Sábado 18 de Julio de 2009 20 > Carta de Lectores
Un virus imparable

Sin duda tienen razón los voceros de la Organización Mundial de Salud al afirmar que el virus de la variedad de gripe que se ha bautizado "A H1N1" es "imparable y con un comportamiento impredecible". Virtualmente todos los virus nuevos son así y nunca hubo motivos para suponer que el de la gripe porcina constituiría una excepción. En efecto, no bien salió de la localidad mexicana en que presuntamente se incubó, los movimientos propios de un mundo irremediablemente globalizado aseguraron que en muy poco tiempo llegara a Estados Unidos, Canadá, China, el Japón, Australia, Nueva Zelanda y, es innecesario decirlo, la Argentina. Los esfuerzos del gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de mantenerlo a raya suspendiendo los vuelos desde México sólo sirvieron para dañar nuestra relación con un país hermano y es probable que resulten igualmente inútiles los intentos similares de los brasileños, norteamericanos y otros de impedir que sus ciudadanos se arriesguen visitándonos, aunque asestará un golpe muy duro a la industria turística que ya se ha visto perjudicada por la crisis económica local e internacional.

Tales medidas supuestamente defensivas se explican por la difusión muy rápida del virus en nuestro país, que ya ha superado a México por la cantidad de víctimas mortales, pero puesto que no se sabe cuántas personas han sido afectadas es imposible saber si se trata de una enfermedad más grave que la causada por la gripe común o si es relativamente benigna. De estar en lo cierto el ministro de Salud, Juan Manzur, según el que hay más de 110.000 casos de gripe A en el país, el que hayan muerto casi 150 personas haría pensar que la situación dista de ser tan grave como algunos suponen, ya que en otros años hubo más de 4.000 fallecimientos atribuidos a la gripe estacional sin que a nadie se le ocurriera declarar el país en emergencia sanitaria. Asimismo, por estar la Argentina en pleno invierno, es natural que la gripe A se haya propagado aquí con más virulencia que en los países del hemisferio norte. Aunque en dichos países, entre ellos México, parecería que la cantidad de casos de afectados se ha reducido mucho últimamente, las autoridades sanitarias no podrán cantar victoria antes de que haya pasado al menos un invierno.

De acuerdo con la OMS, las vacunas existentes no son eficaces contra la gripe A y será necesario esperar algunos meses hasta que las empresas farmacéuticas logren desarrollar una mejor. Así las cosas, nuestra ubicación geográfica nos ha perjudicado; por estar entre los primeros países afectados, la Argentina es más vulnerable que otros que, es de suponer, contarán con vacunas antes de llegar la parte más fría del año, cuando las enfermedades respiratorias suelen afectar a una franja sustancial de la población. Con todo, el que la Argentina haya tenido el privilegio indeseable de ser uno de los países pioneros en materia de la gripe A debería motivar a la OMS a hacer de ella el centro de sus investigaciones, lo que podría suponerle algunos beneficios ya que, a pesar de la habitual desorganización administrativa que nos caracteriza, no carecemos de profesionales médicos capacitados que podrían colaborar con los esfuerzos por encontrar una vacuna adecuada. Por cierto, nuestra experiencia en la lucha contra el virus H1N1 ayudará a otros a minimizar sus estragos.

En opinión de muchos epidemiólogos, lo más preocupante de la gripe A no es que sea más mortífera que la variante común de enfermedad, lo que no parece ser el caso, sino que aquí parece ensañarse con personas jóvenes consideradas sanas, aunque hasta ahora en los países desarrollados del hemisferio norte casi todas las víctimas mortales ya padecían de otros males. De ser así, podría deberse a que los mayores, incluyendo los que no disfrutan de buena salud, ya han adquirido inmunidad luego de décadas de estar expuestos a la gripe común. Con todo, mientras no haya estadísticas confiables y estudios médicos detallados, las dudas en cuanto a la naturaleza de la gripe A persistirán y para defendernos contra ella tendremos que depender de los métodos tradicionales que, como se han encargado de recordarnos los especialistas, consisten básicamente en tratar de no ir a lugares cerrados concurridos y, desde luego, prestar más atención a la higiene personal.

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