Lunes 27 de Julio de 2009 12 > Carta de Lectores
Sangría de poder

Para alivio del gobierno kirchnerista, la semana pasada no se produjo la temida ruptura de la CGT que lo hubiera privado de un aliado que le es fundamental, pero así y todo Hugo Moyano salió debilitado de la gresca con "los gordos" que aprovecharon la oportunidad brindada por la merma del poder oficial para ponerlo en su lugar, lo que es otra mala noticia para la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su marido. Para conservar su puesto, el camionero, presionado por la Casa Rosada, tuvo que pedir disculpas a los otros jefes, además de resignarse a perder ciertas prerrogativas. Por tratarse de un personaje sumamente agresivo, reconciliarse así con sus rivales le fue con toda seguridad una experiencia humillante, una que, entre otras cosas, le habrá recordado que disfrutar del respaldo de los Kirchner ya no vale tanto como en el pasado. No sorprendería, pues, que en las semanas próximas Moyano se esforzara por distanciarse de ellos.

Desde el punto de vista oficialista, es imprescindible que Moyano siga como jefe de una central obrera que por lo menos permanezca formalmente unida. Como casi todos los peronistas, los Kirchner son de mentalidad corporativista y por lo tanto están convencidos de que las divisiones sectoriales son intrínsecamente malas, aun cuando en una sociedad pluralista, y presuntamente democrática, como la argentina, no existen motivos para que no haya dos, tres o más organizaciones sindicales distintas con la misma personería jurídica. Pero no sólo es una cuestión de principios. Si los compañeros de Moyano lo echaran del liderazgo de la CGT, o si optaran por marginarlo creando una suerte de CGT paralela, el gobierno no contaría con un dique de contención contra la marejada de paros y protestas que le esperaría si los caciques sindicales se pusieran a competir por ver cuáles de ellos lograrían las "conquistas" más impresionantes para sus afiliados. Dicho de otro modo, si todos se comportaran como Moyano, el que nunca ha vacilado en aprovechar su poder para privilegiar a los camioneros en desmedro de los afiliados de otros sindicatos, la crisis económica se agravaría muchísimo más al desatarse una caótica ofensiva laboral.

A diferencia de otros países en que sólo los ideólogos más autoritarios pensarían que "la unidad monolítica" sindical sería beneficiosa, la Argentina parece incapaz de encontrar un punto intermedio entre la rigidez propia del sistema corporativista existente y la anarquía competitiva. Fue por este motivo que el gobierno kirchnerista se sintió obligado a intervenir directamente en la interna sindical como si la CGT fuera una repartición oficial más. Con todo, si bien el poder participar en las luchas sindicales le da ciertas ventajas al gobierno, también le supone el riesgo de pagar un costo político abultado si no puede imponer su voluntad. En efecto, para buena parte de la ciudadanía, el que a pocas semanas de las elecciones legislativas la CGT estuviera a bordo de una fractura formal fue una señal inequívoca de que el poder de los Kirchner está reduciéndose día tras día, ya que una razón por la que "los gordos" se alzaron contra Moyano fue la conciencia de que no sería del interés de la central obrera quedar comprometida con un "proyecto" en decadencia que a su juicio no tiene ninguna posibilidad de reflotarse.

Es innecesario decir que entre los factores en juego está el reparto de los miles de millones de pesos supuestos por las obras sociales que aportan tanto los asalariados como los empresarios pero que manejan, sin que nadie los controle, los jefes sindicales por lo común vitalicios, de los que muchos se las han arreglado para acumular un patrimonio personal envidiable. Como no pudo ser de otra manera, a "los gordos" no les gusta para nada la forma discrecional de distribuirlos que es característica de Moyano. En su propio ámbito, el camionero se ha acostumbrado a actuar como hacen los Kirchner ante los gobernadores provinciales, intendentes municipales y otros. Parecería que en adelante Moyano tendrá que permitir que los demás líderes sindicales lo ayuden en la tarea de repartir el contenido de una caja que creía suya, mientras que por su parte los Kirchner, muy debilitados por los acontecimientos recientes, se verán constreñidos a tomar en cuenta las necesidades de los mandatarios territoriales.

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