RIO NEGRO WEB
REGISTRARSE
TITULOS SECCIONES SUPLEMENTOS OPINION CLASIFICADOS SERVICIOS NUESTRO DIARIO PRODUCTOS ONLINE RSS RSS
  Lunes 01 de Junio de 2009  
  » Sociedad  
  La estación de ferrocarril de Stefenelli, en Roca: la ilusión que trae siempre el progreso  
Debía inaugurarse el 1 de junio de 1899. Pero el tren que conducía al presidente Roca y su comitiva, debió detenerse en Choele Choel y luego regresar a  Buenos Aires por la crecida del río Negro. |Por Julio Muñecas|
  AMPLIAR texto REDUCIR texto Imprimir Nota Enviar Nota por e-mail
  imagen de archivo
  Click para ampliar
  imagen de archivo
 

¡Preparen el andén! Hoy llega el presidente Roca! - exclamaba emocionado el jefe.

Aquella  mañana  la humedad se percibía en el aire. Brotaba un persistente olor a pinotea en las salas y por las tejas se escurrían gotas de agua constantes.

Que linda estaba. Pisos de madera lustrada, cielorrasos blancos y altos, ventanas alargadas que mostraban un desierto interminable donde solo se dibujaba hacia el río la silueta del colegio San Miguel.Hacia ya tiempo que el coronel Lorenzo Vintter había establecido el fuerte General Roca en este paraje llamado por los nativos Fisque Menuco.

El Padre Stefenelli comentaba sorprendido en el pasillo central frente a la boletería, que las grandes lluvias y nevadas ocurridas tempranamente en la cordillera habían desbordado los ríos, y las aguas estaban muy cerca del pueblo. Entrada la tarde, con los zapatos cargados de barro y sus mejillas maltratadas por el viento, ató su caballo a la columna del andén y exclamó ante la mirada sorprendida de algunos vecinos, “algunos kilómetros antes de llegar a la confluencia, ya me encontré con la corriente que avanzaba amenazadora invadiendo todo el valle. Di vuelta inmediatamente y volví a todo galope al pueblo”.

Las salas y los pasillos desbordaban de vecinos, que con sus pertenencias en mano, buscaban resguardarse de la arremetida de las aguas. Otros  cruzaban despavoridos las vías para internarse  en las altas bardas. Nadie en esos días se acordó del general.

Las aguas en el centro del pueblo alcanzaron una altura de tres metros. Por las alargadas ventanas el paisaje desértico se había transformado en un interminable mar donde flotaban los restos del fuerte destruido.  El terraplén de las vías contenía  una impresionante masa de agua de unas tres leguas de ancho. Por su margen se desplazaba la correntada que se mantuvo casi una semana.

Después de esos días trágicos, el Padre se dirigió a la puerta principal de acceso, corrigió alguna guirnalda de papel del frustrado festejo y se subió al bote junto al coronel Rodhe para ver que había  quedado en pie después de la inundación.

Los vecinos se amalgamaron en las ventanas esperando la noticia del padre que navegaba por un río en paulatino descenso. Tan solo la parte nueva del  colegio San Miguel, y la columna con el busto del coronel Villegas, soportaron la embestida de las aguas. El Padre ingreso a la sala de espera con el pantalón y los zapatos mojados dejando su huella sobre el lustrado piso festivo. Miró a los vecinos uno a uno y con los ojos llorosos exclamó, “10 años de fatiga, de tantos sacrificios…” Nuestros corazones lloraban lágrimas de sangre. 

Los años pasaron, las grandes telarañas se encargaron de derrumbar las últimas guirnaldas de papel del interior de las salas. El viento norte había desprendido las del anden, que viboreaban sujetas al cerco perimetral.

Los trenes llegaban muy distantes, y yo, sin proponérmelo, había  comenzado  a ser  el lugar de paseo pueblerino. Por las noches la gente se agrupaba a esperar pasar el tren y mientras los niños correteaban por los pasillos, las jóvenes parejitas dialogaban en voz baja regalándose estrellas. El tren se detenía frente al andén y todos querían ver quien se iba y quien llegaba. Esa gran masa de hierro iluminaba las noches lentamente por el este creando una circunferencia blanca que crecía poco a  poco para culminar en una amplia esfera cargada de sonido. 

