JERUSALEN (DPA).- No encaja precisamente en el ideal de la "yiddishe Mamme" regordeta que se excede en la protección a sus hijos. Las acusaciones a una joven madre en el barrio ortodoxo de Mea Shearim, en Jerusalén, de supuestamente haber estado a punto de matar de hambre a su hijo, son muy perturbadoras. Tanto, que la comunidad ultraortodoxa de la ciudad no quiere creelas.
Esta minoría, que se siente ya perseguida por las autoridades seculares de Israel, reaccionó y ayer concretó el tercer día de graves disturbios para exigir la liberación de la mujer de 30 años.
La profesora Tamar El-Or, de la sección de Sociología y Antropología de la Universidad Hebrea de Jerusalén, ve la reacción como una represión refleja de un problema generalizado.
La imagen idealizada de la madre es un símbolo de esta comunidad extremadamente religiosa, que impulsa a tener muchos hijos incluso en condiciones de pobreza, afirmó.
En Mea Shearim son comunes las familias con diez o más hijos. A menudo los padres no trabajan, sino que estudian durante años en una escuela bíblica, y las madres no sólo tienen que cuidar de los pequeños, sino ganarse además el pan para alimentarlos. Muchas familias tienen por ello problemas a diario para garantizar a sus hijos un mínimo de calidad de vida en cuanto a alimentación y asistencia social, explica El-Or.
"El eslabón más débil son las madres, muchas de las cuales colapsan ante la presión de la vida diaria".
Temen sin embargo dirigirse a las autoridades estatales en busca de ayuda psicológica. Los métodos del tratamiento psicológico occidental son considerados por muchos líderes espirituales ultraortodoxos como una influencia extraña.
A la vez, cada vez hay más trabajadores sociales y psicólogos que conocen el trasfondo cultural especial de la comunidad ultraortodoxa, explica El-Or.
El disgusto de los ultraortodoxos de Jerusalén existe desde que ganó las elecciones el alcalde secular Nir Barkat, en noviembre del año pasado, que sucedió en el puesto a un dirigente muy religioso.
Los "haredim", como se denominan los ortodoxos en hebreo, se sienten perseguidos por él y ven recortados sus derechos. Su decisión de abrir un estacionamiento público en la capital en el sagrado día de descanso del Sabbat causó la semana pasada graves disturbios. Los violentos enfrentamientos con la policía reforzaron la imagen de los agentes como enemigos de un "poder extraño".
Pero la mayoría de los israelíes centra su interés en el niño esquelético de tres años que fue ingresado en el hospital. El diario "Yediot Ajronot" publicó ayer una foto conmovedora en blanco y negro del menor con sus costillas sobresalientes y sus diminutos brazos. Con tres años sólo pesa siete kilos.