-Semanas atrás, en plena 18 de Julio de Montevideo, me encontré con un libro suyo que desconocía: "Ataque de pánico. Crónicas del miedo en la Argentina".
-Un pequeño libro de hace muchos años?
-Pero incitante desde el desmenuzamiento que hace de la Argentina. Como eso que, aunque no sea aplicable sólo a nuestro país, el "imperio de las masas es el de la inversión sociológica de la sexualidad. Las masas son sodomizadas por el caudillo".
-Bueno, esto es en relación a la manera en que se siente lo que en el libro defino como "vivir"? vivir de esa manera, mandados por "El tigre", "El macho", "El jefe"?
-Por ahí Borges dice que éste es el país de "El supremo entrerriano", "El tigre de los llanos", "El restaurador de las leyes", "El primer trabajador"? Todo siempre épico. Me parece que esto tiene que ver con lo que usted afirma: la masa siempre se define por su impotencia. ¿Es así?
-Porque la potencia, la decisión, la tiene el jefe. La masa es por el jefe. Manda, es el poder. Creo haber escrito que le temen; también es posible que lo detesten porque manda, porque puede mandar, razón por la cual lo necesitan.
-¿La potencia del más potente de la que habla usted?
-Sí, eso en relación a la lógica de las masas vinculada al poder, que en alguna medida es como la lógica de las pandillas en relación al poder. En la pandilla, lo primero que se asume cuando se integra una es que ahí hay alguien más potente que uno, por eso manda. Ese tema en ese libro lo trabajo a partir de una idea de Elías Canetti: ver a las pandillas como "cristales de masa", es decir: son muy minoritarias en relación al conjunto social, micrónicas, pero muy concretas como generadoras de miedo? como los "cristales de masa", compactados, tensos, dispuestos a explotar.
-En su libro hay un concepto que va y viene: ceguera. Concepto para reflexionar conductas. ¿Qué le dice así, desde lo más liminar, ese concepto?
-Que la vida argentina esta jalonada de cegueras. La ceguera puede ser festiva: se puede celebrar algo masivamente mientras se está en un marco de miedo y terror tremendo o, simplemente, una muy voluntaria ceguera conducente, por ejemplo, a depositar la culpa de nuestros problemas en otra parte. Eso es ceguera. El no ver la propia responsabilidad en el destino que uno quiere transitar es ceguera. Pero ceguera voluntaria: "No quiero ver".
-Pero ese "no quiero ver" no parece ser neutro. No parece anularse a sí mismo, en su propia formulación?
-Por supuesto. Se proyecta, activa otros posicionamientos. Esa ceguera coloca el mal, la culpa, en otra parte. A su vez, esta mecánica conlleva otro convencimiento: somos víctimas, somos blanco de todo lo que se nos ocurra imaginar.
-Martínez Estrada decía que a los argentinos nos gusta sentirnos "cándidas criaturas" de cara a nuestra propia historia, a "vestirnos de blanco inmaculado" sin asumir "cuánto tenemos que ver con el barro que nos rodea". Esta ceguera, esta conducta, ¿es una constante en nuestra historia?
-No sé si situarlo en el plano de lo constante, pero sí de un esquema que funciona, que tiene mucho protagonismo en la vida argentina. Hace algunos años escribí un libro que, en alguna medida, es la prolongación de "Ataque de pánico". Se trata de "La noticia deseada" y tiene que ver con una fascinación por suponer que siempre, detrás de cada hecho, hay una conspiración al margen de lo que muestran los hechos. No es una fascinación necesariamente argentina, tiene carácter universal. En ese libro analizo, por caso, la muerte de Carlos Menem júnior. Ese pibe se mató, no lo mataron. Me pasé cinco años investigando ese accidente, trabajo en el que constantemente se ratificaba que había sido un accidente. Sin embargo, ni bien sucedió, se instaló la creencia de que alguien de afuera lo había asesinado, generando un mensaje para todos nosotros. En camino a potenciar ese convencimiento, se dijo que fue el Mossad, que fueron los árabes... Todo verosímil, pero no es lo que ocurrió, que fue algo más normal y natural: un accidente. Pero no, el grueso de la sociedad buscaba "la noticia deseada", que para el caso era el mal exterior.
-¿Qué nos estaría dando "la noticia deseada"?
-Transitar la historia con una cierta tranquilidad, sintiendo que nosotros no somos los que determinamos nuestros pesares.
