Así como los soldados hondureños sorprendieron al presidente Manuel Zelaya en pijamas antes de expulsarlo del país, el golpe de Estado de la madrugada del domingo 28 de junio tomó por sorpresa a los académicos que estudian las democracias latinoamericanas.
No es que sea raro que un presidente latinoamericano termine su mandato antes de tiempo y contra su voluntad, pero en las últimas décadas las interrupciones presidenciales ya no estaban teñidas del verde olivo de los uniformes sino cubiertas con una pátina -a veces robusta, a veces delgada- de legalidad.
"Cuando en los otros casos se logró mantener una fachada, aunque sea en los márgenes, de mantenimiento de la Constitución, en Honduras es un quebrantamiento más claro", dice Gabriel Negretto, profesor de estudios políticos en el Centro de Investigación y Docencia Económicas, en Ciudad de México. "En el caso de Honduras es más abierta la violación constitucional".
En las últimas tres décadas hubo entre 13 y 17 casos de presidencias latinoamericanas interrumpidas. "Depende de cómo los cuentes", dice Negretto. Hubo juicios políticos, una declaración de incapacidad mental, renuncias forzadas, revueltas populares y presidentes que dieron fin a su propio mandato para llamar a una asamblea constituyente. Sin embargo, la tendencia era el abandono del método que tiñó de sangre las décadas de los ´60 y ´70: el golpe militar.
"Me sorprendió", dice Patricio Navia, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Nueva York y la Universidad Diego Portales en Chile. "Sabía que el presidente Zelaya estaba testeando los límites de la constitucionalidad, pero me dio la impresión de que la oposición podía tomar otras vías para frenar estas tentaciones autoritarias".
Otros expertos dijeron que los sorprendió "la torpeza" de la decisión. Los soldados que rodearon la residencia presidencial al amanecer trajeron a más de uno memorias de cuando el arresto de un mandatario y el inmediato estado de sitio eran el resultado en los conflictos políticos.
A pesar de este recuerdo inquietante, los analistas dicen que aquellos tiempos no regresarán. "No creo que se transmita a otros países", dice Peter Hakim, presidente del think tank Diálogo Interamericano en Washington. "La comunidad internacional trató a Honduras con dureza y las circunstancias particulares en Honduras eran especiales".
Tampoco es probable que los militares de otras naciones estén "dispuestos a actuar de la misma manera", agrega. Lo preocupante para la región es que esa flaqueza institucional no es exclusiva de Honduras.
Sin embargo, a diferencia del caso hondureño, la historia reciente mostraba renuncias o destituciones presidenciales forzadas por manifestaciones populares, como las de Fernando de la Rúa en Argentina en el 2001, Gonzalo Sánchez de Lozada en Bolivia en el 2002 y Lucio Gutiérrez en Ecuador en el 2005.
"La movilización social es un correctivo de última instancia, pero tardío y errático en cuanto a lo que logra, y obviamente demuestra una falencia del sistema institucional", dice Negretto, el profesor del CIDE. "Los controles deberían haber funcionado en forma temprana y sin llevar al país al borde del abismo".
DIEGO GRAGLIA
AP