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A pesar de que, como dice el proverbio, "nunca segundas partes fueron buenas", considero necesario sumar algunas consideraciones a la columna que, hace dos semanas, dedicamos a las fiestas neuquinas. Entre todas esas fiestas, reivindicadas por la senadora kirchnerista Nanci Parrilli en un acto realizado en el Senado de la Nación (al que asistieron personalidades tan importantes como el diputado radikirchnerista Hugo Prieto) omití involuntariamente, en un comentario dedicado al asunto, mencionar la fiesta masoquista del Viento que se hace cada año en Picún Leufú. No lo hice precisamente por considerarla masoquista, pues soy un convencido de que cuando Carlos Darwin llamó a la Patagonia "el desierto maldito", lo hizo principalmente por el viento. Y más todavía, porque el mes de esa fiesta, que es diciembre, es de mucho viento, de ese que envuelve a la región en una nube de polvo que te hace odiar el haber nacido. Si menciono ahora esa fiesta es porque la intendenta de San Martín de los Andes, Luz Sapag, me la recordó, en un gesto de grandeza que, entre líneas, me dice que aun cuando su ciudad es el mayor centro turístico de la provincia no por eso el turista que usa la ruta 237 debe pasar de largo, en Picún, sin siquiera parar a tomar un café mientras carga combustible (siempre que no haya viento). Con todo, Luz dejó pasar, como también yo, la fiesta del Loro Barranquero, que se disputan El Cholar y Tricao Malal. Como sabe cualquier lector del gaucho "renegau" -también vago y camorrero- Inodoro Pereyra, los loros barranqueros eran unos bichos provocadores que se dedicaban a molestar a ese prohombre de nuestras pampas húmedas. Pero, por lo visto, también existen esos loros en el norte profundo, y seco, neuquino. Yo no los vi porque sólo pasé una vez a un costado de El Cholar, por la ruta 21, de tierra, que no me dejó ver nada y porque de Tricao sólo conozco el nombre. A los loros los conozco del balneario Las Grutas y puedo asegurar que son unos tipos insoportables que no paran de emitir un graznido del que no sabe uno si es una queja, una protesta o si se trata de espías policiales que suplen a los helicópteros que Río Negro no tiene pero Neuquén sí. Como Luz, también me enviaron un correo agradeciendo la publicación, de la oficina de la senadora Parrilli, lo que significa que el número de lectores de esta columna no para de crecer, en calidad y cantidad. Lo más saliente es, tal vez, que lo de las fiestas se ha metido en la campaña electoral, porque no es sólo una voz femenina del MPN la que, ironizando, ha querido descalificar el homenaje de la justicialista Parrilli a los pueblitos neuquinos. También se ha subido a la tribuna en estos días la subsecretaria de Turismo neuquina (obviamente emepenista también, porque nadie en la provincia puede llegar a ese cargo sin serlo) Alicia Lonac, quien se instaló en los últimos diez días de este mes en el shopping Alto Palermo, electo para propagandizar el turismo en San Martín de los Andes, Villa La Angostura y Caviahue, porque -dice la información oficial- es ése "uno de los centros comerciales más concurridos de Buenos Aires". Claro, en Palermo y Barrio Norte, donde sólo hay gente fina, nadie se va a interesar por asistir a la Fiesta del Pasto de Las Lajas. Y ni hablar de los loros barranqueros. Es a todas luces evidente que en esta campaña electoral el justicialismo ha optado una vez más por los pobres, mientras que el Movimiento Popular Neuquino parece preferir a los ricos. Me refiero a la opción por los turistas, que votan en extraña jurisdicción, y digo "parece" porque, como su nombre lo indica, el MPN es un partido popular no sólo por quienes lo votan sino porque en sus orígenes desplegó políticas -de salud, educación, vivienda- destinadas a los pobres. De lo que pasó después mejor no hablo porque no quiero que me acusen de intervenir indebidamente en el proceso electoral. Para continuar con el turismo, hay que destacar una gran omisión, que es la del "ferrocarril hacia ninguna parte". Las palabras entrecomilladas pueden parecer, a quienes no son de aquí, sólo una metáfora, pero no. Quienes vivimos en Neuquén sabemos que ese ferrocarril es una realidad tangible, hecho de terraplenes, durmientes y vías, que surca las montañas hacia Chile y que, de pronto, termina donde no hay nadie y sin cumplir el objetivo principal, que era el de cruzar la cordillera. Es el que oficialmente fue designado por Jorge Sobisch como "Trasandino del Sur" y que recorrió el mundo en las valijas del ex gobernador para interesar a eventuales inversores que, lo he dicho ya, siempre expresaron su interés según las gacetillas oficiales. Lamentablemente, como las inversiones no llegaron, el Trasandino se quedó corto, en Cisandino. Para ser más didáctico, no de acá hasta allá, sino de acá hasta acá. Pero que no sirva para ferrocarril no significa que no sirva para nada. No digo de crear una Fiesta del Ferrocarril hacia la Nada, pero sí de estudiar la posibilidad de que en la Fiesta del Pasto se ofrezca una excursión hacia el lugar de la nada, donde se podría levantar la estatua de algún prócer provincial que, como San Martín desde su caballo, tienda el brazo hacia el oeste. Será un mensaje de los neuquinos de hoy hacia las nuevas generaciones, haciéndoles ver que nos quedó algo sin terminar. JORGE GADANO jagadano@yahoo.com.ar
JORGE GADANO |
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