece ser tenido en cuenta y discutido sin ambages y sin eufemismos, frente a la ola de inseguridad que nos azota y a la infinidad de magistrados que tienden, por razones varias, a liberar, con liviandad supina, a los delincuentes más abyectos.

A toda pena pueden reconocérsele tres fines: castigar al culpable de un hecho, proteger a la sociedad por su valor disuasorio y ejemplificador y, finalmente, el más naif de todos, la enmienda, la reeducación y resocialización del criminal.

Evidentemente, el segundo de los aspectos considerados -la protección de la sociedad, basado en el valor preventivo de la pena- no es una premisa cierta toda vez que la criminalidad crece día a día y los delincuentes actúan con mayor saña y menor reparo en el eventual castigo por su accionar. Entonces, la incierta posibilidad de una pena -concepto muy alejado de la certeza del castigo- sólo puede surtir efecto disuasorio en quienes, por su misma naturaleza pacífica, gregaria y responsable, no precisan justamente de la amenaza del sistema penal para cumplir sus obligaciones sociales.

En cuanto al fin resocializador de la pena -entendido éste como las acciones educativas llevadas a cabo sobre un individuo durante la privación de la libertad del mismo- constituye una falacia per se; sabido es que las cárceles, a pesar de lo normado por la Constitución nacional, no son ni sanas ni limpias y que su fin está muy lejos de reeducar y, por ende, resocializar al criminal, básicamente por dos motivos: primero, porque el personal que allí se desempeña no es, en líneas generales, educado en el más puro sentido de la palabra sino, y apenas, instruido; segundo, pues educar significa llevar adelante un difícil y continuo proceso, inacabable por definición, que implica años de sacrificio y esfuerzo que no todos están dispuestos a proseguir. Por otro lado, la alta tasa de reincidencia criminal avala nuestras palabras sin necesidad de mayor esfuerzo probatorio; el reingreso permanente de los mismos sujetos al sistema penal habla por sí mismo.

De ser cierto que se cumple el fin formativo una vez encarcelado el sujeto, este fenómeno de insistencia delictiva no debiera ocurrir toda vez que la función de la educación, si este proceso se ha completado, consiste, entre otros varios fines, en permitir al individuo elegir, frente a distintas posibilidades, la alternativa socialmente útil antes que la que hace a su inmediata y primaria satisfacción personal.

Ergo, el sentido del castigo no es ni el de disuadir ni el de reinsertar al criminal en la sociedad normativa, aquella respetuosa de la ley; por ende, la finalidad de la pena es, precisamente y sin sutilezas, la de castigar, sin ulterioridad filosófica alguna, y la de proteger a la sociedad de la reincidencia de ese delincuente mientras el mismo esté encerrado, segregado tras los barrotes y muros de la cárcel.

Entonces, cabe preguntarse a su vez si es lícito el castigo en sí mismo, sin finalidad superior que legitime su existencia.

La sociedad, considerada en conjunto, se divide en dos subgrupos claramente diferenciados: aquel que respeta la norma y aquel que la viola. El segundo, independientemente de los distintos tipos de ilícitos que se puedan considerar, está compuesto en gran medida por sujetos que atacando de manera sanguinaria, inhumana e irreflexiva, arrebata bienes y vidas de los ciudadanos honestos, inermes ante su accionar predatorio. Vecinos decentes que, además, no gozan siquiera de la protección de magistrados que, por parecer progresistas, por mostrarse respetuosos hasta el absurdo de garantías constitucionales, malinterpretándolas, liberan, cada vez con mayor facilidad, a los pocos criminales que llegan a juzgar.

Del universo de delitos cometidos a diario, sólo el cincuenta por ciento o menos es denunciado; de éstos, apenas un diez por ciento, aclarado y finalmente, de estos pocos resueltos policialmente y elevados a juicio, únicamente un uno a dos por ciento alcanza condena firme. Así, se concluye que no solamente se han perdido los fines más elevados atribuidos al castigo sino, además, el fin más simple de la pena: la retribución por el daño causado.

Siendo así la cuestión, resultando pocos delitos esclarecidos y muchos menos aún castigados por imperio de leyes anacrónicas, de abogados que defienden aun lo indefendible y de jueces horrorizados de cumplir su función de aplicar sanciones, el camino queda expedito para que protervos delincuentes medren a sus anchas.