-La "noticia deseada" nos "ayuda", pero apelar a ella tiene que ver con "ir a los extremos", ese estilo que detecta Ortega y Gasset entre nosotros, aunque no lo designe así, pero del que hablan también muchos pensadores extranjeros que nos reflexionan. "Extremo", no como posición de poder, como espacio ideológico, sino marginación de la realidad. Es de estimar que esta conducta responde también a los recovecos propios de lo ontológico, pero ¿desde dónde avanzar para buscar una explicación de esa conducta?
-Yo creo que en el caso argentino hay una fuerte pasión por lo dramático, la vida como trama colocada en un escenario? un teatro de pasiones que se retroalimentan siempre en línea con el drama. Un lugar donde impera la mecánica de la exclusión de lo que se nos presenta como distinto. Es una manera de ser de una sociedad fascinada por la ausencia de matices. Y porque nos fascina lo dramático es que buscamos culpas en el afuera, que es una forma de dramatizar. Porque buscando en el afuera siempre está la incógnita, el misterio, lo velado. Nos magnetiza creer que hay algo que nunca sabremos.
-Sarmiento, como todos los hombres de la "generación de los proscriptos", creció despreciando a España. Cuando la recorrió, la despreció más? Bruta, ignorante, concentrada en sus propias desventuras como potencia colonizadora en decadencia, ajena al modernismo, dramática. En toda esta cultura nuestra que venimos desmalezando, ¿somos españoles?, ¿al menos aquellos españoles?
-Probablemente sí. Yo diría que de esa España negra, esa España de Goya. La España que tampoco le gusta a Roberto Arlt, que cuando la visita y llega a Santiago de Compostela y ve las callejuelas, los templos, dice algo así como "esto es negro". Le impacta un cierto espíritu de sótano que encuentra en lo español...
-¿Sabe?, nos va quedando afuera la filosofía y eso no es bueno. Cerca de Sartre lo suyo, ¿no?
-Más bien del existencialismo que, claro, tiene que ver con Sartre.
-Hoy muy vapuleado, aunque en este caso, en la "vieja y cansada Europa", como la definió Napoleón, se estaría volviendo a Sartre.
-Creo que un Sartre formidable: el de "El ser y la nada" y el de los años posteriores a ese libro. Luego está el otro Sartre, el de avanzados los años ´50?
-¿El de los polémicos protagonismos en política?
-Sí, por ahí. Me parece que ahí perdió un poco de altura filosófica, pero bueno, esto de ninguna manera le quita trascendencia.
-Deme una definición del existencialismo, también tan vapuleado.
-Es un canto a la libertad, es una filosofía de la libertad?
"Buenos Aires sodomiza al resto"
Miguel Wiñazki tiene 52 años. Casado, tres hijos. Y, desde un perfil muy bajo, es un intelectual de sólida formación. Pasión por la filosofía y el periodismo, al que le dedica jornada tras jornada como director de la Maestría en Periodismo de "Clarín".
Hombre de estilo sereno y amable, Miguel Wiñazki se sorprendió el día en que "Río Negro" lo llamó para concretar la entrevista.
-¿Yo? ¿Y por qué yo?
-Porque alguien que escribe un libro y en ese libro se acuerda de Miguel Asturias y su olvidado "El señor presidente", y vertebrando en ese libro escribe, reflexiona, con mucha calidad sobre el pánico, bueno? bien vale una nota, como lo vale por la definición que hace de Buenos Aires?
¿Qué dice Wiñazki de Buenos Aires en su libro "Ataques de pánico"? Veamos sólo un tramo de su reflexión:
"Buenos Aires le teme al resto del país porque esa extensión es el interior, el inconsciente bárbaro de Buenos Aires que es mejor no ver. Y el país no porteño teme y admira a Buenos Aires porque esta ciudad ha impuesto el señorío sobre todos. La organización política real en la Argentina gira en derredor del poder porteño. La sede del gobierno nacional está instalada en Buenos Aires. Buenos Aires -que se pretende no feudal- es, metafóricamente hablando, el Gran Señor Feudal de la Argentina. Y es mucho más que un señor feudal que sodomiza al resto. Es mucho más que eso, porque no sólo es masculina. Buenos Aires es mitológicamente andrógina. También es una madre que atrae e hipnotiza, a la que se vuelve con la frente marchita, porque en su regazo ´no habrá más penas ni olvido´. Buenos Aires, Señor-Señora Feudal. Padre-Madre, perra que se come a sus cachorros para crecer". (Edit. Biblos, pág. 68)
CARLOS TORRENGO
carlostorrengo@hotmail.com