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ETA celebra sus 50 años (Por Sara Barderas, DPA) | ||
Debilitada, pero con capacidad para seguir matando. ETA cumple 50 años con un tétrico balance: 856 muertos en cinco décadas en su pretensión de lograr la independencia del País Vasco de España. Los expertos sugieren que tiene sus días contados por un apoyo social cada vez más mermado, la ilegalización de su entorno político y los golpes policiales que la han ido descabezando. Pero nadie se atreve a decir cuándo se desmoronará exactamente. Corrían los años 50, en mitad de la dictadura de Francisco Franco, cuando se dieron los primeros pasos hacia la formación de la que hoy es la única organización armada que actúa en Europa occidental. A principios de esa década, un grupo de estudiantes creó la organización nacionalista clandestina EKIN. De ella surgió después una escisión: Euskadi ta Askatasuna (ETA, Euskadi y Libertad), de presupuestos independentistas y más tarde también marxistas y cuya reunión constitutiva se celebró el 31 de julio de 1959 en Bilbao. Su acción violenta comenzó con explosivos en dependencias policiales y administrativas e incendios en periódicos. Tardó casi diez años en cobrarse su primera víctima mortal, un guardia civil de la agrupación de tráfico al que dos terroristas dispararon en un control cercano a la localidad vasca de Tolosa. Pero a partir de ahí, las muertes no pararon: el comisario Melitón Manzanas, símbolo de la represión de la dictadura y temido no sólo por ETA, sino también por quienes lucharon por la llegada de la democracia al país; Luis Carrero Blanco, presidente del gobierno en el franquismo. La acción etarra se identificó entonces con la lucha contra el dictador, por lo que se ganó la simpatía de movimientos de izquierda dentro y fuera del país. Pero en 1977 llegó la democracia y con ella la amnistía y la concesión del autogobierno al País Vasco y entonces se vio que el camino emprendido por la serpiente enroscada en un hacha iba a continuar pese al avance de las libertades en España. Si Franco la había combatido sentenciando a muerte a varios de sus miembros, en los 80 fue el GAL, un escuadrón de la muerte que actuó con la connivencia de cargos estatales, el que "cazó" y mató a etarras y puso en entredicho presupuestos de la nueva democracia. Los años 90 fueron los de la "socialización del sufrimiento", la metáfora empleada por ETA para poner en el punto de mira no sólo a militares, guardias civiles y policías, sino también a dirigentes políticos, periodistas, concejales, jueces, empresarios. Tuvo un plan para matar al rey Juan Carlos y lo intentó con José María Aznar cuando era jefe de la oposición, pero su mayor matanza fue de personas anónimas sin relación alguna con la política o las fuerzas de seguridad. El 19 de junio de 1987, un coche bomba acabó con la vida de 21 personas en el centro comercial Hipercor de Barcelona, un crimen que impulsó a algunos etarras a abandonar la organización. El cruel asesinato del concejal del Partido Popular (PP) Miguel Ángel Blanco supuso también un antes y un después. ETA lo secuestró en 1997 y dio un macabro ultimatum al gobierno de Aznar: si en 48 horas no se trasladaba a cárceles del País Vasco a los 500 presos etarras repartidos por toda España, Blanco moriría. Y lo cumplió. Coches bomba, disparos por la espalda, tiros en la nuca, secuestros, extorsiones. Sólo cinco años de la reciente historia pasaron las hojas del calendario sin sangre derramada por ETA: 1970, 1971, 1999 -durante una de sus treguas- y los dos primeros años del gobierno Zapatero (2004-2005). Aunque ha seguido cobrándose vidas, la más reciente la del policía Eduardo Puelles en junio, los últimos tiempos fueron duros para ETA. Los golpes policiales han hecho caer su cúpula en varias ocasiones, numerosas detenciones de sus miembros han desmantelado comandos terroristas e impedido la formación de otros, su entorno político ha sido ilegalizado y su ideario ha quedado fuera de las instituciones. "No es el fin", advierte no obstante cada tanto el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba. ETA todavía "puede hacer daño". El Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo avaló en junio la Ley de Partidos, aprobada ad hoc en 2003 para la ilegalización de Batasuna (Unidad) y sus sucesores, una "catástrofe" para el portavoz de la formación, Arnaldo Otegi. Y en los últimos tiempos, históricos miembros de ETA han apostado desde las cárceles en las que cumplen condena por poner fin a una historia de 50 años. "La dirección es cada vez más oscura y más negra. No se sabe quién decide, quién recomienda, quién asesora", indicó recientemente Julen Madariaga, uno de los fundadores de ETA. Algunos sitúan el inicio del fin en la ruptura de la última tregua, cuando ETA hizo estallar en diciembre de 2006 una furgoneta bomba en el aparcamiento del aeropuerto de Madrid, matando a dos personas y poniendo fin al proceso de diálogo iniciado con el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Pero los expertos no confían en que alguien impulse desde dentro una reflexión que concluya en su desintegración, si bien apuntan a una destrucción por la presión policial y social antes o después. "Ya la violencia no conduce a nada. Yo me di cuenta de ello, pero otros no. No tuvieron cojones para denunciarlo", aseguró Madariaga. Dejó ETA y su brazo político y ahora forma parte de Aralar, que desde 2001 defiende la independencia del País Vasco desde presupuestos democráticos. "ETA no ha tenido la lucidez ni la valentía política de ver que los tiempos han cambiado dentro y fuera del País Vasco". DPA | ||
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