El revoltijo que se armó la última semana sirvió para demostrar la teoría que desglosó el gobernador peronista José Luis Gioja ante "Río Negro": en la noche electoral -la de la riña por los votos-, todos los gatos son pardos. Tanto se sobreactúa en medio de una maraña de intereses heterogéneos, que los dirigentes se terminan pareciendo y así confunden a la gente.
Muchos tiros salen por la culata. Cuando, asesorado por talibanes del área de Justicia, Néstor Kirchner apeló a una decisión del cuestionado juez Federico Faggionatto Márquez para tratar de acorralar y hacer perder puntos al peronista disidente Francisco De Narváez -el verdadero enemigo a vencer-, consiguió el efecto contrario: no sólo el "Colorado" subió en las encuestas sino que polarizó inconvenientemente la contienda, empujando de la cancha (con ayuda posterior del vicepresidente Julio Cobos) a la Coalición Cívica de Margarita Stolbizer y Ricardo Alfonsín.
Esa tensión no querida hizo poner el grito en el cielo al gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, quien aconsejaba una táctica opuesta para dividir a la oposición. "Si la diferencia oscilaba entre los 10 y 12 puntos, ahora deberemos estar felices si los aventajamos por 7", rezongó en la intimidad el ex campeón de motonáutica, que primero dejó traslucir públicamente el malestar a través de su hermano José y luego lo desautorizó, para no dañar un compromiso con K en el que también se juega su futuro político.
A la defensiva, Kirchner puso al borde de un ataque de nervios a propios y ajenos. El miércoles recibió un minucioso informe sobre las tendencias del electorado de la provincia de Buenos Aires, lo leyó, se agarró la cabeza y reconoció que se había comportado como un necio. "No me controlé", reconoció ante un Scioli que propugnaba hacer crecer al Acuerdo Cívico y Social en detrimento de la lista de Unión-PRO.
Leyó Kirchner que su candidatura se había estancado, y que incluso perdía intención de voto, por haber avanzado en esta instancia en el intento de judicializar la pelea con De Narváez por sus supuestos vínculos con el narcotráfico. Tomó nota además de la caída de Stolbizer y del ascenso inconveniente del empresario al que alienta el matrimonio Duhalde y al que le presta apoyo el ex titular de Boca y actual jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri.
Kirchner prometió parar la mano, moderar sus ímpetus y concentrarse en las bondades de su modelo populista, alabado por el politólogo Ernesto Laclau por "ampliar las bases democráticas de la sociedad al articular las demandas dispersas por abajo" y vituperado por el pensador Guillermo O´Donnell por derivar en una "visión ultradecisionista, cesarista, donde las instituciones son siempre un obstáculo para la libre voluntad del líder".
El rompecabezas no se acaba aquí. Vicepresidente de Cristina Fernández y en el bando de los anti-K, Cobos estaba pergeñando su inserción en el radicalismo tras su "expulsión de por vida". Sin embargo, sus hombres fueron tratados como "indeseables" por Stolbizer en la provincia de Buenos Aires y la UCR no le prestó el trato que cree merecer. ¿Qué hizo? Recibió y se solidarizó con De Narváez, irritó a Kirchner y avisó que después del 28 de junio construiría poder hacia el 2011 con una visión dialoguista de 360 grados.
Aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir, se escuchó en las oficinas de Macri, pero Carrió, Stolbizer y Gerardo Morales se lanzaron contra la yugular de Cobos. "Lo volvió a hacer. Es funcional a la impunidad en la Argentina", fue lo menos que le reprochó "Lilita", mientras Ricardo Alfonsín ensayaba una tenue protección por mandato de su padre fallecido.
Cobos, desmereciendo el papel de su imitador en un programa humorístico, dijo que necesitaba el apoyo de la UCR pero no para ser condicionado. "No le tengo miedo a nadie. De Narváez es víctima de una campaña y tengo aguante", protestó y descalificó a Carrió por su nombre.
El mendocino quiere proyectarse sin excluir a nadie (aunque su límite, según se comprobó, es Carrió). Programa ahora una foto junto con Macri, De Narváez y radicales que no sintonizan con Morales y Stolbizer, para anticipar la elaboración de un pacto parlamentario.
Todavía quedan dos semanas para capturar indecisos. Siempre hay lugar para los hechos insólitos con capacidad para inclinar la balanza para un lado u otro. Está oscuro y es difícil que aparezcan luces antes del 29 de junio.