Dónde, cómo y a quiénes se vende la música, de qué modo, es un gran dilema para las grandes discográficas del país.
Nadie podría asegurar ventas con un único método y muchas veces ni siquiera la calidad y la trayectoria de los músicos garantizan ventas.
Sin embargo, están empezando a mirar con ojo crítico el detalle de las comercializaciones, la estadística, porque hay datos llamativos que tienen que ver no sólo con los gustos, sino también con las épocas del año y con la geografía del país.
Esto surgió a partir de una entrevista que le hizo el diario La Gaceta de Tucumán hace tiempo a un gerente de un sello internacional, quien como dato saliente admitió que el 40 por ciento de la música, llámese discos, shows, radio y otros soportes, se vende en el interior del país.
La verdad resulta alentador que el interior de la Argentina consuma este porcentaje porque estamos hablando de música legal, la que surge de sellos discográficos, la que surge de festivales que pagan impuestos y la que subsiste por fuera de la piratería. Claro, porque sería imposible medir lo que se vende por afuera, en el mercado negro de la música, que seguramente mueve millones de pesos en todo el país.
Es alentador porque también desde el interior se genera la música en blanco y también desde el interior surgen decenas de grupos de todos los géneros musicales que subsisten gracias a los festivales que pagan impuestos, que cobran entradas y pagan contrataciones.
Claro, también están los que no cumplen, pero no es de eso de lo que voy a hablar ahora.
Días atrás, la misma Soledad admitió que los festivales en el verano en el interior del país consumen mucha más música que cuando los espectáculos se realizan el resto del año en teatros u otros lugares públicos.
Es una buena evaluación, sobre todo viniendo de alguien que tiene una agenda muy amplia que la lleva durante todo el año a recorrer todo el país. Y claro que es así, cada noche festivalera reúne a miles y miles de personas que después es muy difícil juntar en otras convocatorias.
Es como que el folclore tiene su temporada de verano y el resto del año muestra muy pocas expresiones de gentío que asiste a ver a los mejores exponentes. Para colmo de males, lo poco que hay en invierno, este año soporta las consecuencias de la gripe en el país y la Fiesta Nacional del Poncho, por ejemplo, ya fue suspendida hasta nuevo aviso.
Esta parte, la del invierno flojo, no es la ideal porque los que viven de la música y tienen chapa, logran sustento para todo el año, con convocatorias a cada festival que son multitudinarias, pero los que no tienen tanta trayectoria, están obligados a trabajar en otra cosa, siempre partiendo del concepto que además de un gusto, además de un privilegio, la música en sí mismo es un trabajo y genera trabajo.
En este terreno, una fuente de un sello discográfico admitió que también para ellos hay un tiempo para las ventas, que no por casualidad coincide con el de los festivales. Si se destacan uno, dos o tres o los que fueren, es augurio de buenas ventas, porque los vieron en los festivales más importantes del país y los quieren tener en sus casas. Claro que los discos no deben demorar y salir rápido a la venta porque cuando se pasó el furor es difícil que el mismo consumidor vuelva por esa música.
Distinto es cuando se trata de consagrados como Mercedes Sosa, León Gieco, Los Nocheros o El Chaqueño Palavecino, que lanzan al mercado a veces dos o tres discos al año y siempre están vigentes. Ellos no esperan el empujón de los festivales porque no lo necesitan.
JORGE VERGARA
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