Chacarita Juniors, con su nombre porteño a cuestas y con casa a nuevo hacer en los suburbios en los que está afincado, vuelve a celebrar, esta vez un ascenso a Primera que le devuelve las ilusiones de fútbol grande, justamente cuarenta años después de su máxima alegría, el título Metropolitano conseguido en el frío invierno del '69 con un 4 a 1 a River.
Está lejos de sentirse como aquella tarde del 6 de julio cuando Angel Marcos se hizo una fiesta haciendo un gol y un sinnúmero de jugadas que incluyeron dos pases al Tanque Neuman, fallecido el año pasado, para que con dos bombazos abrieran el camino para el gran festejo, que selló una guapeada del Tano Frassoldatti.
Está lejos también de aquella participación en la Joan Gamper del '71 vapuleando al Bayern Munich que tres años después saldría campeón del mundo. Ya no están ellos, Petrocelli, Ponzio, Recúpero, Puntorero, ni Bargas.
El de hoy es un ascenso al fin, con nombres distintos, austeros, Vismara, Dolci, Alustiza, Toledo, Tauber, que buscarán el brillo en la cepillada de primera.
Cosa curiosa la de este ascenso de Chacarita. Se dio justo ante Platense, que tuvo sin querer incidencia en lo que pudo ser la desaparición temprana de este club nacido en 1906 de socialistas todos y funebreros algunos (de allí el rojo y el negro, y el blanco de la pureza con la que se enarboló la nueva creación).
Es que en 1915 hubo una emigración masiva de jugadores, entonces totalmente amateurs, hacia Platense y entonces Chaca, diezmado, estuvo a punto de poner fin a su participación en los torneos. Hoy Chaca está nuevamente en primera, y según se anuncia, en poco tiempo dejará de ser errante, ayer en Almagro, hoy en Ferro.
Es que en este 2009, o a más tardar el año próximo, Chacarita tendrá cobijo en nuevo estadio propio, esta vez todo de cemento en la misma parcela de lo que fue la loma de Villa Diehl, hoy Villa Maipú, San Martín, donde se instaló el 8 de junio de 1945 rodeado de una madeja de tablones que hicieron historia.
Allí recaló cuando fue corrido de Humboldt y Murillo por sus vecinos de Atlanta, consolidados rivales de barrio. Había caido en el año 2004, por última vez al Nacional B, y más allá del lustro en las categorías menores, Chaca soportó estoico en la máxima categoría de ascenso, como si haber descendido al pozo del fútbol vernáculo haya dejado sus experiencias.
Atrás quedaron las angustias de los descensos correlativos, del '79 y el '80, cuando el Funebrero recaló en los fondos, con su baja a Primera C, de la que ascendió junto con Lanús, que hoy se regodea bajando grandes desde lo alto de la tabla de Primera en base a una planificación futbolística y dirigencial.
Tal vez Chaca, ahora en Primera, siga los pasos.
DyN.-