Miércoles 08 de Julio de 2009 Edicion impresa pag. 22 > Internacionales
Un gélido encuentro con Putin

MOSCÚ (DPA).- Un silencio dice más que mil palabras... también en las más altas esferas políticas. Y fue un riguroso silencio el que reinó ayer entre Barack Obama y Vladimir Putin en su esperado primer encuentro. Ni siquiera los sacos desabrochados dieron espontaneidad al frío saludo del político más poderoso del mundo y el "hombre fuerte" de Rusia.

Putin lanzó en seguida el primer dardo, disfrazado de gesto diplomático: hubo "años de relaciones florecientes" con Estados Unidos, pero, por desgracia, también "graves confrontaciones". Obama pagó con la misma moneda: "Tal vez no estamos de acuerdo en todos los puntos, pero conversaremos sobre todas las cuestiones con respeto mutuo y por el bien de nuestros pueblos", sostuvo.

A pesar de las diferencias, Putin mantenía con el antecesor de Obama, George Bush, una relación afable y de confianza. Vínculo similar al que Obama parece estar construyendo con el sucesor de Putin en el Kremlin, el más joven Dmitri Medvedev. Ambos presidentes anunciaron la víspera un "nuevo comienzo" en las complejas relaciones bilaterales.

En cambio, durante el encuentro Obama-Putin, las miradas de ambos recorrieron la sala o se posaron sobre los propios zapatos, pero casi nunca en los ojos del otro.

Mientras la atmósfera era más bien gélida en el interior, afuera, a través del ventanal, podía verse un samovar humeando al calor de la brasa. De modo que, tras las primeras palabras, Putin fue hacia la ventana, y su huésped, una cabeza más alto, decidió seguirlo. "Afuera estamos preparando un desayuno ruso para usted", comentó el ex jefe del Kremlin. Obama se asomó brevemente para ver la terraza, donde no encontró más que unas sillas, dos sombrillas y el samovar. "Se ve bien", replicó a Putin.

Un puñado de periodistas autorizados comenzó a vaciar la sala con exagerada lentitud, como para cazar al vuelo algún comentario más íntimo o una observación cómica. Pero Obama y Putin no les regalaron nada. Más allá de un profundo silencio. Con gesto casi apático los dos se quedaron mirando cómo los periodistas abandonaban la sala.

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