Viernes 19 de Junio de 2009 Edicion impresa pag. 31 > Sociedad
Perfil: Rellenando sacos

Espíritu inquieto. Abierto. Crítico. Enemigo de los dogmatismos. Irreductible ante la verdad que en el campo de las ciencias sociales se coloca en absoluto consagrado. Esa verdad única, distante de toda apelación.

Estos perfiles tuvo el intelecto de José Ignacio García Hamilton. Forjado -en correspondencia con su generación- en la Ilustración, ese dictado que al decir de Kant "consiste en el hecho por el cual el hombre sale de su minoridad de edad".

Liberal pleno. No al estilo de esa ambivalencia de muchos argentinos: liberal aquí, conservador reaccionario allá.

Amable. Mundano. Con pasión por el saber. Y generoso en la transmisión de los saberes que estibaba? "Uno sabe por otros; esto es una cadena? una simple cadena de transmisión? un encadenamiento en que cada uno codifica según su parecer", solía decir José Ignacio García Hamilton.

Nació en familia de pasado largo y tramado en el norte argentino. Familia sinónimo de periodismo. Convencidos como Sarmiento en su apasionante "Facundo" de que "donde no hay tinta no hay opinión", los García Hamilton forman parte de una de las más vetustas tradiciones en Argentina de familia que sembró opinión a pura tinta. Familia con poder. Pero familia que, en tanto cuna con sello aristocrático, sus descendientes se formaron distantes de la vanidad y la soberbia tan comunes al poder en la Argentina.

José Ignacio era hombre de "estilo", jamás hombre de egos, algo que el poder no siempre se permite.

Abrazó el derecho. La historia. La sociología. La filosofía. Un abrazo intenso. Facilitado por su convicción de que, "de alguna manera, a la vida hay que explicarla o creer que uno se la puede explicar".

La historia fue su fuerte. La que lo hizo trascender. La estudió y la reflexionó sin enojos. Sin buenos y malos. Sabiendo que cuando el pasado se trata, en Argentina los integristas aparecen tanto a babor como a estribor. En ese camino desacralizó con inmensa valentía. Y ficcionó con calidad.

-Desde pibe yo tenía historias, muchas historias pero se me morían ahí, en el conocimiento? Me sentía desprotegido, no sabía qué hacer con ellos -comentó en una oportunidad a este diario.

Entonces se acordaba del día en que tropezó con un clásico: "¿Qué es la historia?", del inglés Carr. Y se dejó seducir por aquello de que quizá jamás se "pueda formular una historia definitiva, pero sí podemos eliminar la historia convencional".

Hace dos meses lo vi por última vez. Su salud se deterioraba. Nos encontramos en "Plaza del Carmen", Callao y Rivadavia. Le dolía no haber podido participar en la segunda charla sobre temas nacionales que organizó este diario en el 2008. Le llevé la copia en castellano de un largo reportaje de "Der Spiegel" a Martín Heidegger. El filósofo explicaba el porqué de su adhesión al nazismo. Yo le había prometido la copia luego de una larga conversación de semanas antes sobre ese tema. Él me regaló una vieja edición de "La España invertebrada", de Ortega y Gasset. La había comprado en una librería de usados situada a pocos metros, sobre Rivadavia.

Y fue ahí, en "Plaza del Carmen", que volvió a hablar de Carr, que apelando a Pirandello o a un personaje de Pirandello sostenía que los hechos son como un saco: no se puede poner de pie si no se le pone algo adentro.

José Ignacio García Hamilton rellenó muchos sacos de la historia de este país. País al que tanto amó.

 

CARLOS TORRENGO

carlostorrengo@hotmail.com

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