El presidente Hugo Chávez está acelerando el proceso de instalar el socialismo bolivariano en Venezuela. El último recuerdo histórico parecido, forzar desde la democracia la modificación de las estructuras institucionales para gobernar con un régimen socialista, ocurrió parcialmente en la Argentina y totalmente en Chile, ambas experiencias en la década del setenta, con Héctor J. Cámpora y Salvador Allende, respectivamente.
La lista de expropiaciones de empresas privadas en Venezuela durante el gobierno de Chávez no alcanza a explicar el experimento socialista, como tampoco lo explica la apertura económica de China como nuevo actor del capitalismo mundial.
El caso de Chávez retumba con más estruendo desde que aparece como un proyecto hacia atrás, como el cangrejo, un plan donde claramente se advierte que su reloj ostensiblemente atrasa. El mundo moderno marcha sin retroceso hacia la integración no sólo económica sino también político-institucional, con un respeto cada vez más visible hacia los derechos humanos.
Es cierto que aún hoy la víscera más sensible del hombre sigue siendo el bolsillo, de lo contrario los argentinos habrían advertido antes que el plan del matrimonio Kirchner -en todo caso las medidas del gobierno que comenzó en diciembre del 2003- encerraba las propias semillas de erosión de la democracia plena, con las secuelas de ataques a las libertades políticas, a las libertades públicas y al mundo de la empresa privada. Desde entonces comenzó una ola de nacionalizaciones que nada tiene que envidiarle al plan del comandante Chávez.
Suena difícil de aceptar la canción de moda en el gobierno de Kirchner, a propósito de las últimas estatizaciones en Venezuela que tocan el corazón de empresas privadas de capitales argentinos. La respuesta unánime de los funcionarios del kirchnerismo es coincidente, ya que habla de un verticalismo admirable en un gobierno que goza del curioso título de ignorar por completo tanto las reuniones de gabinete como los posteriores informes a la prensa -a los ciudadanos, en verdad- para dar a conocer la marcha de los asuntos públicos.
A coro los hombres -y también las mujeres- que trabajan en el gobierno de Kirchner aseguran que las decisiones económicas de Chávez, estatizando empresas de capitales privados, corresponden a un gobierno que ejerce la soberanía de un país con sustento democrático. Se trata de cuestiones internas, soberanas, nada para reprochar, sobre la base de la aplicación estricta de un principio diplomático tradicional, rechazo a la injerencia de otros países en cuestiones internas.
Curiosa, cuanto menos, la explicación que surge de un gobierno que ha permitido tanto como sostenido la circulación del comandante Chávez por el territorio nacional para el desarrollo de actos políticos públicos, algunos en instituciones oficiales, en respaldo de ideas que en su momento conmovieron a la sociedad argentina. No se trata de una ingenuidad de Chávez, supuestamente ignorando la historia sangrienta reciente de la Argentina, sino precisamente de lo contrario, del apoyo del gobierno de Kirchner a un líder político que recorre países de la región para incentivar el apoyo al socialismo nacional, violento como en la década del setenta. En la Argentina, la memoria recuerda con rapidez el plan de la Juventud Peronista apoyando a Cámpora en 1973.
El paso siguiente será más difícil para Chávez. Ahora comenzaron a surgir los anticuerpos y no solamente en la Argentina, un reclamo que aquí deberá facturar la Casa Rosada. Los países que integran el Mercosur de manera directa (Brasil, la Argentina, Paraguay y Uruguay) y los aliados, como Chile y Bolivia, están analizando a fondo la denominada "cláusula democrática" que impide el ingreso a este club de los gobiernos que ignoran los principios antiautoritarios. Chávez no califica por el momento con estos principios.
El otro paso riesgoso para el venezolano llegará cuando la Organización de Estados Americanos (OEA) analice la protesta de los representantes oficiales que respalden a los empresarios castigados por la marea estatizadora de la epopeya socialista. El personaje que representó por décadas Fidel Castro en América Latina ahora lo representa Chávez, más joven, con más fondos, pero más solitario en términos de política mundial. Fidel fracasó y Chávez tampoco deja tanta incertidumbre al respecto.
HUMBERTO TOLEDO (*)
DyN
(*) Periodista. Ex embajador. Ex vocero de la Presidencia de la Nación.