Jueves 09 de Julio de 2009 20 > Carta de Lectores
Un gobierno más kirchnerista

Por si aún quedaban algunas dudas en cuanto a cómo reaccionarían la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su marido frente a la contundente derrota electoral que experimentaron no sólo en la provincia de Buenos Aires sino también en todos los distritos importantes del país, el matrimonio santacruceño se ha encargado de eliminarlas. Al parecer convencidos de que la mejor forma de defenderse de sus adversarios consiste en contraatacar, los Kirchner se han comprometido a "profundizar el modelo", o sea, a intentar aplicar con más ahínco aún la clase de medidas y el estilo de gobierno que el electorado acaba de repudiar. Fue por eso que los cambios en el gabinete que se anunciaron el martes resultaron tan decepcionantes. Además de negarse a reemplazar a funcionarios como Guillermo Moreno y Julio de Vido por personas menos urticantes, la presidenta dejó pasar una oportunidad de incorporar al gabinete figuras de peso político propio cuya llegada hubiera hecho pensar que entendía la necesidad de contar con colaboradores que serían respetados por los grupos opositores más influyentes. Antes bien, Cristina echó al único miembro de su equipo, el ahora ex jefe de Gabinete Sergio Massa, que brindaba la impresión de no ser un mero títere manipulado por el ex presidente Néstor Kirchner. Según se informa, la presidenta quería que Jorge Capitanich sustituyera a Massa, pero el gobernador chaqueño se negó a volver al cargo que había desempeñado cuando Eduardo Duhalde era presidente interino, razón por la que lo dio a Aníbal Fernández. Parecería pues que el gobierno kirchnerista ya ha entrado en una etapa en que le será cada vez más difícil encontrar a personas idóneas para llenar puestos clave porque ningún político ambicioso estará dispuesto a arriesgarse.

De no haber sido por la actuación de Amado Boudou como mandamás de la Anses, donde resultó ser un servidor obediente de Néstor Kirchner, su nombramiento como ministro de Economía hubiera alentado cierto optimismo, puesto que se trata de un hombre de formación ortodoxa, cuando no "neoliberal", pero a partir de la apropiación por parte del gobierno de los fondos de jubilación privados se ha granjeado la reputación de ser a lo sumo un técnico relativamente eficaz que se limita a obedecer las órdenes de sus jefes. Por cierto, nadie cree que Boudou se mostrará más capaz de poner en su lugar a Moreno que sus antecesores Miguel Peirano, Martín Lousteau y Carlos Fernández, de suerte que se prevé que la economía seguirá siendo manejada por el ex presidente y su operador, el secretario de Comercio, de ahí la ola de pesimismo que el martes hizo bajar abruptamente la Bolsa de Buenos Aires.

Con escasas excepciones, los beneficiados por los resultados de las elecciones legislativas insisten en que quieren ver alejados a Moreno, De Vido y, es innecesario decirlo, al mismísimo Néstor Kirchner, para que un gobierno auténticamente renovado pueda reconciliarse con la sociedad y hacer frente a la multitud de problemas que se han agravado mucho en los últimos meses. No sorprendió, pues, que reaccionaran con mordacidad ante los cambios, hablando de "gatopardismo", de "lifting político" y así por el estilo. Es poco probable que los peronistas disidentes, los macristas, los radicales, los aristas e izquierdistas como "Pino" Solanas modifiquen su actitud en las próximas semanas. Por el contrario, el que a su juicio los Kirchner hayan optado por cerrarse todavía más, rodeándose de personas dóciles y por lo tanto "leales", fue una invitación a que redoblaran sus ataques. Antes de anunciarse los cambios, los distintos voceros opositores criticaban con virulencia la negativa de la presidenta y su esposo a reconocer que el último domingo de junio se confirmó que la realidad nacional se ha modificado mucho desde octubre del 2007 y que, a menos que se adapten pronto a las circunstancias imperantes, sus perspectivas serán sombrías. Sin embargo, mientras que la mayoría atribuye la derrota electoral a una sobredosis de kirchnerismo, los líderes de la corriente menguante así denominada se las han arreglado para persuadirse de que en verdad lo que el país les está reclamando es más kirchnerismo todavía, de este modo asegurando que la fase próxima de la gestión de Cristina sea aún más conflictiva que lo previsto.

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