Salvo por las impugnaciones a las candidaturas testimoniales - que, en grado de apelación, siguen su curso, pero pocos creen que vayan a prosperar-, los principales dirigentes ataron su suerte al resultado electoral del 28 de junio: ya para contrarrestar el poder apabullante del kirchnerismo, ya para usar como pista de lanzamiento hacia el 2011.
Con el campo mostrando su cara enojada a la presidenta Cristina Fernández y su esposo, el primer candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires, Néstor Kirchner, los que aspiran a más en esta puja de carácter provincial saben que para sobrevivir deben medianamente salir airosos en los distritos donde ponen en juego su capital político.
Con la compañía condicionada del gobernador Daniel Scioli (advierte éste en la intimidad que habrá que leer correctamente el pronunciamiento popular y hacer las correcciones del caso), el matrimonio K sostiene contra viento y marea su modelo productivo, que incluye las cuestionadas cifras del INDEC. A la vez, centraliza los esfuerzos en el segundo cordón del conurbano bonaerense y en territorios chicos, administrados por caudillos peronistas o radicales que, a diferencia del "traidor" vicepresidente Julio Cobos, se quedaron en la órbita de la pingüinera.
Es el caso de Gerardo Zamora, de Santiago del Estero y Miguel Saiz, de Río Negro.
Hay visibles intentos, en distintos ámbitos, por quitarle dramatismo al comicio, presentado en su momento por Kirchner como "yo o el caos". El mismo, en un reportaje radial, aceptó volviendo sobre sus pasos que representaría un acto de soberbia imprudente afirmar que la Argentina está absolutamente blindada ante la crisis financiera internacional. Y con un tono de mansedumbre ensayado, aceptó que "en la democracia se pierde, se gana". Y no rompió puentes con el senador Carlos Reutemann, quien desde Santa Fe plantó bandera de rebeldía, sobre todo por sus diferencias con el esquema agropecuario nacional.
Desde el campo empresario, el titular de Fiat, Cristino Ratazzi, expuso de esta manera lo que habría que hacer el 29 de junio: "Hay que gobernar. Cuando un gobierno gana las elecciones, no tiene que crear poder, sino administrar el patrimonio público y, una vez cumplido el mandato, volver a casa, con lo bueno o malo que se haya hecho. Si el gobierno pierde en junio, habrá un Congreso menos favorable. Sólo eso. El gobierno debería de tratar de hacer las cosas bien y, si el Congreso de lo impide, mostrar a la sociedad en qué se está jorobando".
En el peronismo disidente, representado por Mauricio Macri, Francisco de Narváez y Felipe Solá, no se les ponen palos en la rueda a las nominaciones testimoniales. Este sector, en el que milita en las sombras el ex presidente Eduardo Duhalde, es el principal escollo para el justicialismo K, que subestima el protagonismo de Elisa Carrió, aliada de manera imperfecta con la Unión Cívica Radical.
Carrió la tiene muy difícil. En capital federal, donde se mueve como reina y señora, trata de remontar el terreno que se adjudica la macrista Gabriela Michetti, quien la acusó de tener "un estilo viejo". "Lilita" hace campaña junto con el titular de la UCR, Gerardo Morales, sin cruzarse ni por asomo con Julio Cobos, quien tendrá su prueba de fuego en Mendoza.
Mientras en la cúspide se avanza a paso lento, en las segundas líneas de la oposición se procura disimular la fragilidad producto de la dispersión. Así, según pudo saber "Río Negro", esta semana parlamentarios de PRO, peronismo disidente, Coalición Cívica y UCR, tratarán firmar un acuerdo de gobernabilidad, avisándole al gobierno que no existe ningún espíritu golpista (que Kirchner le atribuyó a Hugo Biolcati, de la Sociedad Rural), sino el claro objetivo de garantizar una "transición ordenada".
Federico Pinedo, del PRO y el radical Oscar Aguad argumentan que el mejor escenario sería que Kirchner no perdiera en Buenos Aires y que triunfara por escaso margen. También indican que con un abanico no K en ascenso, habrá que hacer entrar en razones al gobierno y alcanzar consenso en temas básicos del presupuesto y del manejo de los vencimientos de deuda. Además, cerrar en forma urgente el conflicto con los productores agropecuarios.
Por lo que pudo indagar este diario, Cristina no es ciega a los reclamos de sus contrincantes y de los justicialistas que observan un declive K y se alistan para dar el zarpazo. Son muchos a su alrededor los que la aconsejan hacer nuevos esfuerzos para dejar atrás la crispación. Un vocero de la Rosada dijo, en tal sentido, que no debería descartarse una iniciativa presidencial seria para convocar al diálogo a estamentos políticos y empresarios, en vísperas del Bicentenario. Claro, no antes del 29 de junio.
ARNALDO PAGANETTI
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