Los veinte equipos de Primera División ya trabajan pensando en el segundo semestre del año. La definición del torneo Clausura entre Vélez y Huracán ya es el pasado, aunque nada lejano.
Sin embargo, el fin de una temporada y el arranque de la siguiente genera la fantasía de un empezar de cero, de una ilusión renovada por el simple hecho de que ese torneo en el que les fue mal al fin terminó.
Pero lo único que empieza de cero es el puntaje de los equipos en la tabla de posiciones, porque en la de los promedios, ni siquiera eso. Un mes antes del inicio de la temporada ya se sabe quienes lucharán por irse a la B dentro de un año.
River e Independiente la pasaron mal durante el torneo pasado, pero las cosas no parecen haber mejorado demasiado a pesar de que "las esperanzas están renovadas".
Los equipos no sólo no pueden reforzarse con futbolistas de jerarquía sino que están expuestos a la partida inminente de sus mejores jugadores. Si Boca y River no tienen plata para incorporar, ¿qué queda para el resto?
Los clubes no tienen capacidad económica para retener a ningún jugador. Javier Pastore, quizás el mejor jugador del torneo pasado- es un buen ejemplo. Se fue de Talleres de Córdoba, porque el club no tuvo chances de evitarlo, a ¡Huracán! que sufre de ahogo económico crónico. Esta vez le tocó al Globo ser la víctima: el Palermo -club de segundo orden en el mejor de los casos- se lo llevó por unos pocos euros.
Tampoco pueden afrontar los reclamos de sus propios jugadores que para quedarse exigen mejorar sus contratos. Ni hablar de los que inhiben a sus clubes por falta de pago.
Sin dinero para enriquecer sus planteles ni para retener a los mejores y no tanto, los entrenadores comenzaron a trabajar más preocupados que antes y con las (des)ilusiones intactas.