Sapag estaba exultante con su triunfo sobre Sobisch y los blancos. "Les tocó perder y tienen que seguir compitiendo. Seguramente lo harán. Ya fue, se terminó, que sigan participando", dijo el gobernador a los suyos en el festejo del domingo a la noche, sintetizando su euforia por un resultado que, por ahora, colocó a sus adversarios bajo la lápida del "fuiste".
No obstante dejó constancia de que no se engaña, de que esto es sólo el comienzo y que Sobisch no se dará por vencido -el ex gobernador no conoce tal verbo ni tampoco la voz ´autocrítica´- y seguirá pujando, en primer lugar por el partido y luego por la gobernación.
Por todo esto Sapag, un tanto agrandado, remató sus dichos con la humorada del "seguí participando", frase hecha de todos los concursos que en realidad quiere decir ´Ánimo, te necesitamos para que hagas número pero lo más seguro es que no ganes nunca´.
Debe haber tenido mucho miedo de perder el gobernador para apelar a semejante expansión, impropia de un diplomático amateur como él.
Y se entiende que así haya sido: si Sobisch hubiera ganado la pulseada, la gobernabilidad se habría licuado enormemente en forma inmediata, porque la gente y sobre todo los cuadros políticos -del oficialismo y la oposición- habrían percibido con claridad que el gobierno era más débil que su principal adversario interno.
Consciente de lo que estaba enfrentando, Sapag se plantó por primera vez con mucha firmeza frente a su antiguo socio y actual competidor y planteó la interna por las candidaturas a concejales como una puja entre ambos, entre el futuro y el pasado y entre una mayor tolerancia y la vuelta a un hegemonismo despiadado.
Y la mayoría de la gente terminó dándole la razón. A pesar de la corta campaña y de que el gobernador, hay que decirlo, sólo habló claro al final, cuando las papas quemaban luego de dos años de tibiezas para tratar de eludir el enfrentamiento.
Sobisch, en cambio, se dedicó pacientemente durante estos dos años a reconstruir su base de poder desde el búnker de la calle Salta, y cuando se sintió preparado eligió medirse en el frente que prefiere: el territorial.
El día de la interna movilizó un aparato disciplinado y preciso, engrosado con los beneficiarios de los miles de nombramientos que alumbró durante sus últimas dos gestiones. Pero la marcación al milímetro de cada ´cliente´ para que fuera a votar no dio el resultado esperado y Sobisch y sus pupilos tuvieron que encajar una derrota contundente.
¿Qué pasó?
Sapag parece haber acertado con su planteo de ´nosotros o el abismo´. Además ésta fue una interna abierta; si no lo hubiera sido, aparato por aparato -el gobierno también lo tuvo-, tal vez se hubiera impuesto el del sobischismo. Pero votaron muchos independientes -según los azules, 45% de los votos emitidos contra 55% de los afiliados- y éstos, todo parece indicarlo, optaron por ponerle un cerrojo al pasado.
Por otra parte, Sapag parece haber acertado en la elección de los candidatos: quitando a Jalil, que en general inspira buena onda, hubo varios jóvenes, hombres y mujeres, muchos de ellos nuevos o llegados hace poco a la política, y eso subrayó el carácter plural de la lista.
La nómina de Sobisch, por el contrario, exhibía en primer plano a figuras enormemente desgastadas ante la sociedad por su perfil de capataces del clientelismo más crudo o de burócratas blindados divorciados de la gente.
Los candidatos de Sobisch ganaron en los barrios más viejos cercanos al centro y en contadas barriadas del oeste, pero fueron rechazados con más fuerza, por el 55 y hasta el 62%, en lugares con poder adquisitivo alto y medio como Santa Genoveva, Alta Barda y Centro Oeste. Y también en sectores más populares como segmentos de Río Grande, Limay, La Sirena y Don Bosco.
En las filas de la Blanca se quejan de que fueron a votar muchos docentes, e insinúan que hubo un acuerdo explícito entre éstos y el gobierno. Desde el sector Azul le contestan que el sobischismo recibió el apoyo de Mansilla, "que en la elección general prefería enfrentar a Lara y no a Jalil".
Aunque es difícil precisar la certeza de lo uno y lo otro, una cosa parece clara: los independientes eligieron mayoritariamente dar vuelta la página del sobischismo.
Con todo, no puede dejar de verse que Sobisch sacó el 40% de los votos, lo cual lo deja plantado como una oposición interna fuerte. Pero, como las victorias unen y las derrotas dispersan, está claro que la próxima vez a Sobisch le va a costar mucho más juntar a la gente.
No obstante, así como es poco probable que el ex gobernador y los suyos se interroguen sobre los motivos de este revés, es en cambio seguro que volverán a intentarlo con la presidencia del partido y luego con la gobernación.
Esta última alternativa está todavía lejos, pero la primera será nuevamente jugada obligada para Sapag. En Neuquén un gobernador puede dejar el partido en manos de un amanuense o un aliado, pero jamás en poder de un competidor. Tal la percepción de la gente y de los cuadros políticos en una provincia donde gobierna un partido-Estado.
Por lo pronto, el sapagismo no piensa mover un dedo en relación con el tema de las autoridades partidarias hasta después de las elecciones municipales del 23 de agosto, donde se juega una alternativa importante tanto para el gobierno provincial como para el municipal y para los que hacen méritos para arrimarle el bochín al poder como Mansilla.
Desde la perspectiva de lo estrictamente político, Sapag se ha fortalecido: en apenas dos semanas ganó dos elecciones. Ambas victorias lo dejan mejor parado ante la sociedad en general y ante el gobierno nacional y el competidor interno en particular.
Con todo, los flancos más débiles del gobierno neuquino son el económico y el de la gestión. No pocos en la oposición señalan estas flaquezas. "Que no haya plata se entiende y es un problema, pero que el principal hospital de la provincia se paralice por falta de ropa es un problema grave de conducción", se despachó, ácido, un líder partidario.
Lo cierto es que la crisis en las provincias se ha profundizado y en las productoras de petróleo adquiere ribetes especiales: el mantenimiento durante siete años del bajo precio interno de los hidrocarburos, en especial del gas -del que Neuquén es principal productora-, amenaza severamente las finanzas estatales.
No está claro cómo hará Neuquén para enfrentar con éxito la estrechez del segundo semestre del año. Por lo pronto, proveedores y contratistas han visto severamente dilatados los plazos de pago. Y la posibilidad de que en cualquier momento se precipite una grave crisis social está a la vuelta de la esquina.
Consciente de lo que se juega, Sapag decidió instalarse esta semana que comienza en Buenos Aires para tratar de arrancarle al gobierno nacional un mejor precio para la energía que produce Neuquén. La alianza del gobernador con el kirchnerismo será puesta a prueba en los próximos días. También el futuro inmediato del gobierno neuquino.
HÉCTOR MAURIÑO
vasco@rionegro.com.ar