La espera se hacia interminable. Recuerdo aquella mañana soleada en  que nuevamente me encontraba toda adornada, con guirnaldas que colgaban de las vigas y grandes  flores de papel en  las ventanas. Ese día lo pase mirando hacia el este. El padre Juan Vaira, compañero de tareas del Padre Stefenelli, ofició la misa con un andén repleto de vecinos y estableció  que de ahí en más me llamaría Estación Padre Alejandro Stefenelli. Si bien mi último nombre había sido Los Perales, aquella mañana en que el general no llegó, nunca olvidaré que me llamaban Río Negro.  

Yo sabía que al pueblo lo habían trasladado mas arriba. Tenía la costumbre de seguir el paso lento del tren y descubrir por el oeste y no muy lejano, la silueta de una ciudad en rápido crecimiento. Descansaba  hacia tiempo ya, sobre el ancho pupitre de madera de la oficina, la hoja del diario Nación que amarillenta e inmóvil por las chinches decía, “Por iniciativa del comando militar de la división, la población se ocupa de la construcción de sus viviendas en el nuevo fuerte Roca, que esta situado sobre el mismo canal de riego a corta distancia de la estación del ferrocarril y a 6 metros de elevación sobre la misma. Ya están levantándose ranchos en 125 solares”, agregaba, “lo que representa unos 600 pobladores civiles”. La tinta corrida en complot con la chinche me impidieron aquella vez más información. 

La Yesera  Corral y el molino harinero de Fernando García obstaculizaban en gran parte el desolado panorama hacia las bardas, siendo cómplices de mi  soledad en esos tiempos. Desde el andén las observaba soplar un  humo blanco que se  transformaba en creativas figuras al encontrar el cielo, y en el afán por deducirlas se reducía la profunda melancolía que me generaba la espera.

En la pared paralela al ingreso se formaba un pequeño playón. Allí un puñado de vecinos mostraba su destreza y con las palmas de las manos impulsaban la pelotita que iba y venia generando un frontón donde descargaban las tensiones del final del día. Eran esas tardecitas cálidas donde las urracas alborotadas invadían el silencio del lugar, trepadas a la copa de los eucaliptus.

Los años pasaban, los vientos del sur levantaban una espesa nube de tierra que atravesaba diagonalmente la  playa de maniobras. El tren  la cortaba en su camino  haciendo uso de su autoridad . Sus restos desvanecían al golpear  las gruesas maderas que conformaban el hoy derrumbado embarcadero. Esos vientos cordilleranos  acarreaban con el  frío del atardecer el griterío de la muchachada futbolera en la  cancha del desaparecido Club Río Negro. 

Mi ilusión de que el general llegara crecía, esa gran masa de hierro empezaba a pasar mucho mas seguido. Yo lo veía en los amaneceres, perdido entre la niebla que levantaban las heladas valletanas y en los atardeceres en los que su sirena apagaba por unos instantes el chillar de las chicharras.

Pero él no venía y eran tan grandes mis ganas de verlo que aquella vez y por varios días lo sentí más cerca que nunca. El zapalero o estrella del valle, como lo  llamaban en aquellos tiempos al tren, había pasado cargado de soldados y armamentos. En sus descansos jamás descendió ese hombre al cual imaginaba repleto de estrellas doradas en los hombros, ojos claros y  barba blanca.

Al entrar la noche, los adolescentes del barrio se sentaban bajo la amplia puerta de la sala de encomiendas frente a la esquina donde alguna vez existió un busto al coronel Villegas. Entre risas e historias amorosas pasaban un par de horas donde la costumbre los amontonaba hasta que los mosquitos y la oscuridad los espantaba. El crecimiento apresurado del barrio me sorprendía día a día, ya esa esquina había logrado con el ingreso desde la ruta al nuevo pueblo  un tráfico importante. Atrás había quedado aquel monumento con el sombrero del coronel que cubría totalmente la esfinge, nada acorde en el conjunto, y que algún conductor imprudente derrumbo para siempre. El tiempo junto al progreso se encargaron de ocultar a través de las alargadas ventanas la silueta  del colegio, que tan claro se veía el día de la frustrada inauguración.

En ese transcurrir un día me quede sola y abandonada, casi en desuso. Comencé a extrañar el murmurar en las salas, el corretear de los niños y el sonar de las monedas que arrojaban a la virgen del andén. Yo era consiente que jamás el presidente llegaría en vagones que solo acarreaban piedras y cemento. Los pisos perdieron el brillo, las paredes sus colores y los cielorrasos sus molduras. Los postigos de las alargadas ventanas se cerraron y la oscuridad fue cómplice del aroma a humedad y encierro.

