Miércoles 29 de Julio de 2009 18 > Carta de Lectores
La amenaza iraní

Durante su breve visita a nuestro país, el canciller israelí Avigdor Liberman calificó al régimen teocrático de Irán de "demencial y muy peligroso" y por lo tanto "la mayor amenaza para el mundo". Puede que haya exagerado, aunque sólo fuera porque la imprevisible dictadura estalinista de Corea del Norte también podría provocar una conflagración apocalíptica en el Lejano Oriente y porque persiste el riesgo de que el importante arsenal nuclear de Pakistán caiga en manos de islamistas de mentalidad todavía más truculenta que la de los religiosos iraníes, pero en vista de la voluntad declarada no sólo del presidente Mahmoud Ahmadinejad sino también de muchos otros jerarcas del régimen de ver a Israel "borrado del mapa", es comprensible que Liberman haya pensado así. Sucede que si bien los gobernantes de otros países propenden a minimizar el peligro planteado por el programa nuclear de la "república islámica", los israelíes no pueden darse tal lujo. Si la historia le ha enseñado algo al pueblo judío, esto es que hay que tomar muy en serio las amenazas genocidas proferidas por enemigos poderosos y que sería un error acaso fatal confiar en que "la comunidad internacional" interviniera a tiempo para ayudarlo. Por el contrario, la creciente hostilidad hacia Israel de buena parte de la elite política e intelectual de Occidente puede tomarse por una señal inequívoca de que lo abandonaría a su suerte.

He aquí la razón por la que la sospecha de que el presidente norteamericano Barack Obama no se siente tan plenamente comprometido con la defensa de Israel contra quienes sueñan con destruirlo como sus antecesores ha aumentado el peligro de que pronto estalle una guerra devastadora en el Medio Oriente. Aunque la secretaria de Estado, Hillary Clinton, endureció su postura luego de haber dado a entender que la superpotencia se había resignado a que tarde o temprano Irán adquiriera un arsenal atómico, muchos israelíes ya habían llegado a la conclusión de que no tendrían más opción que la de intentar impedirlo por sus propios medios. Huelga decir que las consecuencias de un ataque israelí encaminado a eliminar o, por lo menos, a postergar la amenaza serían con toda probabilidad catastróficas, pero a juicio de sus líderes sería todavía peor la alternativa de verse constreñidos a convivir con un Irán nuclear. Aun cuando el régimen iraní no hiciera uso del poder que le brindaría disponer de bombas atómicas, saber que en cualquier momento podrían ser blancos de una ofensiva nuclear sería intolerable para muchos israelíes. Por lo demás, los países árabes de la región se sentirían obligados a dotarse de armas igualmente destructivas, mientras que agrupaciones violentas apadrinadas por Irán como Hizbollah y Hamas se harían todavía más agresivas de lo que ya son.

Al parecer consciente de que su afirmación de que Estados Unidos ayudaría a los vecinos de Irán a defenderse, ofreciéndoles un "paraguas nuclear", había ocasionado más alarma que alivio en el Medio Oriente, Clinton trató de tranquilizar a los preocupados aseverando que Washington "no permitiría" que los ayatollah consiguieran una bomba atómica propia, pero en vista de la actitud conciliadora de Obama frente al régimen teocrático puede entenderse que muchos duden de su voluntad de actuar antes de que ya sea tarde. Mal que le pese a Obama, todo hace pensar que los iraníes continuarán sus esfuerzos nucleares hasta chocar contra una barrera que sea lo suficientemente dura como para obligarlos a abandonarlos, si es que se construye una. En el caso de que Estados Unidos no esté preparado para asumir dicha responsabilidad, los israelíes tendrán que decidir si les conviene más limitarse a rezar para que el régimen islamista se conforme con amenazas verbales o correr los riesgos tremendos que les supondría intentar demoler las instalaciones nucleares iraníes. El dilema que enfrentan sería menos terrible si hubiera motivos para confiar en que quienes gobiernan Irán entenderían que no sería de su interés hacer de la eliminación del "ente sionista" una prioridad absoluta, una que justificara el riesgo de un contraataque nuclear israelí, pero por tratarse de fanáticos que se enorgullecen del desprecio que sienten por la vida tanto ajena como propia no hay ninguna seguridad de que piensen de tal modo.

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