Domingo 12 de Julio de 2009 Edicion impresa pag. 32 > Sociedad
La comunidad boliviana crece a ritmo acelerado en Idevi
Unas 4.000 personas oriundas de Bolivia viven cerca de Viedma. La presencia del consulado permite acelerar los trámites de radicación. La escuela de El Juncal tiene un 48% de inscriptos de ese país.

Dos millones y medio de bolivianos viven en Argentina. La cifra representa más de un cuarto de los que quedan en su país de origen. Ciento ochenta mil se radicaron en la Patagonia y casi un tercio de ellos, en los valles rionegrinos.

Aunque todavía no hay censos que otorguen precisiones, en el consulado que hace un año se estableció en Viedma calculan que son unos cuatro mil los bolivianos que llegaron en las últimas cuatro décadas a las chacras del Idevi y que conforman una comunidad que continúa creciendo año tras año.

Expulsados por la falta de esperanzas que reinaba en el pequeño país limítrofe, miles de migrantes de orígen indígena dejaron atrás su pedacito de tierra y partieron en busca de nuevos horizontes.

 

Una mejor vida

 

Todos los entrevistados por "Río Negro" en estos días coinciden: "Allá podíamos trabajar en nuestra tierra, pero era solamente para poder comer, no había posibilidad de progresar", dice, por ejemplo, Armando "El Chino" Casimiro, mientras embolsa con su padre los zapallos "anquitos" que cosecha en la misma chacra que alquila desde hace 13 años.

"Era muy complicada la vida que llevábamos en nuestros pagos, así que me acostumbré más acá", afirma el hombre de 30 años, que a los 17 dejó Bolivia para radicarse en la zona en la que sus tíos ya se habían establecido tiempo antes.

Luego llegaron sus hermanos y sus padres. "El trabajo es casi lo mismo, pero allá es más dura la vida para mantenerse, siempre trabajás para comer y no podés tener nada", sostiene.

No obstante, lo sacrificado del trabajo no cambia. "En el verano estamos 15 horas, de sol a sol", asegura Armando. La familia entera lleva adelante la actividad agrícola, especialmente los varones.

Cuando hay niños pequeños, éstos, además del trabajo en la chacra, deben ir a la escuela. "A veces, algunos alumnos llegan después de haber ido a colaborar a la chacra y, aunque están cansados, los rendimientos, en general, son muy buenos", asegura la directora del establecimiento, Patricia Rogiani, quien conduce la Escuela de El Juncal.

Ese establecimiento, este año, tiene más del 48% de su matrícula de origen boliviano.

Cada tanto, alguno de los integrantes de las familias regresa a Bolivia para controlar las pocas propiedades que poseen.

Pero, día tras día, la posibilidad de regresar es más compleja. Aquí empiezan a echar raíces, se acostumbran y, poco a poco, notan que algunos de sus sueños comienzan a cumplirse.

El mercado y sus fluctuaciones permanentes, la falta de vivienda -que los dueños de las chacras les alquilan o prestan provisoriamente- y el cada vez más alto costo del alquiler por hectárea productiva son las mayores preocupaciones.

"Hace poco pagábamos 400 pesos por hectárea por año, y ahora quieren cobrarnos dos mil pesos. Más el costo de los insumos y el de las semillas, por más que vendamos toda la producción, no alcanza", relata, preocupada, una vendedora en su puesto de la feria Municipal de Viedma.

Representantes de la iglesia Católica se acercan a la comunidad y comparten con sus integrantes experiencias y saberes. Desde hace algún tiempo, Lidia de Plaza y su hijo Edgardo, entre otros, trabajan con grupos a los que visitan con asiduidad. "Unas 32 familias participan de actividades, como el hilado, que se parece mucho al de los mapuches, aunque con husos diferentes", cuenta Lidia, quien lleva la sangre de los indígenas patagónicos.

Su hijo, en tanto, impulsa junto a la comunidad boliviana, proyectos para la búsuqeda de soluciones a los problemas de vivienda y de la necesidad de tierra. "La misión de la Iglesia es estar junto a los pobres, sean mapuches, criollos, bolivianos o de dónde sean", asegura preocupado Edgardo.

 

PEDRO CARAM

pcaram@rionegro.com.ar

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