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Final para K, una de las mil caras del peronismo | ||
El movimiento, esa fabulosa estructura de poder, se prepara para definir nuevos liderazgos. "Volver a hacer política", diría Cafiero, uno de los más consultados... | ||
CARLOS TORRENGO carlostorrengo@hotmail.com
Sostenía Jorge Luis Borges que la solución del misterio siempre es menor al misterio mismo. La sentencia viene a cuento por un interrogante que en estos días agita a la política argentina: ¿qué va a pasar con el peronismo, esa contradictoria estructura de poder que si hay algo que sabe hacer es luchar incluso despiadadamente, por el poder, y que si hay algo que no soporta es no tenerlo? Posicionamientos que no saben de metáforas. Sí de prácticas objetivas, terminantes, de ver y hacer política. Territorio siempre bajo tensión. Lugar de traiciones y lealtades sin parangón en la historia del país. El lunes, el veterano Antonio Cafiero -teléfono en mano- consumió kilómetros en su espacioso líving de su residencia de San Isidro. "¿Qué vamos a hacer Antonio?", fue la pregunta que desde lo largo y ancho del mapa justicialista le descargaba la dirigencia peronista. Cafiero tiene un poder residual en el mapa justicialista. Pero es uno de los pocos "pater" que pueden sobrevolar toda esa extensión sabiendo que es respetado. Nunca fue kirchnerista. Respaldó los términos iniciales con que ese proceso recuperó el ejercicio del poder presidencial. Y sumó su apoyo a la política fiscal y económica seguidas por el gobierno en su primer mandato. Pero tomó distancia cuando percibió la por entonces incipiente tendencia de K a no hacer política. Simplemente mandar. Desde esa experiencia respondía Cafiero : - Compañero, no hagamos problemático lo que es evidente: el peronismo tiene que volver a hacer política, que es lo que no hizo esta gente? (por el kirchnerismo) Hoy, o al menos desde hace dos años, no resulta azaroso determinar las causas por las cuales el kirchnerismo incineró su poder con fanática determinación y entusiasmo. Pero hace algo más de cuatro años, ese poder campeaba sin el menor atisbo de oposición. Y se reproducía fogoneado por tasas de crecimiento económico inéditas para la Argentina. En ese tiempo fueron muy pocos los que advirtieron sobre las causas de una metástasis que, a la larga, llevaría al poder kirchnerista al actual atolladero. Uno de esos escasos pioneros fue Sergio Berenzstein, historiador. Miembro fundador de Poliarquía, hoy la más prestigiosa consultora del país. Hace cinco años en notas y reportajes comenzó a reflexionar sobre el estilo Kirchner desde un punto de vista no explotado hasta ese momento: el generacional. "El presidente -dijo- expresa la frustración de una generación que él creyó que estaba viviendo una epopeya". ¿Qué generación? La de los jóvenes peronistas de los ´70. La de la confrontación con todo, incluso con Perón. La generación signada por una grave incapacidad para hacer política sin apelar a los extremos, ya en el discurso, ya en la acción. La generación de las valoraciones ligeras y equivocadas sobre las expectativas políticas de la sociedad que la rodeaba. La generación que al transformar su ideario en único y excluyente se olvidó de dónde estaba parada. Y entonces, esa generación se aisló luego de asumir la política como epopeya constante. La épica sin solución de continuidad a modo de adrenalina. Necesidad de enemigos. De tensión en tensión. La política vista como guerra constante, no la guerra como una prolongación posible de la política. Buenos y malos. "Pueblo y antipueblo". Una interpretación de la política que lleva al filósofo Santiago Kovadlof a sentenciar: "Néstor y Cristina son maniqueos y seniles". Y acotar a "Río Negro": - Le tienen miedo a la política porque le tienen miedo a lo que en política les es distinto y sin lo distinto, no hay política. - Y la política es lo que tenemos que recuperar si queremos que esto que se llama peronismo y nació como fuerza política siga existiendo- señaló el lunes a la mañana Carlos Reutemann. - ¡Noble aspiración viniendo desde el peronismo: hacer política!- sostiene otro filósofo: José Pablo Feinmann. Alguna vez se entusiasmó con "este flaco Kirchner". Pero puso pie en polvorosa de esa tienda cuando percibió el cerrado de capilla que imperaba ahí a la hora de formular política.
¿Existe el peronismo?