El sentido de sancionar los actos delictivos debe ser, sin más vueltas, retribuir el mal causado encarcelando al sujeto que lo ha ocasionado; encierro durante el cual, no seamos ingenuos, el individuo no será reeducado ni resocializado pero durante el que no podrá seguir infligiendo un daño muchas veces irreparable. Y esto es, sin mayores vueltas, lo que convierte al castigo en legítimo medio de defensa de la sociedad normativa frente a la sociedad delictiva.

Para ello, para aplicar el merecido castigo a quien transgrede la norma, sólo hacen falta leyes claras y concretas, sanciones firmemente aplicadas a quien las viole y magistrados con voluntad de cumplir su rol sin temor, aunque esto implique la destrucción del universo artificial en que ellos se movilizan, discurriendo en un mundo ajeno al del resto de los ciudadanos y citándose unos a otros cual modernos oráculos.

 

ALEJANDRO A. BEVAQUA (*)

Especial para "Río Negro"

(*) Médico. Especialista en Medicina Legal


ALEJANDRO A. BEVAQUA

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Los comentarios que aparecen a continuación son vertidos por nuestros lectores y no reflejan la opinión de la Editorial Río Negro S.A. Los comentarios se publican sin editarlos y sin corregirlos.
Nos dejo su opinión
30/07/2009, 14:30:27 Reportar Exceso
jose luis
La justificaciòn y fìn del castigo fue y serà filosòficamente un tema central de discuciòn, retribucionista, utilitaristas y simpatizantes de teorìas intermedias seguiran construyendo elucubraciones complejas tratando de convencer que es su teorìa la mas ajustada a la realidad, mientras tanto tenemos que convivir con la dura realidad, esta sociedad cada vez mas violenta, violencia que el sistema de justicia penal alienta dìa a dìa con fallos insòlitos, que la sociedad no puede entender, que Galar haya sido muerto en una riña es algo que la sociedad no puede entender, un ataque de cuatro, cinco o mas personas a otra que no se defiende ¿es riña?, creo que una de las formas de revertir esta sensaciòn de injusticia permanente en la que vivimos es que quienes condenan sean parte del pueblo mismo, "juicios por jurados", aquellos que inbuìdos en el sentir social tengan el veredicto final, será una forma de comenzar a hacer justicia
30/07/2009, 12:15:06 Reportar Exceso
Hetitor
SEGUNDA PARTE f) El estado no debe hacerse el boludo y crear fuentes de trabajo "obligatorio" para estas personas cuando queden libres y que sigan pagando lo que deben por el gasto realizado por el estado. g) basta del 2 x 1, salidas transitorias y toda esa mierda... una pena es una pena y como tal debe "sufrirse". h) a los violadores control permanente con sistemas de seguridad (dispositivos electrónicos) y al reincidente por este delito "cadena perpetua". i) si algún recluso tiene algún plan o beneficio social, quitárselo y que el dinero vuelva al estado ... hay tanto por hacer, pero parece que a alguien no le conviene... a que no saben a quién??? FIN
30/07/2009, 12:14:35 Reportar Exceso
Hetitor
PRIMERA PARTE: El tema de los chorros es muy fácil de solucionar. a) Leyes sobran, solo hay que aplicarlas "con fuerza" (sino díganle a Galar). b) En las cárceles hay que fomentar el trabajo "obligatorio", el que no trabaja come media ración y vive recluido en una piecita (nada de sexo con otros chorros trolos) y la educación "obligatoria" (a mayores y "menores" especialmente). c) Cárceles modernas con celdas "individuales" (se controlan a los reclusos con menor cantidad de uniformados = menos gasto público). d) Que en la cárcel no estén mejor que en la casa, esto es prohibir tele, radio, diarios, teléfonos (basta de secuestros virtuales y manejar sus "cuentas" desde adentro), terminar con las visitas higiénicas (están presos no en un telo), etc. el que se hace el loco, restringirle "comodidades" por muuuuucho tiempo. e) deben "pagar" al estado los gastos ocasionados por su permanencia en las cárceles (si... con trabajo). sigue...
30/07/2009, 11:35:06 Reportar Exceso
Viernes
quise decir politiqueros.-
30/07/2009, 11:33:39 Reportar Exceso
Viernes
Yo lo único que quiero es una sociedad con premios y castigos, cuando el que cumple es valorado y el que delinque es apartado de la sociedad... si esto no está claro, pasa lo que está pasando. Siempre buscando peros para no castigar.... ¿y los demás ciudadanos, que? Los demás ciudadanos qué DDHH los asisten>??? Por algo estamos como estamos, un país de cuarta, sin salud, educación, seguridad y lleno de poliqueros corruptos que todavía se dan el lujo de pedir austeridad a los trabajadores.-
