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El dilema de Boudou | ||
Todo ministro de Economía se ve obligado a intentar complacer al presidente o su equivalente sin por eso tomar medidas que a su entender harían fracasar su propia gestión. Por lo común, le es relativamente fácil compatibilizar los dos objetivos así supuestos, ya que en términos generales comparte los puntos de vista de quienes optaron por designarlo, pero en la Argentina actual éste dista de ser el caso. Como es notorio, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su esposo, el ex presidente Néstor Kirchner, tienen opiniones muy fuertes sobre lo que el ministro debería hacer y, para más señas, ambos se creen plenamente facultados para manejar la economía sin la ayuda de nadie salvo técnicos obedientes que se ocupen de los detalles. Pues bien, aunque a esta altura parece evidente que no es viable el "modelo" que los santacruceños se atribuyen, por motivos que podrían calificarse de políticos, Boudou acaba de afirmarse resuelto a "profundizarlo". Puesto que dicho "modelo" se basa en estadísticas falsificadas, la hostilidad hacia los inversores y el asfixiamiento de los sectores competitivos, el que el ministro de Economía que fue nombrado poco después de experimentar el gobierno una dura derrota electoral se haya declarado decidido a conservarlo es un tanto desconcertante. También sorprendió que haya dicho tener una relación buena con el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, el hombre que para muchos simboliza la arbitrariedad malévola que a su juicio caracteriza la política económica kirchnerista a partir de la salida de Roberto Lavagna. Las primeras alusiones de Boudou a lo que se propone hacer no han contribuido a difundir optimismo entre los preocupados por el futuro inmediato de la economía nacional. Si habla en serio, el INDEC continuará difundiendo cifras en las que pocos creen, seguirá el conflicto sumamente costoso con los productores rurales, se mantendrá lo que queda del superávit comercial reduciendo las importaciones sin hacer ningún esfuerzo por exportar más y se agravará el aislamiento del país del sistema financiero internacional. Aunque, lo mismo que los Kirchner, Boudou trata de distinguir entre el FMI, que es irremediablemente malo, por un lado y, por el otro, instituciones crediticias supuestamente tolerables vinculadas con él como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, la reanudación de la pelea con el Fondo no ayudará en absoluto a convencer a los inversores de que la Argentina se haya convertido en un país confiable. Mal que les pese a los Kirchner, el FMI sigue representando a los gobiernos de los países ricos. Aunque muchos políticos norteamericanos, europeos y japoneses lo han criticado por sus presuntos errores, de los que el principal parece consistir en exigirles a los gobiernos de países pobres emprender ajustes que hasta los suizos considerarían rigurosos, entienden muy bien que la alternativa, la de mantener los brazos cruzados mientras el gasto público se hace cada vez menos sostenible por falta de recursos genuinos, no tardaría en tener consecuencias todavía peores. Según Boudou, para la Argentina el FMI no es una opción, lo que es una forma de decir que el país seguirá dependiendo de la "generosidad" de prestamistas como el venezolano Hugo Chávez. Felizmente para Boudou, muchos dan por descontado que es en verdad un "pragmático" que, si bien está dispuesto a rendir homenaje a los prejuicios de los Kirchner y aseverarse comprometido con su "modelo", procurará trabajar con sensatez. Al fin y al cabo, dicen quienes cuestionan la sinceridad de sus declaraciones públicas, es de formación "liberal", puesto que consiguió su doctorado en el CEMA, un reducto de la ortodoxia, y por lo tanto será consciente de los límites del voluntarismo setentista de la presidenta y su cónyuge. Es posible que tengan razón quienes piensan así, pero también lo es que, como suele suceder con los conversos, Boudou se haya entregado a la fe kirchnerista con pasión auténtica. De ser así, no se modificará el "rumbo" que ya ha llevado al país a una recesión que amenaza con profundizarse en los meses próximos, lo que sería una pésima noticia para los productores rurales, los empresarios grandes y chicos y, huelga decirlo, los millones de personas cuyos ingresos dependen por completo de las vicisitudes macroeconómicas del país. | ||
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