Se asiste a una verdadera explosión de las actividades editoriales y de información en el rubro de divulgación científica. En Estados Unidos, particularmente en el ámbito que sus promotores engloban bajo el rubro de La Tercera Cultura, transcurre un fenómeno plural de protagonismo. Abundan investigadores que discuten con sus pares y difunden hacia el gran público sus ideas y trabajos sobre materias novedosas en su actividad académica. Una de las temáticas de mayor interés en los últimos tiempos se relaciona con algunas ideas del fundador de la teoría evolucionista sobre la selección sexual en la evolución humana, que aparecen como minas soterradas en sus escritos.
En las conclusiones de su menos conocido libro de 1871, Charles Darwin refería que durante muchos años le había parecido probable que la selección sexual había jugado una parte importante en la diferenciación de las razas humanas. Pero, señalaba, en "El origen de las especies" había sólo aludido a ello. Por prudencia, obviamente.
Jeffrey Miller es un psicólogo de la universidad de Nuevo México especializado en el estudio del emparejamiento humano, un tema que reconoce proveniencia en aquel pensamiento. Recuerda precisamente que Darwin, en "El origen del hombre" que publicó doce años después del clásico de 1859, expuso una teoría según la cual la elección femenina de pareja en muchas especies aprecia, con resultados evolutivos no tanto la apariencia física del otro cuanto rasgos psicológicos como modalidades y conductas de atracción, en el cortejar y el trato, la danza y la música.
La teoría, advierte Miller, estuvo en un limbo durante un siglo, pero revivió en Biología, meteóricamente, en los últimos veinte años por influencia de trabajos de E. O. Wilson y la escuela sociobiológica. La revolución que produjo puede analizarse a través del best seller de Steven Pinker "La tabla rasa", en el que el profesor de Psicología de Harvard fundamenta ampliamente su convicción sobre la existencia de una naturaleza humana universal. Todo ha cambiado, se afirma. Hoy son muchos los investigadores comprometidos en clarificar una nueva visión de la mente. Crece la corriente de psicólogos científicos que trabajan sobre principios de selección sexual para aplicar los hallazgos de la biología en sus análisis específicos.
Uno de ellos es David Buss, de la universidad de Texas, quien estudia el mundo de la psique y las diferencias entre hombres y mujeres en la conducta sexual, las estrategias de emparejamiento y el conflicto entre sexos, todo ello desde el punto de vista de la psicología evolucionista. A fines de los ´80 publicó un trabajo sobre las preferencias sexuales en 37 culturas de todo el mundo analizando cuestionarios entregados a 16.000 sujetos de diferentes orígenes, lenguas y tradiciones. El resultado fue sorprendente: en cada cultura los dos rasgos más deseados por varones y mujeres no fueron la apariencia física, el dinero ni el estatus; los rasgos psicológicos que resultaron universalmente importantes fueron, según la encuesta, la amabilidad y la inteligencia. Hay, anota también, dos asuntos que Darwin trató de explicar sobre nuestra especie -por qué somos tan atractivos uno al otro y por qué somos tan inteligentes-. Relativamente atractivos, hay que decir, comparados con otros primates. Y, lo que es fascinante, que los rasgos mayores que nos distinguen de ellos son las mismas cualidades que buscamos en nuestra pareja y que están corrientemente bajo la más fuerte selección sexual. Mi hipótesis, dice, es que éstos están no sólo ahora bajo este tipo de selección, sino que lo han estado durante un muy largo tiempo, quizá cientos de miles de años, y la razón de que seamos tan inteligentes y tan relativamente atractivos unos a otros es que aquellos antepasados nuestros que eran más inteligentes y más atractivos que el promedio atrajeron más parejas y de calidad más alta. Las nuevas ideas se refieren a cosas como que la elección del compañero no refleja rasgos arbitrarios, no es casual ni sin sentido; son indicadores poderosos de elementos que importan en la reproducción. (1)
Volvamos al profesor Jeffrey Miller, aludido al comienzo. Interrogado por un entrevistador, comentó lo extraordinario que resulta lo que ha venido sucediendo en la biología y en su campo de interés. Recordó que hace un poco más de un siglo la idea de Darwin sobre la selección sexual a través de la elección de la pareja publicada en "su mejor libro -The descent of man and selection in relation to sex, que fue el título completo- trajo esa maravillosa idea de la elección femenina". Es una preciosa teoría científica, insistió, para la cual Darwin pudo adelantar centenares de páginas de evidencias, y que cayó como una piedra para los biólogos victorianos que rehusaban creer que estos procesos psicológicos de elección femenina pudieran ser una fuerza causal en la evolución.
(1) Controvertibles como son, estas ideas son reprobadas por científicos con visión distinta. Un comentario ilustrativo, en "Scientific American" de enero del 2009 bajo el título "Evolution of the mind: 4 fallacies of psicology". A modo de "abstract" se lee: "Algunos psicólogos evolucionistas han efectuado reclamos ampliamente popularizados sobre cómo evolucionó la mente humana, pero otros estudiosos argumentan que esos grandes reclamos carecen de evidencia sólida".
HéCTOR CIAPUSCIO (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Doctor en Filosofía