Qué decir y cómo decirlo. Sin entrar en el recurso fácil de exaltar penurias ajenas o hacer trepar los logros hasta el cielo. La típica lección de vida que, a menudo y con tanta facilidad llena programas de tele y páginas enteras. Y no porque no lo sea, o lo merezca. Pero qué decir de este hombre que demuestra fortaleza y valentía en cada palabra. Cuando cuenta su historia, cuando cuenta lo que hizo, lo que piensa hacer, y lo que día a día vive desde que le diagnosticaron "ELA", como él dice, "una mierda". Una enfermedad que le cambió la vida. Una enfermedad dura, agresiva y "con pronóstico invariablemente fatal".
En ningún momento pierde la sonrisa, su fuerza y esa mirada azul apacible que lo tiene siempre en movimiento. Horacio Alasino tiene 54 años, tal vez aparenta más, tal vez menos. Actualmente reside en Allen. Con una barba pronunciada y un pelo entrecano que no logra dominar, no pierde ni un minuto de su tiempo en pensar en su enfermedad: una esclerosis lateral amniotrófica, una dolencia neurodegenerativa que no tiene cura, que lo amenaza con inmovilizar cada músculo de su cuerpo. La misma que padeció el entrañable "Negro" Fontanarrosa.
Qué decir entonces. Cómo contar su historia.
*****
Por el principio. "Nada, que es una mierda. Así la llamo yo a esta enfermedad. Porque salvo esto, yo estoy bien. Toda la vida hice deportes, soy un tipo sano? por eso me permito decir que el premio que tuve es desmedido respecto al costo. Porque todo lo que pude vivir, la gente impresionante que conocí en todo este último tiempo, los amigos, la gente que me ayuda? es impresionante", se emociona.
Desde chico Horacio soñaba. Soñaba con aventuras sin fin. Con viajes memorables hacia puntos que estaban más allá de su alcance, y de la realidad. "Leía mucho, la literatura de esa época daba para eso. Era muy gurí y soñaba con Sumatra, Borneo, qué se yo?", dice este profesor entrerriano, y valletano por adopción, de Ciencias Naturales.
"Tuve la suerte después, en mi vida de grande de hacer un poco de todo esto. Por lo menos viajar, anduve por muchos lados, recorrí toda la Argentina, de mochilero me fui a otros países y bueno. Después me casé, tuve hijos y uno se aplaca? Pero después de muchos años algo de todo eso me renació, me encontré otra vez con las mismas sensaciones, entendí eso del tiempo circular en que creen los mapuches, ese ciclo de la vida, y hacer este viaje era un verdadero desafío para mí", dice, mientras ríe y se cuida de no hacer movimientos fuertes con el cuello. "Esto que tengo hace que no controle mis movimientos, esto te da una dureza del tono muscular exagerada. Ya no puedo correr? ", explica, sin querer contar, y sin que haya preguntas de por medio.
El viaje fue su gran desafío y lo pudo hacer. Solo, por sus propios medios, y en su propio triciclo. "Pensé, todavía estoy fuerte, salvo esta mierda, así que es una locura que puedo hacer. Y no lo dudé.Yo pedaleo todo el día? todo el mundo dice pero ¡cómo podés!,¡cuántas horas!, pero yo siento que el pedal me devuelve a la vida", cuenta, "y no es que sea un mártir o haga un sacrificio, toda la vida hice esto. Tuve una vida increíblemente sana y entonces pensaba, qué injusto, ¿no?. Pero cuando le dije esto al médico, me dijo: ´si no fuera por eso ya te hubieras muerto?".
*****
La aventura: pedalear hasta Paraná. Por las dificultades que Horacio tiene para moverse, tuvo que idear "un triciclo" especial. Y no sólo logró pensarlo, sino que lo imaginó, lo proyectó y, gracias a la imprescindible ayuda de su amigo Carlitos (Squevans ), lo concretó.
Desarmando su querida bicicleta profesional, recorriendo basureros y recolectando viejos cuadros de bicis que otros ya habían descartado, pudo armar su "triciclo". Impresiona verlo: bien armado, bien equipado y hasta dotado de un panel solar para contar con energía cuando el sol decía basta. Tiene todo. Lo imprescindible y más. Un asiento cómodo y hasta un soporte para su bastón. "Además se desarma todo con apenas un par de llaves", explica Horacio, con orgullo.
Así logró recorrer más de 3.600 kilómetros argentinos. Lo montó un 7 de febrero y partió hacia Paraná, donde están sus 4 hijos, de entre 18 y 32 años. Cruzó el Valle, el desierto pampeano, el paisaje cordobés, y más, hasta que llegó a su destino. Llegó a pedalear entre 8 y 10 horas por día y tardó 14 días en llegar, "y valió la pena. Todo salió como lo había planeado".
"Fue gracias a la ayuda de mucha, mucha gente, en Allen todo el mundo me ayudó. ¡No debe haber un bicicletero en todo el Valle al que no le deba algo!", ríe, y contagia.
"Fue un viaje especial. Por suerte todo salió bien pero yo digo que fue especial porque viví cosas que? no sé si son casualidades o qué, pero yo digo que hubo una mano amiga que me acompañó. Por ejemplo, para cruzar ese desierto que es La Pampa, fue durísimo. Hubo dos días en que me quedé sin provisiones, sin agua y? saqué fuerzas y le metí y le metí y, no sé cómo dónde ni cuándo, en el medio de la nada, me encontré con un verdadero oasis. Una ermita de Ceferino donde había una canilla abierta?".
"Después -continúa relatando- en un tramo de la ruta veía -y ahí está en las fotos, dice señalando un CD donde a través de más de 800 fotos recrea las imágenes que más lo impactaron en su viaje-. Había una nube cargadísima, llovía y mojaba toda la ruta, parecía que iba delante de mí, pero a mí en ningún momento me tocó una gota", asegura, incrédulo.
Pero "lo que más me impactó de todo", añade, "lo mejor de todo es la cantidad extraordinaria de gente que conocí. Grupos de discapacitados de todo el país que se me acercaban. Gente con la que hice contactos, amistad, que me ayudó, que le llamaba para ver cómo estaba, qué necesitaba? por eso digo que el premio es desmedido en relación al costo que tengo que pagar".
*****
De cero. Hasta hace pocos meses, cientos y cientos de estudiantes de varias ciudades de la región, escuchaban sus clases. Después del diagnóstico de su enfermedad, dejó de trabajar. "Ahí fue cuando entendí lo del ´tiempo circular´ que siempre me había llamado la atención pero nunca entendía del todo", retoma, "porque en realidad esto, que podía asimilarse a un final, también podía entenderse como un principio".
"Desde ahí arranqué con todo esto. Yo no pierdo tiempo pensando en la enfermedad, que si esto, que si aquello? Con total humildad lo digo. Creo que hay gente que direcciona mal su energía. Creo que hay que mirar para adelante y no quedarse con esto. Cuando me enteré de esto, todo el mundo me decía ¡cómo puede ser? y ahora! Y yo le decía ´¡qué querés, que me pegue un tiro!!... y bueno ahora sé que en cualquier momento me quedo sin las piernas? así que me voy a preparar para el bote y recorrer todo el río Negro?".