La reciente visita, invitado (como si fuera una suerte de "promotor") por el gobierno nacional, del "Relator de las Naciones Unidas para la Libertad de Expresión", el guatemalteco Frank La Rue, terminó convirtiéndose en un sainete plagado de contradicciones. La Rue es, cabe destacar, un hombre sin mayores antecedentes de nota en esta materia. Más aún, es afecto a expresarse con frases grandilocuentes, a la manera de reconocido experto. Ésa es una de sus debilidades. Que no siempre ayuda.
No hace mucho (el 30 de marzo pasado) declaró ante el diario ecuatoriano "El Universo" que "el gobierno debe tener acceso a los medios, pero no manejarlos". Para La Rue entonces los "medios públicos" deben ser autónomos, esto es "no responder al gobierno ni al partido oficial". Parece claro como concepto. Y tener algún sentido, pese a su rigidez.
Pero es curiosamente todo lo contrario que lo que postula la peligrosa propuesta kirchnerista plasmada en el confuso "Proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual", que propone reservar nada menos que la enormidad de un tercio del total del espectro radioeléctrico a la "gestión estatal", poniéndolo en cabeza de "Radio y Televisión Argentina Sociedad del Estado" con directores a ser designados, a dedo, por el Poder Ejecutivo Nacional.
Ésa es la grave propuesta para la que La Rue fue pícaramente invitado por la Cancillería de nuestro país a aplaudir y endosar. Una propuesta que, por ello, terminó siendo genérica y generosamente ponderada por La Rue en una tumultuosa sesión en el Congreso de nuestro país. Pese a que allí demostró no conocerla. Propuesta que, según dice el propio Frank La Rue en la página web de las Madres de Plaza de Mayo, "nunca se ha visto". Y es cierto: es inédita, lo que no debe llamar la atención, porque es totalmente descabellada.
No advertir lo mucho de torcidamente totalitario que se esconde detrás del referido proyecto del Poder Ejecutivo, que está obviamente destinado a tratar de controlar la opinión pública cercenando las libertades de expresión y opinión, es ciertamente caer en aquello del proverbio chino que dice: "Cuando el dedo señala la luna, el idiota mira al dedo". La "luna" es el autoritarismo. Es más, es el deseo de manejar la opinión pública.
La Rue -que mostró no tener idea de cómo se estructura concretamente la propuesta que, invitado, vino a ponderar- debió haber sido más prudente. Evitando un papelón que terminó con el anuncio del gobierno nacional que retiraba el proyecto de la agenda legislativa.
Sus predecesores, Ambeyi Ligabo, de Kenya, y Abid Hussain, de la India, fueron siempre sobrios en el actuar. No se precipitaron nunca. Frank La Rue debió haber aprendido de ellos y evitar el desprestigio que su gira en nuestro país significó para las Naciones Unidas. Una pena.
EMILIO J. CÁRDENAS (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Embajador de la Argentina ante las Naciones Unidas