NEUQUÉN (AN).- Es un gran creador de climas. Cada show de Luis Eduardo Aute es un viaje por diferentes rincones del mundo y de la canción. Desde una silla vacía en medio de un escenario a media luz transporta a su público hacia los jardines del Café Hafa que miran al mar en Tánger. De allí los lleva, sin pasaporte ni otro requisito previo, a una triste calle de Madrid, a las cálidas dimensiones de una cama para dos o a tantos lugares poblados de historias comunes hechas canciones.
El filipino y español presentó su último trabajo discográfico "Memorable cuerpo" la noche del miércoles en Neuquén. Unas setecientas personas fueron pasajeros de lujo de esa travesía musical, madura, nostálgica e histórica. Un viaje capitaneado por un Aute que luego de cuarenta años de carrera, que peina canas y experiencias, mantiene vigente esa típica sensualidad española en su voz y en sus modos. "En estos tiempos que vivimos, o sufrimos mejor dicho, la generosidad ha sido dejada de lado. Por eso me parece bueno empezar a rescatarla. Esta noche voy a ser generoso con ustedes" anunció al inicio de su show y cumplió. Durante tres horas el cantante desfiló por los clásicos de su repertorio. "Slowly", "Pasaba por aquí", "Hafa Café", "Invisible", "Siento que te estoy perdiendo" y "Mojándolo todo" fueron las canciones que despertaron suspiros y algún que otro recuerdo en la platea femenina. Con "Una de dos" inauguró el capítulo de humor y dijo en broma (o un poco en serio) que nunca estuvo a favor del matrimonio. "Al Alba" y "Jacques" fueron homenajes, y no faltaron "No te desnudes todavía", " y "Alevosía" con la característica carga de erotismo al estilo "Aute".
Arriba del escenario las canciones se sucedieron naturalmente creando paisajes imaginarios a su paso, en tanto abajo comenzaba a recrearse una escena de bar, como aquel café de Marruecos, donde Mike Jagger le robó la chica a Aute.
Luego de dos años de su última visita, vale la pena volver a escuchar a este hombre común, a este retratista de lugares e historias. Recorrer sus canciones a modo de homenaje a sí mismo y a su público que ayudó a mantenerlo vigente, es un momento que merece ser vivido más de una vez. Los años pasaron sin duda para Luis Eduardo, el negro del cabello está mutando a un gris perlado y los surcos van apoderándose de su cara; pero no ha perdido las mañas. Las mañas de cantar desde el otro lado, de hablar de amor pero un amor que se quita la ropa para hacer sudar el cuerpo y no de ese amor de olor a rosa y dolor; para hablar de ese amigo que una noche frente al mar la gasta fumando "algunas cosillas" y no del amigo héroe aunque todos los amigos sean un poco héroes. Las mañas de cantar así como si cantara en el living de su casa.