Todo es relativo. Todo es por ahora. No se sabe qué pasará mañana. Sin embargo, después de negar la incidencia en su gestión de la dura derrota electoral en la provincia de Buenos Aires -la segunda de Néstor Kirchner, pues la primera fue el año pasado, al caerse la resolución 125-, la presidenta Cristina Fernández empezó a reorganizar su gabinete, llamó a un diálogo "amplio" y proclamó que se inicia "una nueva etapa".
Aún con dudas lógicas -el matrimonio K anticipó que iría por una mayor profundización del modelo-, desde la oposición y el peronismo disidente le tendieron la mano al gobierno que, si bien quedó debilitado tras el test del 28 de junio, cuenta con algunos naipes para intentar una recuperación: mandato constitucional por dos años y medio, fragmentación política y administración de "la caja", que no está vacía.
El pronunciamiento de las urnas aturdió pero, en apariencia, hizo entrar en razones. El mensaje llegó al destinatario: se necesita dejar a un lado la confrontación permanente, dispensar alguna caricia y tratar de alcanzar consensos, preferentemente en el ámbito parlamentario. "Es auspicioso", declaró el vicepresidente Julio Cobos, martirizado por el destrato después de su voto no positivo sobre las retenciones móviles a la soja, lo que lo colocó en un lugar insólito: es parte del Ejecutivo, no ejecuta nada y trabaja a la luz del día para convertirse en el líder de la Unión Cívica Radical y en el eje de una alternativa distinta en el 2011.
Las huellas de Néstor se hicieron visibles en los primeros enroques. El establishment pedía por lo bajo la consagración de Martín Redrado, titular del Banco Central, al frente de Economía y Cristina se inclinó por Amado Boudou, otro técnico instruido en las escuelas del liberalismo y que hoy opera a favor de medidas estatistas. Los dos cuarentones son consejeros de la presidenta y ya han dado su veredicto sobre el polémico secretario de Comercio, Guillermo Moreno, cuestionado por los números que difunde el INDEC sobre la inflación y el control de precios: es mejor que salga cantando bajito.
Días atrás Cristina ratificó al "soldado" Moreno. Pero como el 9 de julio, la presidenta demandó "un gran esfuerzo" para sentar a todos en torno de una misma mesa, hasta los halcones kirchneristas evaluaron que la permanencia en ese puesto de Moreno provocaría más daños que beneficios al proyecto inaugurado el 25 de mayo de 2003.
"Ponete en caprichoso y renuncia en forma indeclinable", le aconsejaron. Y Moreno ya tiene decido dar otra muestra de lealtad para que Boudou, un comunicador que estará en las antípodas del silencioso Carlos Fernández, tranquilice al mercado y vuelva a seducir a los descreídos popes de la mesa de enlace agropecuaria.
El peronismo, en sus distintas variantes, se encuentra en estado de revulsión. Suicidado Daniel Scioli en el PJ, siguiendo los pasos de Kirchner, los gobernadores exitosos trataron de presionar y condicionar a Cristina y ésta los colocó en la licuadora cuando contestó, con su llamado abarcador del 9 de julio, que incluye una reforma política, una de las grandes deudas pendientes de la democracia.
En el kirchnerismo, en particular, no cayó bien la pretensión de Néstor, tras el fracaso del transversalismo y el pejotismo, de hacerse fuerte en un estadio intermedio del progresismo, con un electorado fiel cercano al 20%, para luego tratar de revivir en el 2011. "Somos peronistas, no nos vamos del partido y vos tendrías que tomar conciencia de los graves errores cometidos", se le animó uno de los suyos, que edifica desde la Siberia.
Kirchner, el jefe del grupo El Calafate, prometió evitar opacar a su esposa, aunque no se privará de participar de algunas "asambleas". Como Moreno, reconocerá que la gobernabilidad es lo primero. En un contacto con el siberiano, admitió que perdió por el desgaste sufrido durante el conflicto con el campo, por falencias administrativas, en especial en el área de salud, por no haber dado justa dimensión a la coalición que lo enfrentó y por los que "se mancaron" en los últimos 100 metros.
La ingeniera agrónoma Carla Campos Bilbao tomaría la posta en la Secretaría de Agricultura (en reemplazo de Carlos Cheppi) para oxigenar las salas de reuniones con el agro. Mientras, en vísperas del bicentenario cada vez más cercano, se trataría de convocar al Consejo Económico y Social, se bajarían las retenciones al maíz y trigo (de la soja se discutirá en el Congreso), se coparticiparía la ley del cheque, se aceptarán reformas al presupuesto y los planteos de la oposición sobre los llamados superpoderes.
"Hay que tender un puente de plata al empresariado", se le escuchó decir a Boudou y eso entusiasmo al matrimonio Duhalde, que por un instante dejó de atacar frontalmente a los moradores de Olivos.
Sin grandes líderes, el gobierno ha ganado tiempo. Pero no se priva de pegar por los flancos a los dos que considera potenciales oponentes serios: a Mauricio Macri, por la designación del comisario Jorge "Fino" Palacios como titular de la Policía metropolitana, y a Carlos Reutemann, dando aire al gobernador Hermes Binner, quien mortificó a "Lole" al responsabilizarlo por las inundaciones en Rosario y la salvaje represión del 2001 en Santa Fe.
ARNALDO PAGANETTI
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