Jueves 18 de Junio de 2009 > Internacionales
Exhiben en NY diseños de cubana que vistió a Michelle Obama
Se llama Isabel Toledo y fue durante años la diseñadora de Anne klein, hasta que sacó su propia línea que se vende en las principales tiendas y boutiques exclusivas.

Isabel Toledo, la diseñadora que se dio a conocer internacionalmente con el brillante vestido amarillo que Michelle Obama lució el día en que su esposo asumió la presidencia, es una mujer creativa, con gustos eclécticos.

Le encanta trabajar en el jardín, prepara frijoles negros exquisitos y no puede vivir sin Rubén, su esposo y socio laboral. Dice que sin él, no podría seguir adelante con su carrera. ``No trabajamos como los demás'', expresó. ``Se me ocurre una idea y le digo que tome su libreta de apuntes.

 Tiene miles de ellas. Le digo lo que pienso y el diseña lo que tengo en la cabeza''. Algo que no le gusta a Toledo es la publicidad. Cuando Michelle Obamam eligió un conjunto suyo para la asunción de su marido como el 44to presidente de Estados Unidos, Toledo ni siquiera hizo circular un comunicado de prensa. Su gente no empezó a llamar a los periodistas.

 De hecho, no tiene ``gente'' alrededor suyo, con excepción de Rubén. Lo mismo sucedió cuando la esposa de Barack Obama vistió otro modelo de Toledo, una prenda de dos tonos, al reunirse con la reina Isabel II. Un periodista tuvo que rastrear a Rubén para confirmar la noticia.

 Lo ubicó finalmente en la casa de la pareja, donde funciona también el estudio, en un teléfono fijo, ya que ninguno de los dos tiene celular. Cuando ve alguna foto de la señora de Obama con sus modelos, Isabel piensa, ``la verdad es que se ve bien''.

Los Toledo, pese a todo, no son gente que le huye al contacto social con los demás. Simplemente son personas muy ocupadas, que disfrutan de su trabajo, de su vida y de su relación, y no se preocupan demasiado por las relaciones públicas. No se desviven por vestir a personajes de la farándula ni están muy pendientes de lo que ocurre en el mundo de la moda.

 El mes que viene, por ejemplo, pasarán cuatro semanas en las afueras de Seattle, en un taller de soplado de vidrio, experimentando con colores, texturas y una nueva forma artística. Por más que ellos no estén muy interesados en lo que sucede con la industria de la moda, la industria sí está interesada en ellos.

 Ya antes de que Michelle Obama la hiciese famosa, los entendidos sabían que a Isabel le encantan los drapeados y detesta las costuras laterales. También reconocían las ilustraciones y los maniquíes de Rubén, todos los cuales reflejan algo de Isabel.

Durante tres años ella fue la diseñadora de Anne Klein. Luego sacó su propia línea y sus prendas se venden en las principales tiendas grandes y en boutiques exclusivas como Ikram de Chicago, de donde Michelle Obama saca muchas de sus ideas. Isabel, de 47 años, dice que le halaga el que la señora de Obama, en quien percibe un estilo muy personal, haya elegido sus modelos sin que nadie le hiciese presión.

El traje que lució en la ceremonia inaugural es exhibido en el Museo del Fashion Institute of Technology, que el año pasado le concedió a Isabel su premio Couture Council Award. La muestra de las prendas de Isabel dura hasta el 26 de septiembre.

 Es presentada como una retrospectiva de alguien en la mitad de su carrera. ``Su contribución artística se hará sentir en la historia de la moda'', declaró la organizadora de la muestra Valerie Steele. La prenda favorita de Isabel es el Packing Dress que diseñó en 1988 y que ha tenido varias reencarnaciones desde entonces.

Consiste en dos telas circulares que, misteriosamente, dan forma a un conjunto de líneas indefinidas. Imagínese una conjunto que reproduce el punto donde se unen el océano y la arena, en el que no se puede marcar una línea precisa, ya que es difícil decir donde empieza uno y termina el otro debido al movimiento constante del agua.

También está el Hermafrodita, un vestido con formas tubulares. ``Al principio, todo el mundo pensó que era horrible'', relató Isabel. ``Pero a mí me pareció algo fuera de lo común. Uno no tiene que verlo por delante y por detrás, sino como una prenda que va de adelante hacia atrás''.

Muchos de sus modelos son inspirados por la arquitectura, la escultura y el origami. Isabel asegura que no se deja llevar por las tendencias del momento ni por las ventas. Confía en su propio sentido de la moda. ``Soy una mujer y diseño para mujeres. Me renuevo constantemente y surgen nuevas ideas'', manifestó. Ella misma prueba sus ideas. Y a veces lo hace el propio Rubén.

``Si me queda bien a mí, seguro que lucirá estupendo en una mujer'', comenta Rubén. Ella, por otra parte, a veces toma prestados los pantalones de carpintero de él. Son el tipo de pareja anticonvencional en la que todo parece posible. Ella tiene un largo cabello oscuro y se parece un poco a la hermana bonita de Morticia Addams (el personaje de Los Locos Addams), mientras que él luce un bigote al estilo de Homero. ``Isabel es como el jazz'', dice Rubén.

``Tiene una obra inmensa, una cantidad de composiciones, y ninguna se parece. Pero hay algo común en todas ellas, que permite identificarlas''. Cuando él habla de ella, la adoración que siente es palpable. Asegura que se enamoró apenas la vio en una clase de español en West New York, pueblo de Nueva Jersey sobre el río Hudson, frente a Manhattan.

Las familias de ambos habían venido de Cuba y se habían radicado en esa zona, que en esa época era una Pequeña Habana, según Rubén. Comenzaron a salir al terminar la secundaria. Rubén afirma que Isabel era una mujer sexy, muy sofisticada, que se escapaba a Studio 54 con sus hermanas mayores.

El se define como un muchacho con granos, algo inseguro, que se sintió muy halagado cuando ella le dio la hora. ``¿Le cree?'', pregunta ella, con una sonrisa pícara. La empresa que crearon floreció hace 25 años, cuando Isabel trabajaba en el Museo Metropolitano de Arte restaurando prendas antiguas y tomándole el gusto al aspecto artesanal del negocio.

 Rubén le mostraba las prendas que Isabel diseñaba para ella misma a Henri Bendel y Patricia Field. Al final, la gente comenzó a tomarle el gusto al estilo anticonvencional de Isabel. Su trabajo se hizo más elaborado y caro en la década de 1990, en que comenzó a usar telas pintadas a mano (por Rubén, desde ya) y detalles delicados que a las costureras les tomaba horas completar. Pero esa época ya pasó. ``Hay que volver a diseñar prendas prácticas y para ello una tiene que mejorar como diseñadora'', dice Isabel.

Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí