El 26 de julio de 1890, 119 años atrás, se producía la Revolución del Parque. Un grupo de pensadores inquietos decidieron enfrentarse a lo que en ese momento denominaron el Unicato, el gobierno de los privilegios para unos pocos, el gobierno de los parientes y amigos.
Protagonistas de esa página de la historia fueron Leandro Alem, Aristóbulo del Valle, Lisandro de la Torre, Bernardo de Irigoyen, Bartolomé Mitre, Francisco Barroetaveña, entre tantos otros.
En Francisco Barroetaveña quiero detenerme en estas líneas. Este joven publicó el 20 de agosto de 1889 un artículo en el diario "La Nación" titulado "¡Tu quoque juventud! (en tropel al éxito)", en el cual increpaba duramente a la juventud de aquel momento, que había decidido reunirse en fecha próxima para expresar públicamente su adhesión incondicional al presidente Miguel Ángel Juárez Celman.
Ese artículo fue el germen del nacimiento de la Unión Cívica Radical y de la posterior Revolución del Parque o del ´90, como se la conoce. Algunas de sus líneas siguen teniendo notoria vigencia. Ojalá algún día podamos recobrar la rebeldía de la que habla el artículo, aunque no debe ser casual que ni una línea se haya escrito al respecto en una provincia gobernada por el radicalismo desde 1983.
Reproduzco algunos de sus párrafos, quizás sirva para comprender los altos ideales que tuvo en su nacimiento el centenario partido y para entender que nada tiene que ver con lo que muchos de sus dirigentes suelen hacer:
"El Dr. Joaquín Nabuco dirigió a los estudiantes de Derecho estas intencionadas palabras: ´La grandeza de las naciones depende del ideal con que su juventud se forma en las aulas, y la humillación de aquéllas proviene de las traiciones que los hombres hacen a sus ideales históricos´. Pensamiento tan elevado y severo ha coincidido en Buenos Aires con los aprestos para un banquete político de un grupo de jóvenes que manifestarán su adhesión incondicional al presidente de la República, según lo hace comprender la invitación publicada.
"El paso político que va a dar la juventud juarista ni es nuevo en nuestro país ni tampoco honroso para el civismo argentino. Ésta y aquella adhesión no significan otra cosa que la renuncia a la vida cívica activa de los jóvenes para desaparecer absorbidos por una voluntad superior que los convierte en meros instrumentos del jefe del Poder Ejecutivo.
"La juventud que así inmola su energía cívica poniéndose bajo la dependencia de un poder cuyas órdenes se cumplen en silencio sin la menor objeción, ¿realiza algún ideal formado en las aulas? ¿Practica algún principio usual en las naciones civilizadas que gozan de organización constitucional? ¿Imita movimientos análogos de la juventud de esos pueblos? (?)
"La República no gozará probablemente de verdadero bienestar sino cuando se opere la reforma de sus costumbres e instituciones por medio de la instrucción y educación pública, siguiendo un vasto plan pedagógico, como lo ha pronosticado el educacionista doctor Berra (?).
"Las finanzas de la nación están entregadas a un ilusionista o culpable que las lleva, fatal y velozmente, por la pendiente del abismo; la moral administrativa de gran número de reparticiones públicas gime bajo el peso abrumador de terribles acusaciones, sin que de arriba se inicie correctivo eficaz y saludable (...).
"En medio de este general desgobierno, o del imperio de este régimen funesto, que suprime la vida jurídica de la nación reemplazándola por el abuso y la arbitrariedad, se sienten los primeros trabajos electorales para la futura presidencia, asegurándose que el presidente actual impondrá al sucesor que se le antoje, pues dispone del oro, de las concesiones y de la fuerza necesaria para enervar los caracteres maleables y sofocar cualquier insurrección.
"¡Éste es precisamente el momento elegido por un grupo de jóvenes de la capital para renunciar al civismo, adhiriéndose sin condiciones a la voluntad del presidente, de ese hombre público que se manifiesta débil, impotente e inepto para gobernar con moralidad y justicia al pueblo argentino!
"Son tristes y desconsoladores estos movimientos de la juventud, que de ser imitados nos llevarían a una franca y vergonzante dictadura. Movimientos sin ningún ideal noble, generoso y patriótico; sin proseguir ninguna idea o doctrina que signifique un progreso para el pueblo o la reforma de instituciones deficientes; nada, nada; se busca sencillamente la aproximación al mando, la fruición del poder, a costa de la sumisión, en cambio de la servidumbre política.
"La supresión de la vida jurídica de un pueblo que garanta a los habitantes la libertad y la justicia no permite ninguna expansión de aquellas que se imaginan los jóvenes cuando penetran al poder por una puerta falsa. Cuando se les precisa no se escatiman las ofertas: diputaciones, ministerios, directorios, etc., pero luego no se cumple lo prometido, o se confieren los empleos en condiciones tan humillantes que es preferible abandonarlos por razones higiénicas.
"Para la mayoría que resiste las tentaciones del poder y vive en modesto retiro, les citaremos unas hermosas palabras del canciller D´Agnesseau, hablando de Demóstenes: ´Censor severo de la conducta de su pueblo, será más popular que los que adulan las tendencias de la muchedumbre; se atreverá a presentar a la vista de ésta la triste imagen de la virtud inflexible y penosa, llegando hasta conseguir que se prefiera lo justo y lo bueno, aunque difícil, y frecuentemente de éxito desfavorable, al atractivo y a las dulzuras de una indigna prosperidad´.
"Ponemos punto final, formulando un voto que desearíamos en el alma que se cumpliera. Que en el momento de los brindis, la altivez nacional indignada paralice la lengua de esa juventud, volviendo cada uno a su hogar mortificado por el remordimiento de la adhesión cesárea".
ARIEL GALLINGER (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Concejal por ARI. Viedma