La política argentina es tan dinámica -Neuquén no es la excepción- que parece que hubiera transcurrido un siglo desde las elecciones del domingo pasado y que hoy lo único que importara es el resultado de la interna del MPN, que no es otra cosa que una pulseada por quién manda en el partido provincial y en la provincia: Jorge Sapag o Jorge Sobisch.
Pero cualquiera que observe más cuidadosamente lo ocurrido el 28 de junio verá que los resultados de los comicios terminarán impregnando la agenda política de los próximos meses y años. Por eso, y también porque a una semana surgen conclusiones que al calor de los hechos pueden haber pasado desapercibidas, se impone un balance para ver más claramente cómo quedan parados los principales protagonistas.
Si bien el MPN estuvo un poco por debajo de su piso histórico, el sapagismo logró colocar dos diputados en el Congreso. Esta victoria de Jorge Sapag tal vez no tenga otra consecuencia en lo interno que la de llegar a la elección partidaria de hoy dejando en claro que el gobierno conserva buena parte del predicamento que exhibía en el 2007.
Está claro que Jorge Sobisch se desentendió de la elección legislativa porque no le interesaba en lo más mínimo y mucho menos a partir del momento en que Brillo, a quien quería para encabezar la puja en la capital, se decidió por buscar su reelección con el apoyo del gobernador.
A los efectos internos del triunfo del gobierno habría que agregar los que se producirán en el frente externo. Aunque siga siendo un fuerte aliado de los Kirchner -cosa que está por verse después de su derrota y de la ofensiva de la derecha y los principales medios de comunicación- Sapag se puede plantar ahora con mayor fortaleza ante el gobierno nacional.
Sus votos en ambas cámaras se cotizan hoy mucho mejor que ayer y ésa es una de las claves de la política nacional del MPN que Sapag se ha esforzado por reflotar, luego de años de confrontaciones estériles de la mano de ese jugador compulsivo del poder que es Sobisch.
Con todo, la obtención de una banca extra -o mejor dicho haber retenido las dos que tenía- más que un verdadero mérito del MPN es una derrota del Frente para la Victoria.
El hecho de que el oficialismo nacional no haya podido conservar el escaño que había ganado Massei y ocupaba actualmente Silvia Sapag guarda relación con dos hechos: la incapacidad de la Casa Rosada -en particular de su principal estratega neuquino, Oscar Parrilli- para encolumnar a los sectores dispersos del kirchnerismo detrás de una figura aceptada por todos y la falta de voluntad de algunos de esos sectores para aceptar el planteo de Néstor Kirchner en el sentido de que ésta no era una elección legislativa más sino una pelea por la continuidad del gobierno y de los cambios que impulsa. De otra forma no se entiende cómo el líder del Frente Grande, Raúl Podestá -acaso cansado de esperar un ofrecimiento por parte de Parrilli-, optó por una sociedad con Une que, se sabía de antemano, no podía ganar. Su derrota -aunque él no la vea y piense que la magra cosecha lo deja al menos colocado de cara al 2011- es parte indivisible de la derrota kirchnerista. También, claro, es la derrota de Une -¿o no eran socios?-, a pesar de que en el último tramo de la campaña Mansilla se haya despegado del previsible final.
En el fuerte revés sufrido por Rioseco, en fin, el resto lo hizo el resentimiento de la derecha peronista local, representada por los sectores que el kirchnerismo mantuvo ´pisados´, como el gremialista Sergio Rodríguez o el intendente de Plottier Sergio Gallia, de quien se dice en el MPN que mandó a votar por Brillo.
Quiroga, por su parte, se quedó con las ganas de llevarse un trofeo que en un comienzo parecía reservado para él por las hesitaciones del MPN y las incongruencias del kirchnerismo. Puesto a representar el cobismo en la provincia, el ubicuo dirigente radical logró que muchos olvidaran que apenas un año y medio atrás era el candidato de Kirchner, acaso porque quienes lo votaron describieron idéntica parábola. No obstante, el ex intendente hizo una buena elección, lo cual lo autoriza a plantarse como candidato a gobernador en el 2011. Sólo le queda interrogarse sobre qué le faltó en el 2007 para poder derrotar al MPN.
Hoy se juega una pulseada no definitiva pero sí eliminatoria por el timón del MPN. Luego de muchas vacilaciones y no pocas ambigüedades Sapag, que ha de saber muy bien dónde le aprieta el zapato, decidió enfrentar abiertamente a su antiguo socio. No está claro si todavía está a tiempo o ha sido demasiado tarde, pero por primera vez el gobernador ha despejado todas las dudas al afirmar que "detrás de Lara y Silvestrini está Sobisch" y al plantear que se trata de no volver al pasado.
Desde su búnker de Fundepa, Sobisch viene trabajando como sabe hacerlo muy bien para ganar esta elección. Si, como dicen los sapagistas, su dilatado aparato no es mayor que el que mueve el actual gobernador, esta elección la ganará aquel que sea capaz de llevar más independientes a votar.
Con todo, los comicios de hoy quizás no se deberían haber realizado. No por razones políticas sino sanitarias y de sentido común: en Neuquén ya son cinco los muertos presumiblemente infectados de gripe A y, como advirtió una directora de la Organización Mundial de la Salud, las elecciones nacionales del domingo pasado pueden haber contribuido a agravar la pandemia en la Argentina.
Al parecer, los representantes de las listas Blanca y Azul debatieron en la Junta de Gobierno del MPN la posibilidad de suspender la interna, pero no pasaron de un intercambio de chicanas. ¿Quién podría tomar una decisión así sin ser acusado inmediatamente por el otro de debilidad? No es para sorprenderse; desde la política hasta el tránsito, la Argentina es una de las sociedades más indisciplinadas e individualistas del planeta. Y paga las consecuencias.