El aprendiz del brujo no tardó en descubrir que una cosa es practicar un hechizo pero otra muy distinta, restaurar la normalidad. Del mismo modo, al gobierno kirchnerista le resultó fácil, y por lo tanto tentador, procurar moderar las expectativas inflacionarias modificando levemente el índice correspondiente, pero no previó que lo que es de suponer creía sería una maniobra propagandística menor sin consecuencias demasiado graves pronto adquiriría proporciones pesadillescas. Con la hipotética excepción de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, su marido y el secretario de Comercio Guillermo Moreno, nadie toma en serio las estadísticas difundidas por el INDEC. Dadas las circunstancias, sería mejor que el gobierno mismo compartiera el escepticismo de los demás y que por lo tanto se dejara guiar por cifras más afines a las manejadas por las consultoras privadas que a las suministradas por la gente de Moreno, pero es perfectamente posible que se sienta obligado a administrar una economía que en opinión de la mayoría de los especialistas en la materia es ficticia.
Los comprometidos con "el modelo" suelen insistir en que los únicos que dudan de la veracidad de las estadísticas del INDEC son "neoliberales" que sienten nostalgia por los años noventa, pero sucede que entre los críticos más vehementes de la entidad están los progresistas que acusan al gobierno de subestimar groseramente la cantidad de pobres, cuando no indigentes, en el país. Por su parte, analistas privados de preferencias ideológicas diversas concuerdan en que la economía está en recesión desde octubre del año pasado y que en el primer trimestre del año actual el producto nacional experimentó una caída de por lo menos el 4%, de ahí el asombro con el que reaccionaron al ser informados por el INDEC de que, conforme a sus técnicos, en verdad creció el 2%. De ser así, la Argentina forma parte del pelotón reducido de países, liderados por China y la India, que se las han ingeniado para seguir creciendo, pero por desgracia abundan datos concretos que contradicen la versión oficial. Han caído abruptamente la construcción, la producción agropecuaria, sectores industriales clave y se ha reducido el consumo, lo que no hubiera sido el caso si, como afirman los responsables de confeccionar los guarismos difundidos por el INDEC, la economía continuara creciendo, si bien a un ritmo muy inferior al registrado antes.
Como todos los gobiernos del mundo, el nuestro quisiera convencer a la ciudadanía, y a los inversores extranjeros en potencia, de que a pesar de algunos problemas coyunturales atribuibles a errores garrafales cometidos en otras latitudes la economía local disfruta de muy buena salud. Sin embargo, mientras que en los países desarrollados los gobernantes se han limitado a minimizar la importancia de las malas noticias y llamar la atención sobre los "brotes verdes", aquí los voceros oficiales, comenzando con la presidenta, se han esforzado por reemplazar la economía que efectivamente se da por otra muchísimo más pujante. Desgraciadamente para ellos, y para el país, la mayoría de los economistas, tanto los ortodoxos como los resueltamente heterodoxos, además de los empresarios e inversores, se ha acostumbrado a mofarse de la información procedente de lo que toma por una fábrica de mentiras. A su juicio, en la Argentina conviven dos países muy diferentes: uno es el real; otro es el paralelo inventado por los Kirchner y sus colaboradores.
Es imposible cuantificar los costos de la desconfianza causada por la convicción generalizada de que el gobierno se ha aferrado a una fantasía burda, pero no cabe duda de que ya han sido muy elevados. En el exterior, la manipulación de las estadísticas oficiales ha motivado críticas duras por parte no sólo de las consultoras más influyentes de Wall Street sino también de organismos internacionales necesariamente cautos como el Banco Mundial. Fronteras adentro, ha servido para desalentar a aquellos empresarios que quisieran invertir pero son reacios a hacerlo hasta que el panorama se haya aclarado, una eventualidad que, tal y como están las cosas, no se producirá en los meses próximos porque es de prever que, después de las elecciones, el país se entregue a una crisis política sumamente confusa.