WASHINGTON (DPA).- El Fondo Monetario Internacional (FMI), convertido una vez más en herramienta clave para hacer frente a la recesión global, ha venido siendo también objeto de duras críticas en Estados Unidos, donde los congresistas debaten un aumento de la contribución de este país al prestamista internacional.
El presidente Barack Obama, que la cumbre del G20 en abril prometió un crédito de 100.000 millones de dólares al FMI, afronta ahora una fuerte resistencia de miembros de ambos partidos en el Congreso, que piden al mandatario centrar esfuerzos en rescatar la economía estadounidense, no la global.
Mientras que el Senado aprobó los fondos el mes pasado, la Cámara de Representantes pospuso la votación este viernes y dejó en suspenso la iniciativa. John Boehner, líder republicano de la cámara, ridiculizó el préstamo al FMI como un "rescate global" que Estados Unidos no puede permitirse mientras incurre en un déficit récord para reactivar su propia economía.
Otro argumento esgrimido por diputados de los dos partidos es que, de salir adelante el proyecto, Estados Unidos podría terminar financiando regímenes hostiles -si no a terroristas- dando al FMI un dinero cuyo destino final es incontrolable.
Un grupo de 11 demócratas urgió por ello a Obama que prohiba un trasvase de los fondos a Irán o al grupo libanés Hizbollah. "Entregar miles de millones al FMI no sólo endeuda aun más a los jóvenes estadounidenses sino que además podría financiar actividades terroristas, una completa ofensa a nuestras tropas que combaten el terrorismo en todo el globo", señaló Eric Cantor, el "segundo" de los republicanos en la cámara.
El pasado lo condena
La crítica de la tendencia más izquierdista del Congreso se dirige a otro aspecto del FMI: las estrictas condiciones de sus préstamos, lo que, según algunos economistas, en realidad terminó por perjudicar a algunos países pobres a los que ofreció créditos en el pasado.
En otra carta a Obama el mes pasado, un grupo de 33 demócratas le pidieron "garantías de que no se está dando un cheque en blanco al FMI", es decir, transparencia y rendimiento de cuentas.
La polémica coincide con el pronunciado ascenso del FMI como prestamista y supervisor de la economía global.
En su cumbre de abril en Londres, el G20 prometió al organismo 500.000 millones de dólares para expandir sus recursos crediticios. Incluso las naciones emergentes hasta ahora más reticentes a la entidad, como China, Rusia, India o Brasil, negocian realizarle contribuciones por primera vez en su historia.
Los defensores del FMI sostienen que es la única institución con suficiente influencia como para prestar a gobiernos en problemas manteniendo al mismo tiempo a raya sus gastos.
Por otra parte, según la administración Obama, el miedo a que un préstamo al FMI pueda aumentar la deuda estadounidense carece de fundamento: la medida se haría a través de un intercambio de activos que no costará ni un centavo al contribuyente.
La Oficina de Presupuesto del Congreso tasó en 5.000 millones de dólares el costo del préstamo. La oposición en Washington remarca sin embargo que el FMI tiene aún un largo trecho que recorrer para mejorar su prestigio, después de una serie de fallidos intentos de rescate en economías latinoamericanas y asiáticas en los años ´90.
Mark Weisbrot, codirector del Centro de Investigación de Política Económica con sede en Washington, calificó de "distracción" la advertencia sobre un riesgo de que el FMI termine financiando terroristas.
El experto indicó sin embargo a dpa que el Congreso debe aprovechar para impulsar una muy necesaria reforma de las prácticas de crédito del FMI. A pesar de la renovada importancia de su papel, "el FMI no tiene mucha credibilidad en el mundo", constató.