En medio de una cierta anarquía respecto de lo que se debe o no hacer en Neuquén para enfrentar a la gripe porcina, el defensor de pobres, ausentes y eventuales engripados del Tribunal Superior de Justicia de Neuquén, doctor Tomás Gavernet, decidió tomar al cerdo por las orejas y dio a conocer un bando de veinte puntos con indicaciones que deben cumplirse a rajatablas en el área que gobierna.
En las restantes dependencias del poder que preside Oscar Massei no se tomó medida alguna de ese tipo, lo que no obstó para que Gavernet siguiera adelante con su plan.
Para verificarlo, un periodista de este diario fue especialmente destacado en la puerta del Servicio de Orientación Jurídica de la Defensoría, donde comprobó que, efectivamente, el operativo se había iniciado. Allí estaba instalado un enfermero.
Cualquier ciudadano puede, como siempre, ingresar a dependencias judiciales sin que un enfermero lo controle, del mismo modo que a toda oficina pública nacional, provincial o municipal, pero pobre de él si pretende hacerlo en alguna oficina que dependa de Gavernet. De acuerdo con lo establecido por la segunda verdad, las personas que pretendan ingresar "deberán pasar obligadamente por el puesto sanitario".
Si pretenden ignorar al enfermero o alegar el derecho al libre tránsito reconocido por el artículo 14 de la Constitución nacional, "se las invitará a retirarse del lugar". De no aceptar la invitación quienes así procedan serán expulsadas por la policía, a petición del enfermero. Y si pretenden entrar por la fuerza suponemos -porque la ley es la ley- será detenido y procesado por desobedecer a un funcionario público, de acuerdo con lo preceptuado por el artículo 239 del Código Penal.
Quien adopte un comportamiento civilizado y acepte el control del enfermero deberá dar su nombre, apellido, domicilio, tipo y número de documento de identidad. A la vez, como (según lo establecido en la verdad tres) "será interrogada" por el enfermero, deberá decir "si tiene tos, mucosidad o malestar físico". Y como debe hacerlo siempre un funcionario público virtuoso, el enfermero volcará todos esos datos en una planilla, no sin antes (punto cuatro) tomar la temperatura del ingresante.
Después de la lectura de la primera parte del punto cinco, uno respira aliviado y dice para sí "bueno, ya está", porque "en el caso que (de que) la persona no registre temperatura ni otros síntomas de encontrarse enferma se le permitirá el acceso al edificio". Sí, pero no, porque "antes del ingreso se lavará las manos con la técnica que indique el enfermero: alcohol en gel o alcohol". ¿Y jabón no? Presumimos que la omisión del jabón es sólo un olvido, porque más adelante se describe "la técnica" del lavado con jabón.
Bien, ya se puede entrar. Lo llamativo -por decir lo menos- es que, aun cuando uno no pare de toser ni de moquear y la cabeza le estalle del dolor y los estornudos hagan que todo el mundo huya, igual puede entrar. Sólo que colocándose un barbijo del tipo 3M (¿?) que le dará el enfermero, junto con unos pañuelos descartables, antes de escapar él también.
Como esto se está haciendo muy largo, porque todavía estamos en la cuarta parte del bando, saltamos del punto cinco al diez. Éste y los que siguen, hasta el 13, determinan los deberes de los funcionarios, que deberán usar barbijo y guantes de látex, y disponer de pañuelos descartables de los que deberán prescindir después de usarlos.
En el punto doce, Gavernet no deja pasar el caso de que el funcionario salude a la persona que atiende dándole la mano. No está prohibido hacerlo, porque es muy feo dejar a alguien con la mano tendida pero, ordena el artículo 12, "los guantes de látex serán desechados en caso de estrechar la mano de la persona". Aunque -es sólo una sugerencia a título de colaboración de la prensa- habría que desechar sólo el guante que estrecha la mano de la persona. No faltará quien objete que los guantes de la mano izquierda serán inútiles, pero no es así: hay zurdos en todas partes.
Hay más. En el caso de que las personas que se arriman a las oficinas de la defensoría oficial porque no pueden pagar un abogado, el bando establece que en las colas que se formen se debe guardar una distancia no menor a un metro entre los que esperan. Eso, supuestamente, porque el maldito virus no puede, aun impulsado por la tos o un estornudo, recorrer esa distancia. Antes de llegar al metro desfallece y muere.
Los funcionarios y empleados deben cuidar de mantenerse más limpitos que nunca. Sus despachos deberán ser ventilados cada hora y desinfectados "con Lysoform en aerosol" (seguramente la marca preferida de la Defensoría).
También "se lavarán las manos cada hora con jabón líquido, alcohol en gel o alcohol". Aunque no está explicado por qué el jabón debe ser líquido, estamos de acuerdo. Pero los obligados a cumplir con el "diktat" parece que no lo están, porque además el lavado de manos no se puede hacer como le parezca a cada uno. El punto 17, ya cerca del final, dice que para lavar las manos "se aplicará la técnica ascendente y descendente (como un sube y baja, se nos ocurre), cuidando de higienizar la totalidad de la mano y la zona ubicada entre los dedos". La "técnica" no está explicada, pero es dable suponer que se trata de juntar las manos como para rezar. Dicho sea de paso, una oración no estaría de más, porque no se puede descartar que la pandemia sea un castigo divino para la globalización del pecado.
También, y por lo mismo, ayudaría que se construya el monumento a la Biblia propiciado por un funcionario municipal y concejales de Une. En una provincia laica como es ésta de acuerdo con lo dispuesto por el artículo 3º de su Constitución, al Supremo Hacedor le agradaría ese desagravio, tanto como le agradó el emplazamiento de un Cristo crucificado en el punto más alto de la capital neuquina.
JORGE GADANO
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