Mayo era, para la Patria, celeste y blanco; guardapolvos almidonados; el desfile, que se ensayaba en el patio de la escuela durante todo el mes; las guirnaldas que hacíamos en clase; las escarapelas grandotas de papel crep, con el centro como un enorme botón y el resto bien fruncido, vaporosas. Ya desde el 18 en adelante: el cabildo, dibujado con todos los detalles, palomas, paraguas, galeras, mazamorreras, los vendedores de velas, empanaditas "calientes para las viejas sin dientes". El aguatero, French y Berutti, el himno nacional. Los miembros de la Primera Junta, los trajes de las mujeres, los peinetones, los abanicos... ¡Cuántos recuerdos, cuántas sonrisas, cuánta alegría! Memorizábamos versos que luego recitábamos en el acto patrio.
Algunos alumnos hacían comedias, otros bailaban danzas típicas: minué, rondó, chacarera, gato criollo, pericón; las maestras de punta y blanco, los padres de traje y corbata, las madres con tapado de piel, medias finas y tacos altos. La emoción y el ánimo eran de fiesta. Tal vez hubo alguien que no lo vivió así. ¡Qué pena! A todos nos toca un día estar al margen.
Yo cuando fui abanderada en sexto grado -no se llamaba séptimo- con todo orgullo desfilé frente al palco de autoridades. También leí un discurso, que redactó mi hermana Stella, frente a todo el pueblo.
Los ecos de la gloria que duerme en un placar. Volver a empezar... ya no sé si podré, pero que nadie se olvide de qué felices fuimos con todo eso. Los que lo vivimos así, los que pudimos. Sin cuestionarnos... era el rito de mayo y nos convocaba. No sólo de pan vive el hombre y las utopías sirven para caminar.
¡Y cómo caminábamos!
"Un alma es por sí sola un gran pueblo", dijo Lacordaire.
"No se envejece por haber vivido muchos años; se envejece por haber desertado del ideal. Los años arrugan la piel. Renunciar al ideal arruga el alma", dijo Marco Tulio Cicerón.
María Antonia Morello
DNI 10.915.955
Neuquén