Para Feinmann el peronismo hace tiempo que se ha olvidado de la política como proceso dialéctico. Creativo. Abarcador. La causa del impedimento la encuentra en lo que -en su consideración- ha devenido el peronismo: "Las mil caras que tiene y que lo llevan a ser más una máquina de conquistar poder que de pensar en qué hacer con ese poder para generar política". Mil rostros. Entonces, ¿a qué llamamos peronismo? ¿Al peronismo que por estas horas propone volver a encontrarse con la política -Cafiero, Gioja, Reutemann, Solá- o al peronismo antropofágico con la política? Martín Caparrós tiene un talento incisivo e inquieto. Premio Planeta de Literatura, autor entre otras obras junto con Eduardo Anguita de "La Voluntad" -tres tomos destinados, vía un inmenso esfuerzo investigativo, a historiar la militancia revolucionaria en la Argentina-, para Caparrós el drama del peronismo es representar tantas cosas que al final no existe. Alguna vez Caparrós sometió a una agria ironía la naturaleza del peronismo. Dijo que era como la Línea 60 de micros: va a todos lados llevando a la gente apiñada a cualquier parte. "El peronismo ya no existe -sostiene-, por pura falta de sentido. Si una palabra no significa nada, si no se sabe qué significa, si significa demasiadas cosas, esa palabra no funciona y tiende a desaparecer". Luego se ratifica en un convencimiento: "Una designación política que designa, según lugares y momentos, a un general populista nacionalista macartista o una guerrilla socialista nacional o unos privatizadores liberales proyanquis furibundos o unos caudillos provinciales hambreadores clientelistas o unos conservadores populares sin demasiado pueblo o unos socialdemócratas democristianos redistribuidores que no redistribuyen y tantos otros; que nombra al mismo tiempo a Menem, Duhalde, Cafiero, Scioli, Kirchner, Rodríguez Saá, Firmenich, Moyano, Duarte, Reutemann, D´Elía, Favio, Iglesias, Walsh, designa tanto que no designa nada"... - ¿Cómo que el peronismo no es nada o está dejando de ser?- reaccionó con disgusto el lunes muy temprano el gobernador del Chubut, Das Neves, cuando desde una emisora porteña le preguntaron si con la derrota del kirchnerismo no comenzaba a diluirse el peronismo. - ¡Creer en eso es creer que el peronismo no tiene historia, no tiene razones por las cuales seguir existiendo!... ¡Ésta es la tormenta del kirchnerismo y de su forma de hacer política! Das Neves, como sus compañeros Gioja, Solá y etc., etc., se inscribe en un convencimiento que viene del fondo de la historia del peronismo: interpretar ese bloque de poder como un espacio de poder habituado a manejar y canalizar las contradicciones que lo pueblan. - Una especie de vida bajo colesterol siempre muy alto, colesterol que no mata- solía ironizar Carlos Portantiero. Timoneando ese colesterol, en sus tiempos de suma de poder, Néstor Kirchner avanzó hacia lo que definió como "transversalidad". Perforar el firmamento de la política argentina con una fuerza que, con el peronismo como viga, se transformara en un espacio aglutinador y superador de todo lo existente. Un abarcar espacios políticos y sociales preexistentes al mismo kirchnerismo. Sesgo ideológico: centro izquierda. Cuando por mil razones la "transversalidad" no cuajó en términos demasiado elocuentes, Kirchner se acordó de un plano al que había tratado con desdén: el Partido Justicialista. Entonces asumió su presidencia, a la que renunció el lunes carcomido por la derrota electoral de horas antes. Para el sociólogo Natalio Botana, a la hora de reflexionar al peronismo, "nada hay más fascinante que echar un vistazo a sus bruscos cambios y realineamientos, y de la vertiginosa sucesión de ideología que jalonaron su pasado y su presente. El peronismo expresa pues el cambio, el viraje veloz de un punto a otro del espectro de posibilidades". Pero advierte Botana: - El peronismo no concluye en este estadio porque, más allá de este montaje de escenarios opuestos prevalece en el peronismo una matriz atinente al ejercicio del poder que le ofrece una reserva de orden y estabilidad... Reflexionando en estos términos, el colesterol puede desarticular mucho al peronismo. Pero de ese jaque siempre termina regulado por el uso que el peronismo hace del poder. El filósofo Ernesto Laclau hace algo más de 30 años que se fue de la Argentina. Bendecido por Eric Hobsbawm, recaló con éxito en el mundo académico británico. Junto con José Nun, es el único intelectual vernáculo al que lee Néstor Kirchner. El ex presidente se entusiasmó hace tiempo con un polémico convencimiento de Laclau: el populismo es un proceso positivo para la construcción política de las masas y su ingreso de lleno a la política. De paso por Buenos Aires para seguir las elecciones, Laclau fue tajante: "Hoy no hay un movimiento peronista. El peronismo es el nombre de una matriz histórica, no un movimiento concreto en la Argentina actual. Desde los ´80, el peronismo asumió miles de significantes diferentes... Francisco de Narváez, Felipe Solá, Kirchner, evidentemente no se puede afirmar que sean fuerzas que estén nucleadas en un movimiento unificado". En fin, volviendo a Borges: el 28 se definió el misterio de cómo se desvanecería el poder del kirchnerismo, pero no el misterio sobre qué pasará con el peronismo... | ||
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