Muy probablemente muchos ciudadanos no sepan realmente a qué se refiere el término "populismo". Bueno, hoy tienen la oportunidad de informarse. La realidad argentina actual es un curso acelerado de populismo, con aplicación práctica incluida.
El populismo no responde a ninguna doctrina consistente ni a pensamiento económico que haya merecido algún estudio científico. El populismo es muy simple. Es la característica de aquellos gobiernos que, lejos de "gobernar", se limitan a gastar todo, lo que tienen y lo que no tienen (en el caso de que alguien les preste dinero), sin pensar en ningún momento en el mañana. El problema para los populistas es cuando el mañana les llega más rápido de lo previsto, con ellos aún gobernando.
En primer lugar el populismo requiere de un sector, actividad o producto notoriamente superavitario. En los últimos años, tales han sido los casos del petróleo, que de 26 dólares/barril en el 2001 llegó a 134 dólares/barril a mediados del 2008 (+ 415%); o la soja, que en el mismo período pasó de 169 dólares/tonelada a 548 dólares/tonelada (+ 224%); y más aún el cobre, que de 1.579 dólares/tonelada llegó a valer 8.695 dólares/tonelada (+ 450%) en abril del 2008.
Financiados por esos incrementos del petróleo y la soja, se armaron los populismos de Venezuela y Argentina. No fue el caso de Chile con el cobre, que en lugar de gastar el excedente lo ahorró, constituyendo un Fondo Anticíclico para enfrentar la época de vacas flacas que finalmente llegó. Hoy el cobre cotiza a 5.042 dólares/tonelada, la soja a 457 dólares/tonelada y el petróleo a 67 dólares/barril.
En segundo lugar, el populismo requiere que el gobierno se apodere de ese superávit, sea vía nacionalización (el caso de Venezuela) o bien vía una imposición brutal, como las retenciones argentinas. En este caso, de tres camiones que se exportan uno le queda al gobierno, a lo cual habría que agregarle el efecto de los otros impuestos (Ganancias, Ingresos Brutos, retenciones de IVA, etcétera). Cierto es decir que esta etapa es complicada, ya que puede provocar resistencias y conflictos fuertes, como fue el del campo a partir de marzo del 2008, al punto de que quizás constituya la razón principal de la debacle electoral del gobierno en los últimos comicios.
Superada esa etapa de apropiación, lo que viene es el populismo propiamente dicho, repartiendo el botín, con la discrecionalidad que da la mayoría parlamentaria o, más práctico si se quiere, con el uso de superpoderes por encima del presupuesto, subsidiando actividades, provincias, municipios, transporte, gas, energía eléctrica y cuanto sea del antojo del gobernante.
Pero el populismo no termina allí. Toma otras formas. Por ejemplo, impidiendo la libre exportación de productos para que los consumidores argentinos disfruten (sólo por un tiempo, vale aclarar) de precios bajos en productos que internacionalmente valen mucho más. Dicho en otras palabras; lo que antes se exportaba, ahora se consume internamente. El caso emblemático es la carne.
¿Cuál es el costo de esto? Sencillamente se pierden empleos genuinos y sustentables contra un beneficio (comer carne barata) que es sólo transitorio, ya que con la destrucción paulatina de la actividad a la larga va a faltar carne y, cuando ello ocurra, no habrá manera de pisar el precio que tengan que pagar los consumidores.
Pero hay más populismo. Se reestatiza el sistema jubilatorio bajo la supuesta estafa futura de las AFJP (una injuria, sin duda). Es decir: se apropia el gobierno del ahorro de futuros jubilados (que además manifestaron su deseo de permanecer en el sistema de capitalización) para, una vez más, repartirlos en forma de casas, obras, créditos, subsidios, etcétera, total en el futuro de algún otro lado (¿de dónde?) saldrá la plata para aquellos jubilados y de última, si eso no ocurre, la sociedad culpará de tal calamidad al gobierno de turno y no al verdadero irresponsable que se gastó la plata en el pasado... tal como marca la historia argentina.
Si el gobierno no se hubiera gastado los excedentes que arrojaron los commodities desde el 2003, los argentinos habríamos pagado desde entonces más caro la carne, el gas, la luz, etcétera, pero mucho más barato de lo que los vamos a pagar a partir de ahora. ¿Tiene sentido gastar la plata que nos manda una tía rica en viajes y caviar, en lugar de ahorrarla y, encima, dejar de trabajar? En algún momento la tía se va a morir y allí estaremos, sin plata y sin trabajo.
El escritor Edward Mc Royan ha sido claro en su definición: "El populista hará todo en nombre de los pobres, incluso perjudicarlos y engañarlos, dándoles cosas con dinero prestado, endeudamiento que empeorará la situación a futuro, para que éstos voten por él".
ROLANDO CITARELLA (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Economista