Michelle Larcher de Brito, la nueva sensación adolescente del tenis mundial, está apenas comenzando su carrera, pero ya admite no ser "muy querida" en el circuito. "Lo veo en ciertas miradas que me dedican, pero no me importa. Sencillamente salgo a la cancha y juego", dijo durante una entrevista con la agencia dpa la portuguesa de 16 años, que está logrando en Roland Garros lo que nunca antes alcanzó un jugador de su país en torneos de Grand Slam.
Portugal, un país de muy escasa tradición tenística, jamás tuvo a uno de los suyos en la tercera ronda de un Grand Slam. Larcher de Brito ya está allí, y mañana buscará vencer a la francesa Aravane Rezai para ubicarse entre las mejores 16 del máximo torneo sobre arcilla del celandario anual.
Pulida en las academias de la Florida y controlada al milímetro por su padre, nacido en Angola y fanático del tenis, Michelle Larcher no sólo es muy buena con una raqueta en sus manos: también es el "producto" soñado por cualquier agencia de publicidad.
Es rubia, tiene ojos entre verdosos y azules, una figura ideal y una sonrisa perfecta, aunque por momentos algo fría. Es, de alguna manera, la sucesora de "lolitas" del tenis como las rusas Anna Kournikova o Maria Sharapova, que saltaron al estrellato como adolescentes.
Larcher dejó Portugal a los nueve años para instalarse en Estados Unidos y, aunque era una niña, cargaba con la enorme responsabilidad de cumplir el sueño de su padre. "Yo tenía nueve años, y la verdad que no entendía mucho", dijo a dpa la portuguesa, desestimando que haya sentido excesiva presión. "Fui a Estados Unidos para tratar de convertirme en una jugadora. Fue una mudanza bastante sencilla. Entrenaba, y eso era todo".
La madre de Larcher es de Sudáfrica, y los dos hermanos de la jugadora, cuatro años mayores y mellizos, nacieron en ese país. Podría pensarse que a los 16 años Larcher acaba de saltar al primer plano, pero no es así. Ya lo había hecho en 2007, cuando sorprendió derrotando a la estadounidense Meghann Shaughnessy para alcanzar la segunda ronda en Miami, el "quinto Grand Slam".
Ya en ese entonces, con 14 años, dejó dos ideas: odia perder, y su meta es ser número uno del mundo. "Sí, todo comenzó allí, fue mi gran explosión", recuerda hoy la portuguesa, que sonríe casi sonrojada cuando se le dice que no son pocos los que la ven como la "nueva Kournikova". "No, no soy muy conciente, pero es un gran halago", reconoce.
"Trato, eso sí, de no pensar mucho en lo que se dice y escribe, porque me llenaría la cabeza". Y Michelle no quiere tener la cabeza llena, quiere tenerla "lo más despejada posible" para cumplir con sus metas. Dueña de un siberian husky bautizado como "Armani", la moda, el cine y la playa en Cascais son las distracciones de una adolescente que admite no tener "mucho tiempo libre".
¿Se siente intimidada cuando entra a un vestuario y se encuentra con estrellas y jugadoras de mayor edad? Es entonces que surge la Michelle dura, asombrosamente segura y directa para la edad que tiene. "No, para decirte la verdad, no le tengo miedo a nadie.
Quieren batirme a mí tanto como yo quiero vencerlas a ellas". "Sé que hay chicas que no me quieren, no soy muy querida en el circuito", continúa. "Es normal, soy joven y nadie quiere perder ante una de 16. Es comprensible, yo tampoco querría perder con una de 12 o 13... Me lo tomo con calma y estoy con mi familia.
No sé lo que pasa por sus mentes, sólo (sé que) debo mantenerme concentrada, relajarme y jugar". Con tanta seguridad, la pregunta final es casi una obviedad, porque la Michelle de 16 piensa exactamente igual que la de 14. "Claro que quiero ser la número uno del mundo. Hay mucho trabajo por delante, pero ése es mi objetivo".
DPA