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"Las fotos suelen ser crueles" | ||
-A usted se le murió un hijo, ¿no? -Sí, hace muchos años, cuando tenía 14 años. Se llamaba Carlos. Hoy sería un muchacho grande. ¿Me va a preguntar si esa muerte está en mi literatura? -O algo parecido. Por aquello de las ausencias, quizá? -Sí, sí, está esa ausencia. Está en mi vida. El tiempo amortigua. Amortigua pero está, claro que está. Y están las fotos de Carlos. -Escribió Cartier- Bresson que las fotos tienen música. Suelen tener ruidos, son voces, uno escucha el escenario que tienen estampado, las voces de los seres queridos que están presentes en la foto aunque no lo estén en la vida. -¡Las fotos pueden ser muy crueles! -reflexiona Andrés Rivera y se hunde en uno de sus silencios habituales. La mirada concentrada en cualquier parte. -¡Sí, las fotos son crueles! -reitera y mira a Martín Heer, el fotógrafo del diario que lo saca de aquí y de allá? -¡Esto que está haciendo este joven es crueldad! -dice Andrés Rivera y cuenta: -En la puerta de mi habitación, aquí, en el departamento que tenemos en Buenos Aires, donde yo vivo cuando vengo de Córdoba, en esa puerta tengo una foto. Al fondo, la Torre de los Ingleses; por delante yo, con cabello, nada de canas, sonriente. A mi derecha, mi hijo Carlos; a mi izquierda, mi otro hijo, Jorge. Uno rubio, el otro más parecido a su madre, más oscuro. A los dos los tengo tomados del hombro con mis brazos. La vida en pleno? ¡cuando estoy en Buenos Aires todos los días veo esa foto! -dice Andrés Rivera. -Cara a cara con algo que ya no está? -La crueldad de la foto -insiste Andrés Rivera y sus ojos entre celestes y grises vuelven a concentrarse en cualquier parte. O quizá en la foto de ese pibe, de ese hijo que ya no está. Que se fue cuando recién le comenzaba la vida... | ||
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