Miércoles 08 de Julio de 2009 > Internacionales
¿Qué tan inteligente deben ser los políticos?
Silvio Berlusconi no goza de mucho respeto entre expertos sobre asuntos de liderazgo e inteligencia.

 "Tonta" y "contraproductiva" resulta por ejemplo la forma en que el jefe de gobierno italiano compara las cumbres con el piropeo de mujeres guapas, señala el catedrático Joseph Nye, de la universidad de Harvard. Eso es justamente lo que hizo Berlusconi en una entrevista.

"A un hombre más serio como (el premier británico) Gordon Brown no le gustarán esa clase de frases", dice Nye. De manera similar lo ve Dean Simonton, de la universidad de California, que debido a algunas de sus declaraciones exaltadas considera a Berlusconi como simplemente "no muy inteligente".

 "Actúa como un payaso", señala. Pero aunque durante la cumbre del G8 tenga que sentarse al lado de personas como Barack Obama y Angela Merkel -a los que los expertos atribuyen un agudo intelecto fuera de lo común-, Berlusconi no tendrá que preocuparse mucho de posibles comparaciones.

Una de las teorías habituales en la investigación contemporánea sobre liderazgo, inteligencia y creatividad es que el éxito y la importancia histórica de los políticos tienen apenas que ver con su coeficiente intelectual.

La inteligencia en sentido estricto -una capacidad de compresión presta, creatividad y capacidad analítica- puede ser de gran ayuda, pero lo más importante para los políticos es la inteligencia "emocional", señala por otro lado el psicólogo y autor de éxitos comerciales Daniel Goleman en sus libros. "Los grandes líderes nos conmueven, despiertan grandes pasiones", dice.

 "Todo eso funciona a través de los sentimientos". Nye habla de la inteligencia "social". En la política de más envergadura se necesita además de inteligencia otros atributos "para jugar una buena partida con malas cartas", dice el politólogo, que ha ocupado ya cargos gubernamentales de peso en Estados Unidos.

 Según Brian Darling, de la Heritage Foundation de Washington, los altos políticos no necesitan sólo la capacidad de asimilar grandes cantidades de información, sino sobre todo deben poder comunicar las mismas de manera simplificada y clara. La clave del éxito en la política está sobre todo en la comunicación, dice el experto.

 "Las personas altamente inteligentes tienen dificultades en el trato con gente común". Desde luego que un político sin una inteligencia mayor no puede tener éxito, dice Simonton, ya que eso es una característica de todo liderazgo. "Pero hay pruebas de que uno puede ser muy inteligente para ser un líder eficiente". Los intelectuales, sostiene, corren siempre el riesgo de no alcanzar a las personas al hablar.

Sobre todo en una democracia presidencial como Estados Unidos se trata de alcanzar a los electores que desconfían de los políticos "súper-inteligentes". Por ello, es necesario tener un intelecto agudo, pero "también deben ser especialistas emocionales", señala Nye.

 Barack Obama parece tener ambas cualidades en una gran proporción, indica también Simonton, que aclara con ello el éxito del joven político negro. Un "político de gran inteligencia como (el ex presidente) Bill Clinton" a menudo incluso "casi escondía su inteligencia" con su estilo campechano de los estados del sur. En Estados Unidos hay por lo demás casi un tradicional escepticismo frente a las capacidades intelectuales de los políticos, así como frente a intelectuales que entran a la política.

El ex senador republicano Chuck Hagel, por ejemplo, elogió una vez a su compañero de partido, el también senador Jim Webb, con las siguientes palabras: es uno "de los tipos más listos que he conocido, tiene la capacidad (...) de analizar, de ver las cosas a trasluz, algo que no hacen muchos aquí". En el Senado, apuntó, "se actúa sin pensar, como en (el asunto de) la guerra de Irak".

El catedrático Lawrence Velvel de la Massachusetts School of Law vio en los halagos de Hagel una nueva prueba de que muchos políticos actúan de manera distinta, es decir "tonta (...), de pocos recursos intelectuales".

 Un "idiota" y un "miembro del Congreso" son prácticamente lo mismo, apostilló una vez en tono irónico el escritor Mark Twain. "La tragedia es que la mayoría de políticos empieza con una inteligencia moderada, pero con buenas intenciones". "Con los años -continúa- están cada vez más aislados, de tal manera que incluso los mejores y más inteligentes se convierten en idiotas", escribió también hace pco el politólogo y director del instituto OPS-Alaska, Thomas Gangale.

DPA


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