La vida elige a veces un día en el que todo cambia, que define la existencia de una persona y la marca para siempre. La vida, traicionera, no siempre avisa, algo de lo que no podrá quejarse el suizo Roger Federer, puntualmente informado de su cita con la eternidad. Será hoy en París.
"No tengo miedo. Pero sí estoy entusiasmado, sé que estos momentos no se dan todos los días", confesó el ´Expreso suizo´ acerca de la final ante el sueco Robin Soderling en Roland Garros. La final (se jugará alrededor de las 10) da vértigo, porque cada golpe irá cancelando el que podría ser el capítulo más importante de la historia del tenis, el que defina quién es el más grande de todos los tiempos.
Un título en Roland Garros le haría ganar a Federer importantes puntos en ese partido con la historia. Por un lado, tendría su nombre inscrito en los cuatro grandes, un lujo que en más de un siglo sólo se dieron Fred Perry, Donald Budge, Roy Emerson, Rod Laver y Andre Agassi.
Por el otro, igualaría el récord de 14 títulos de Grand Slam en manos de Pete Sampras.
Es "el" partido de la temporada, que puede relanzar anímicamente a un Federer en cierto declive en los últimos tiempos y sumar presión sobre un español Rafael Nadal lesionado que no tiene la certeza de ser capaz de defender el título ganado en 2008 en Wimbledon.
Soderling sabe que es el convidado de piedra. Está acostumbrado a moverse solo, habituado a ser un "outsider" .
Federer está en un momento único. En las cuatro últimas temporadas demostró ser el mejor jugador sobre arcilla.
Sólo Nadal es mejor allí. Roger debe estar convencido de que Soderling, al que derrotó las nueve veces que lo enfrentó, no puede ser obstáculo.
La historia golpea a la puerta de Federer, y si no se abre, difícil que sea por culpa de Soderling.