Jueves 23 de Julio de 2009 > Politicas
Política, actualidad y construcciones discursivas 
Por Juan Carlos Bergonzi,  Profesor Investigador Fadecs-UNComahue  jcbergonzi@gmail.com
Hechos recientes, protagonizados por figuras políticas, reiteran  modelos comunicativos distantes de las demandas ciudadanas. En realidad  lo ocurrido hace  semanas, en distintos puntos de la  geografía física y humana, no está  alejado  de los estándares discursivos  acentuados en la reciente  campaña electoral para legisladores nacionales y en las evaluaciones pos comiciales.

 

La vieja consigna familiar   “no hablar de terceros” y menos en público, o la recomendación bíblica   “no juzgar para no ser juzgados”  se cambió por  el persistente comentario devaluativo del otro, la incorporación de vocablos descorteses, de mal gusto, sicalípticos dirigidos, se presume, a agradar a las  audiencias mediáticas. Todo sin un  mensaje explicito o subyacente que incluya ideas superadoras.

 

¿Qué pueden hacer los maestros frente a esta ola incontinente  de agravios inapropiados en  la formación infantil? Un tema  abandonado  no obstante declamaciones a favor de la educación formal como valor superlativo.  Queda evidenciada    la nulidad de convicción que el   receptor advierte y  que lo conduce a la no credibilidad del discurso público.

 

La desconfianza, incertidumbre  y  negación traducen    sentencias tales como “todo es falso” “Qué manera de...”   que  se absorben como válidas  en la convivencia cotidiana.

 

La crispación actual es, en parte, producto de la falta de fe en la comunicación emitida por los necesarios dirigentes políticos. No se envían señales claras, asequibles, con  planes o programas a futuro.

 

Los mensajes recibidos se descartan o su decodificación se torna aberrante. La comunidad de intereses, plataforma básica del acto comunicacional no se constituye. Deben existir, para que ello  ocurra coincidencias mínimas  en la interpretación de los problemas.

 

En los  mensajes colectivos, dirigidos a  audiencias  heterogéneas, las voces suenan, en la mayoría de las oportunidades, con el agregado del famoso “ruido” en la comunicación.

 

Los ruidos, se sabe, pueden ser técnicos o semánticos. Los últimos son los más difíciles de superar ya que provocan   descalabro en la construcción de la alocución  desde su   vaguedad, incertidumbre, inmoderación.    Una suerte de agresión psíquica.

 

Se conforma un acto comunicacional violento, que estimula incomodidad, no acrecienta la apertura  cultural  del receptor. Derrumba la capacidad de creer en el otro. Angustia  al hombre/mujer que día a día  se siente más solo,   desamparado.

 

Muchos ciudadanos expresan el deseo de concluir con esta   comunicación trivial, que subestima  la capacidad de los oyentes. ¡Déjennos de tomarnos el pelo! ¡Queremos creer! ¡Necesitamos confiar!  Son demandas que recorren la interacción humana en mesas familiares, reuniones y encuentros.

 

No es novedad que los actores principales de la actividad política   planifican su futuro. No acaban de obtener una posición y ya expresan su intención de acceder a otro escalón más significativo. Incluso algunos, a horas de llegar a una meta, manifiestan esa intención, con la consiguiente decepción de sus seguidores.

 

La carrera de ascensos  se observa como   imparable.  La intención de esos protagonistas no transmite más que   logro personal. La formulación  verbal de propósitos se basa, en su mayoría,  en la crítica con argumentación “ad hóminem“.

 

Los grandes temas y conflictos de la sociedad no están en la agenda y su enunciación se limita  a lo que todos juzgan como universales ineludibles: pobreza, salud, inclusión, exclusión, seguridad. ¿Quién puede no acordar  prioritario este repertorio, más frente al esplendor de una cámara de televisión?

 

El cómo se hace no ingresa al texto del mensaje. La comunicación de los conflictos debe apoyarse en verdades descarnadas. Igual las propuesta para enfrentar y resolver las cuestiones de fondo.

 

¿Cómo hacerlo si lo único que se hace es tejer una red de comentarios  sin diagnósticos surgidos de equipos dedicados la investigación técnica y científica que permitan pensar el país con noción estructural de progreso?

 

  La comunicación y la cultura son inseparables. Está a la vista de todos.

 

 La forma de comunicarnos pone de relieve la crisis que transitamos.

 

 

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