Yo sabía que sin el tren no era nadie. Los ingleses hacía mucho me habían entregado y  pase a ser de todos por lo que se rumoreaba. No entendía el no ser de nadie cuando en el barrio todos decían que me habían comprado.

Por el largo andén solo podía observar el caminito de personas que cruzaban las vías en su acostumbrado trajinar de  ir y venir del trabajo. Ya nadie esperaba el tren, ni yo al general. Solo me sorprendía al  aparecer  algún creyente que le rezaba a la virgen o cada tanto algunos chiquilines haciendo equilibrio por las vías.

Sumergida en el abandono pase mucho tiempo. Una mañana de esta última  primavera la luz volvió a ingresar por los largos ventanales. Las paredes volvieron a tomar color y las rejas ennegrecieron junto a las canaletas. Los pisos se lustraron y el andén volvió a tener el brillo de aquel día en que el general no llegó.  Grandes reflectores iluminan hoy mi coqueta fachada.

Los niños disfrutan de una hermosa plaza rodeada de juegos. La vieja pileta de agua coquetea en el centro, transformada en fuente.

Hace varios días que lo paso mirando al este, siento que renace mi ilusión de que llegue el presidente Roca. 

POR JULIO MUÑECAS (ypfstefenelli@ibap.com.ar)

 

Haga su Comentario Otros Comentarios
 
Los comentarios que aparecen a continuación son vertidos por nuestros lectores y no reflejan la opinión de la Editorial Río Negro S.A. Los comentarios se publican sin editarlos y sin corregirlos.
Nos dejo su opinión
01/06/2009, 14:31:15 Reportar Exceso
vientoneuquino
vendra el dia en a los argentinos no nos vendan mas gato por liebre y empezemos a recobrar orgullo por lo nuestro y a recuperar los recursos que nos pueden hacer grandes
 
 
 
Alternativ@s en Facebook Encontranos en Facebook
Alternativ@s es el espacio para que organices tus salidas culturales, conozcas a los artistas de la región y mucho más. Ingresa.
Salud
  Violencia de género: Noticias que salvan vidas Amnistía Internacional lanzó en Argentina un manual para el abordaje periodístico sobre el tema.
Salud
  Por la licenciada Laura Collavini
1 Un muerto y 6 heridos en choque en la Ruta 22
2 Vargas Llosa: "Cristina K es un desastre total"
3 Avión de Air France desaparece sobre el Atlántico
4 El Vaticano sigue de cerca a Melani desde el 2007
5 Avión desaparecido atravesó una turbulencia
1 Vargas Llosa: "Cristina K es un desastre total"  (29)
2 Randazzo acusó de "antidemocráticos" a ruralistas  (16)
3 Las actas que condenaron a Galileo  (7)
4 El Vaticano sigue de cerca a Melani desde el 2007  (5)
5 Refutan críticas a la ADUS  (4)
Esta prohibido ceder el volante a personas sin habilitación para manejar.
  Vea imágenes enviadas por nuestros lectores. Ustedes también puede participar CLICK AQUI.
»Contenidos, microprogramas y archivos multimedia. Una manera distinta de abordar la realidad.
Podcasts
»Un espacio destinado a compartir reflexiones, ideas, conocimientos, y mucho más, ingresá!
Blog eh!
Blog Mediomundo
Blog Vientos de Cine
Blog Hijas de Eva
Blog Fuera del Expediente
Blog En defensa propia
Blog Plantas y Mascotas
El blog del Coya
Lo mejor del dia
Blog Cronicas de la Moda
 

Río Negro on line te invita a que compartas tus imágenes. Sumate!

  El espacio de los pescadores. Envíen sus fotografías!
  Vea Imágenes de lectores
Sea protagonista de la Información. Click para enviar Imágenes.
  •Edición especial Rio Colorado
•Edición especial Río Negro
  ¡Nero gratuito!
Una de las herramientas más prácticas y rápidas para la grabación de CDs y DVDs
AIC Autoridad de Cuencas
AIC Autoridad de Cuencas

Link:
» Tapa Impresa
» Titulares
» Registrarse
» Ayuda
» Contáctenos

» Publicidad ONLINE

 
»A un año de la tragedia que conmovió a Neuquén
»La democracia que no llega a los parajes rurales rionegrinos.
 
  Diario Río Negro
Provincias de Río Negro y Neuquén, Patagonia, Argentina.
Es una publicación de Editorial Rio Negro SA.
  Todos los derechos reservados | Copyright 2007 |CERTIFICA