Certificada su extraordinaria gravitación en la flamante conquista del Barcelona y justificada la unanimidad de los elogios que se le dispensan, Lionel Messi goza de una cresta de la ola que sin embargo es insuficiente para cancelar las exigencias que le demandará el seleccionado nacional, sea en las Eliminatorias o en el Mundial propiamente dicho.
Messi ha crecido de manera sensible, su temporada es copiosa en goles, título y destellos, y el universo futbolero se ha rendido a sus pies. Cuán fantástica vienen siendo sus prestaciones que hasta el mismísimo Pelé, siempre tan renuente a ponderar todo lo que huela a fútbol argentino, ha formulado algunas declaraciones que consienten la evidencia: hoy por hoy es Messi el mejor futbolista del planeta. O el de mayor capacidad de desequilibrio, o en todo caso el más apto para convertir un vaso con agua en un tsunami, el súmmum de la destreza en velocidad, una alquimia que ha cotizado en oro en el fútbol de cualquier época.
Y sería pertinente, asimismo, tomar distancia de la comparación con Cristiano Ronaldo o Kaká, uno que de momento tiene un nivel normalito y terrenal. Sea cual fuere la vara con que lo midamos, por lo que él consuma o por lo que otros no consuman, Messi es un prestidigitador de los que no nacen todos los días. Punto y aparte.
Pero nadie debería enojarse, ni sus más entusiastas exégetas ni el propio Messi, si se repone el hecho de que por las causas que fuere muy rara vez ha sobresalido jugando para el representativo nacional. Constan en su haber un Mundial Sub 20, una medalla olímpica y un puñado de goles con la mayor, admitido, pero jamás ha rozado siquiera la dimensión que sí ha tenido y hoy mismo tiene en el ganador de la Liga de Campeones. Justo es reponer que en el Barcelona hay un idea clara, ejecutores precisos y una fluidez colectiva que le permite al chiquilín moverse en zonas de mayor comodidad para hacer pesar sus virtudes.
Pero también es cierto que al Barcelona le ofrece una vivacidad y un compromiso que no siempre le ofrece al seleccionado. Más de cuatro veces se lo ha registrado ensimismado u obstinado en una suerte de unipersonal. El Messi más esperado, pues, es el Messi que todavía no ha llegado: el Messi capaz de alcanzar altas cumbres con la albiceleste. Será tarea de Maradona propiciar un equipo con cada pieza en su lugar y será tarea de Messi aportar en un volumen acorde con su asombroso potencial. (Walter Vargas, Télam)