Cumbias kirchneristas, temas que aludían a los días de los primeros gobiernos peronistas, Néstor Kirchner al borde del llanto y un intendente adormilado, en el cierre de campaña realizado por el oficialismo en el Mercado Central de Buenos Aires, partido de La Matanza.
Se trató de un típico acto peronista del conurbano bonaerense, cuyos manifestantes comenzaron a brotar desde poco después de las 14 desde las barriadas más empobrecidas del Gran Buenos Aires.
Manos labradas por el entusiasmo, sostenían banderas con imágenes de Evita, otras con inscripciones tales como "gracias por las cloacas", "estamos esperando la salita" o "gracias por el agua", mientras que militantes rentados colgaban banderas oficiales con el nombre del respectivo intendente, para que los jefes políticos las pudieran divisar desde el palco.
Como venía ocurriendo en otros actos en tierra bonaerense, Kirchner cerró su campaña al borde del llanto, un estado de ánimo contenido que llegaba a quienes tenía más cerca, a la Presidenta, a los candidatos, funcionarios y manifestantes que se habían colado en el espacio destinado a periodistas y fotógrafos. "La voluntad del pueblo no se puede burlar ni quebrar, es invencible", fueron los últimos trozos discursivos de Kirchner, mientras unas lágrimas se deslizaban por su rostro ansioso.
Luego llegó el largo abrazo con su esposa, como ya había ocurrido en otras aperturas y cierres de campaña kirchnerista, aunque para ese momento del acto el intendente de sobretodo marrón ya se había despertado y dejado de cabecear, mientras hablaba el gobernador.
Ya habían quedado atrás el video de Evita acompañando a Juan Domingo Perón por la Avenida de Mayo, los textos de Rodolfo Walsh sobre la dictadura y de Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz sobre el Estado, y palabras del propio fundador del justicialismo.
También se exhibieron imágenes de los dirigentes ruralistas de la Mesa Enlace y el voto contra las retenciones de Julio Cobos, seguramente los tramos de la proyección más silbados por los miles de manifestantes.
Cuando todos se habían ido, el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, seguía saltando y saludando, mientras agitaba las banderas o remeras que le tiraban los últimos militantes que pasaban por frente al palco.
Por los alrededores del Mercado Central, cuando las sombras de la noche empezaban a insinuarse, hombres, mujeres y niños que había participado en el acto, buscaban presurosos sus colectivos, para perderse hacia las localidades del conurbano, ese espacio vital donde el oficialismo deposita sus esperanzas.
DyN