| Cuando uno ve a Scioli, la ayurvédica Nacha, a Macri o De Narváez con esa sonrisa sempiterna y un discurso vacío, toma nota de la triste realidad nacional.La llamada “tinellización” de la política es lógica consecuencia de la farandulización de la vocación política, del vaciamiento ideológico y la ausencia absoluta de profundidad.Carlos Menem fue quien nos legó a Reutemann, Scioli, Palito Ortega, Tristán, Ricky Maravilla, el Soldado Chamamé, entre tantos otros.No recordamos cuando Nacha Guevara cobraba fortunas en la ATC menemista por hablarles a las zanahorias o Scioli le rendía pleitesía al sultán de Anillaco desde su lancha siempre victoriosa.La banalización de la política es hija cultural del menemismo, de un deterioro de la educación en todos los niveles, a la que el peronismo en todas sus versiones ha venido apostando desde hace tiempo. La inviabilidad de la educación como herramienta de cambio o movilidad social es el mejor sustento para el clientelismo político.La deserción escolar subió un 130% en los últimos cinco años en la provincia de Buenos Aires, a la par que los porcentajes de repetitividad alcanzan un 9%. “No sé si la instrucción puede salvarnos, pero no sé de nada mejor”, dijo Jorge Luis BorgesEstamos lejos de los monólogos de Tato o de las ironías de Mafalda, que forzaban a la reflexión o la rebeldía, estamos frente a algo peor que el discurso único, al discurso vacío.Un discurso vacío poblado de candidatos que se venden como celulares o automóviles, disfrazados de Evita o de empresarios solidarios y comprensivos.Debemos apostar a un profundo cambio social, a desandar el camino al que nos han arrastrado quienes lucran con la ignorancia de nuestros compatriotas. Sin eso, de nada sirve un resultado electoral pasajero.Alguien que nos dejó hace unos días escribió: “Cantamos porque creemos en la gente/ y porque venceremos la derrota”. Gustavo Aramburu DNI 16.557.866 - Buenos Aires | |