30/07/2009, 11:21:44 Reportar Exceso
Silvia
Siempre filosofando.... asi no va a los argentinos. Continuamos siendo una sociedad adolescente....CREZCAMOS por favor !!! Yo por ahora, me conformaría con que los abogados estudien ETICA y LA apliquen en su profesión, en sus colegios de abogados y en que todos los que intervienen en el sistema judicial SE HAGAN CARGO de sus responsabilidades y resuelvan en consecuencia. Pero la verdad es que muchos abogados se vuelven inescrupulosos pues recurren a cualquier metodología (incluso testigos falsos) para ¨salvar¨a traficantes de drogas, asecinos y toda clase de delincuentes, por honorarios que les permiten una vida digna ???? a ellos y sus familiares. Que Dios y la Patria se los demanaden.
30/07/2009, 11:17:59 Reportar Exceso
Carlos Eduardo
Bevaqua defiende la doctrina del "ojo por ojo, diente por diente" a la que agrega otro aspecto, evitar temporalmente que el malhechor siga haciendo daño. La primitiva teoría retributiva del "ojo por ojo..." al menos es "justa" ya que iguala la retribución al daño, para lo que habría que imponer la pena de muerte (que en Argentina, en la forma en que funciona la justicia, seguramente sería más aplicada a inocentes que a culpables). En cuanto a la prevención por encarcelamiento, mejor sería deportarlos (si algún otro país está dispuesto a aceptarlos) o matarlos (solución definitiva y barata). Tal vez podríamos enviar a todos los delincuentes a una isla desierta para que creen una nueva sociedad de acuerdo con sus propias reglas, lo que muy educativo si sobreviven, ya que una de las reglas que allí seguramente no habría es el respeto a la vida. El planteo de Bevaqua me parece simplista e inmoral.
30/07/2009, 08:27:41 Reportar Exceso
olc
La globalizacion e internet hace que se conozcan donde viven jueces y familiares, asi como tambien las "presiones" a las que es sensible cada uno, por otro lado, cualquier legislacion tiene huecos donde hacer pie fallos livianos. Queremos que la justicia sea insensible a presiones? habra que pasar al uso de maquinas! todo imputado pasa por un detector de mentiras donde le leen la ley que supuestamente transgredio y le preguntan si lo hizo, y porque, se le aplica un algoritmo de atenuantes y el veredicto sale con penas y todo.
30/07/2009, 06:46:46 Reportar Exceso
pepe1
El castigo, tal como se muestra en la nota, termina satisfaciendo al castigador. Pero satisfacerse en el dolor del Otro es colocarse en la posición moral del delincuente. Como en la venganza. Cuando el estado castiga por castigar nomás, se declara insensible. Y eso es malo porque su imagen es fuente inspiradora de la subjetividad de los ciudadanos. ¿En que sociedad terminaríamos? Ojo, no arrojemos leña al fuego, no estimulemos dar palos por el placer de darlos... aunque tengamos ganas. Pepe1
30/07/2009, 05:27:57 Reportar Exceso
POLEMISTA
En este sentido he escuchado a políticos, comentaristas y abogados, decir que "la pena de muerte no sirve porque no disminuye el delito", sin percatarse de que la pena de muerte tiene por único objeto castigar a un criminal y no dismuir el delito. Si lo hace, en buena hora, pero no es esa su finalidad. El Código Penal es un cuerpo punitivo y no disuasivo ni escarmentador, por eso sólo dice "el que matare a otro tendrá tal pena", pero no agrega "y que esto sirva de lección" .
30/07/2009, 03:12:53 Reportar Exceso
filoso-fo
Para tratar este complejo tema, hay que hacer comparaciones y estudios sobre como afrontaron el problema en los países que consideramos del mundo desarrollado. Hecha esta aclaración debemos afirmar que, efectivamente, en dichos países las penas son más duras (existe la pena capital) las leyes más inflexibles, escasa o nula ambiguedad en la interpretacion, y jueces más capacitados para ejercer sus fallos.Y Esto solo,como resultado de una comparacion. Habria que agregar la corrupción política, el sistema económico, el sistema educativo, la cultura, la geografía, el lugar, las drogas, los medios masivos de comunicación etc etc etc.
 
 
 
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