Miércoles 24 de Junio de 2009 Edicion impresa pag. 45 > Cultura y Espectaculos
Ernesto Sábato: 98 años de recuerdos
El autor de "Sobre héroes y tumbas" cumple hoy 98 años. "Pienso llegar hasta los 100; luego veremos", dijo hace algún tiempo. Aquí, un repaso de su vida.

Sigue viviendo en Santos Lugares, en la misma casa que compró hace algo más de 60 años. Está a un centenar de metros del sitio en el que el 18 de agosto de 1848 la intolerancia acribilló a Camila, al cura Uladislao Gutiérrez y al pibe que ella tenía en sus entrañas.

Pero volvamos a la casa de hoy en Santos Lugares. Casa a la que el sol llega filtrado por inmensas coníferas situadas en un jardín que luce descuidado. El dueño de casa abandonó hace años la costumbre de caminarlo. Ernesto Sábato ya no va hasta la verja. Con 98 a cuestas, flaquea. Quedan muy lejos en el tiempo esos mediodías de sol en que salía hasta la vereda. Y se exponía a ser descubierto por los bulliciosos pibes del colegio de enfrente.

Sábato ya no escribe. Tampoco lee. Y la pintura, su último recoveco para "sacarme cosas", también es historia. Manda el deterioro de su vista. Deciden los años.

-Pienso llegar a los 100 años; luego veremos -dijo Ernesto Sábato cuando cruzó los 85-. Está cumpliendo.

Mientras tanto, pasa sus días en su estudio. Incrustado en los afectos por los que anduvo su intelecto: libros, pinturas, fotos. Y una máquina de escribir que sigue posada sobre la mesa de trabajo vía un mecanismo que él mismo ideó para sentirla muy cerca. Una prolongación de su propia existencia a la que le ha contado de sus fantasmas. De sus soledades. Máquina a la que le ha hablado de la vida nada más que en escala de tragedia. La existencia sólo como dolor. Ese patético convencimiento que acompaña a Sábato desde "mi tristeza infantil". Estado de ánimo que él vincula en gran parte con un padre al que "recuerdo mirando con miedo su rostro surcado de candor y dureza"... un ser severo. "En ocasiones terrible". Un padre de once hijos que en "buena medida motivó esa nota de fondo de mi espíritu, tan propenso a la tristeza, a la melancolía". Severidad que fue el origen de la "rebeldía de dos de mis hermanos que huyeron de casa: Humberto y Pepe, llamado en nuestro pueblo (Rojas) ´el loco Sábato´, que acabó yéndose con un circo, para deshonra de mi familia burgue- sa".

Ahí está Ernesto Sábato, en Santos Lugares. Sin zafar jamás de ver la vida como tortura. La vida como permanente desequilibrio espiritual. La vida de Pablo Castel en "El túnel". O la vida como destino individual y sufriente. La vida de muchas páginas de "Sobre héroes y tumbas".

En Santos Lugares Ernesto Sábato pasa los días escuchando a las "tres B": Beethoven, Brahms y Bach, sin descuidar a Schubert. Tardes en que lo cuida su amiga Elvira González Fraga y en que no lo descuidan su hijo Mario, sus nietos ni la legión de bisnietos que va estibando.

Son días en que los recuerdos llegan a tropel. Días de ojos muy húmedos cuando evoca a Matilde, su compañera por más de 60 años. O emerge la trágica muerte de su hijo Jorge, abogado, egresado de La Sorbona en Ciencias Políticas. "Esa muerte me desolló", le dijo a este diario hace más de una década.

Y quizá en este ir por los 100, a la hora de explorar los 98 que ya tiene, le vuelva a la memoria la vanidad con que Victoria Ocampo lo ninguneó cuando él, un día de finales de los ´40, le pidió que le publicara "El túnel". Y ella desvalorizó la obra. Pero quizá entonces Ernesto Sábato recuerde ese día de junio del ´43 en que el cartero tocó timbre y Matilde abrió una carta de Albert Camus... "Me ha gustado mucho la sequedad y la intensidad" de "El túnel". "He aconsejado a Gallimard que la editen y espero que ´El túnel´ encuentre en Francia el éxito que merece". Lo tuvo. Y Victoria se quedó con la boca abierta.

En los días de Santos Lugares quizá pase revista a su compleja relación con Jorge Luis Borges. Por ejemplo, aquel capítulo de mediados del ´56 cuando se enteró de que en la Penitenciaría de la avenida Las Heras la Libertadora torturaba a peronistas. Y él no calló. Denunció. Pedro Eugenio Aramburu lo hizo echar de un programa que tenía en una radio oficial. Y Borges no le habló hasta comienzos de los ´70.

Y mientras transita sus flamantes 98 quizá Ernesto Sábato recuerde su paso por el Partido Comunista. También el verbo fiero de sus críticos... "Yo no almorcé con Videla... Sábato no se tuvo que exiliar", le descargó y le descarga el agrio Osvaldo Bayer.

Y quizá también recuerde la gloria que le llega de liderar la apertura de las puertas del infierno cuando presidió la Conadep. Y posiblemente entonces pase revista a su error de haber respaldado la aventura de Malvinas.

No importó en estas líneas hablar de la literatura de Ernesto Sábato.

Importó simplemente que, con su más y sus menos, Ernesto Sábato es muy nuestro. Muy argentino en eso, precisamente: en sus más y sus menos.

Más y menos que hoy estrenan 98.

 

CARLOS TORRENGO

carlostorrengo@hotmail.com

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